Por Francesco Álvarez
La noticia. El príncipe Harry, un playboy, tontuelo y fanfarrón, se ufana de matar “talibanes” en Afganistán. El futuro rey británico, heredero de los ricardos y las victorias, parece un chiquillo matando enemigos en un video juego. A la BBC, el príncipe contó que su incursión militar en campo enemigo le pareció como estar jugando el Xbox o PlayStation. En el videojuego Xbox se despliega una guerra colorida y animada entre los humanos y los avatares en el reino fantástico de Pandora.
Durante 20 semanas, como piloto artillero de un helicóptero Apache en Afganistán, el príncipe disparó sus ráfagas sobre los enemigos de turbante. El valiente príncipe disparó, sin bajarse del avión, a grupos enemigos de tierra. Como en las películas, con príncipes hermosos y tontarrones, Harry el Limpio tiene como nombre de combate el Capitán Wales. Dios salve a la Reina, al videojuego Xbox y al Capitán Wales.
Viendo estos programas se aprende mucho: se comprueba la inutilidad de los reyes. Los reyes son anacrónicos en un tiempo en que se amplían —y se avasallan— los derechos de los ciudadanos. Las monarquías son el detritus simbólico de los imperios y los colonialismos. Hacen historia con escenografía, comparsa y actores. De vez en cuando una princesa plebeya muere en un accidente de tránsito; pero hasta en la tragedia y la mugre, la realeza es fotogénica.
Los monárquicos ingleses del principio de siglo XX afirmaban que “Dentro de unos años no quedarán en el mundo más que cinco soberanos. Los cuatro de la baraja y la reina de Inglaterra”.
Una falsa profecía como todas las profecías. Esa premonición la desdijo el tiempo. Al mundo lo gobiernan los monarcas, no solo en países de mentiras como Mónaco, sino países poderosos como a Arabia Saudita pasando por España, Suiza, algunos países de África, hasta llegar a las reinas de la baraja y la reina de Inglaterra. Los reyes, príncipes y demás realezas, tiene privilegios que ningún ciudadano tiene: heredan cargos públicos por herencia familiar y son intocables a la crítica. En los países monárquicos, un ciudadano puede perder la cabeza si se opone a sus intocables reyes y príncipes (claro, que eso no significa que uno no pueda perder la cabeza en democracia).
En cuanto a la foto, y que complementa la noticia del hermoso príncipe (que lo imaginamos en las páginas centrales de Playgirl), es la foto de un soldado francés, ametralladora en mano y con un pañuelo negro en su rostro en forma de calavera, en la incursión en Malí contra, otra vez, los talibanes. Es un inocente pañuelo que sirve, informa la prensa, para protegerse de los polvos malsanos que vienen de la frontera con el Sahara y agitados por los helicópteros de guerra del gobierno francés.
Otra vez los videojuegos. La prensa afirma que se asemeja a un Ghost, un soldado del videojuego de Call of duty (Llamado del deber), con su rostro de calavera y sus lentes oscuros.
Y no se trata de una pose; es el acto espontáneo de otro héroe, aunque plebeyo y con máscara antipolvos en forma de calavera, quien fue capturado por un fotógrafo espontáneo. Una ocurrencia del soldado, ya desautorizado por los altos mandos militares de Francia y Mali, de innovar el informe de camuflado. El honor militar fue mancillado, adujeron los voceros del ejército francés, pues los ciudadanos pueden pensar que esa máscara es un “símbolo” de guerra, invasión militar, abuso contra civiles, destrucción.
De paso digamos que en estas guerras tienen pocas probabilidades los soldados occidentales, de la realeza o plebeyos, de morir. Por dar un ejemplo cercano al príncipe Harry: las guerras de Iraq o Afganistán, tienen la honrosa cifra de que por cada soldado estadounidense muerto por el enemigo, 25 veteranos de estas guerras se suicidan. De acuerdo al The New York Times, 6500 suicidios se registran cada año de veteranos de la guerra. Esta cifra es igual al total de soldados estadounidenses muertos en estas dos guerras durante los años de invasiones, hasta mediados del 2012.
Monarquía o incorrecto uniforme militar, la noticia y la foto hermanan al Capitán Wales y al soldado “Ghost: brazo mortífero de la solidaridad occidental contra el terrorismo y diversión matando talibanes en países foráneos.
Al soldado plebeyo seguro se le sancionará; por su parte, el soldado principesco ya tiene asegurado aplausos y entrevistas en la BBC. En eso difieren la foto y la noticia.