Por Gustavo De la Rosa Hickerson
Es una excelente película Estadounidense que desnuda muchas almas norteamericanas. Hace coincidir en 1969, tres generaciones de una familia de veteranos de las guerras, de 1914-18, 1939-45 y el reclutamiento para la de Vietnam, los cuales reciben en su casa a una familia inglesa con dos veteranos del 14 y del 39.
Todos los temas cotidianos están conectados entre sí por la participación heroica de los veteranos a excepción de uno de ellos que fue comisionado a trabajos administrativos durante el segundo conflicto.
En el transcurso del filme se van deshojando los traumas post bélicos, hasta dejar en claro que el minus valorado por no ser héroe, es el más normal. El automóvil de Jane Mansfield es un símbolo de la insensibilidad ante la muerte, es el vehículo que conducía la actriz, cuando se estrelló contra un tráiler y el golpe le arranco la cabeza, y se va exhibiendo pueblo por pueblo cobrando a los que entran a ver como quedo el carro y por cierto se discute con vehemencia si el golpe le arranco toda la cabeza o solo la parte superior de la misma.
En México tuvimos una guerra civil en 1910-1917, y los mitos, hazañas y grandilocuencias de quienes la vivieron, conformaron al famoso Macho mexicano, más hablador que sus paisanos de Latinoamérica, peleonero parrandero mujeriego y jugador, que en voz de José Alfredo Jiménez casi se vuelve un simbólico estilo de vida de los mexicanos, pero aquella generación que vivió la guerra y sufrió el hoy consabido trauma post bélico, desapareció sin traslaparse con las generaciones posteriores.
Mi padre me decía, advirtiendo de las ilusiones guerrilleras que vivimos los jóvenes de los 60s, “Mientras viva un veterano de la Revolución, que pueda ser escuchado, no habrá otra guerra en México”. también aquí se exhibe el automóvil donde mataron a Pancho Villa.
Efectivamente México no es un país guerrero, los trabajadores de la Ciudad y el Campo no tienen tradición de combate con armas, donde “para ser un as necesitas matar cinco”, una frase genial de un personaje de la película, que remató con un “yo mate a seis y soy un as”. Los efectos del trauma posbélico, destrozan constantemente la seguridad emocional y psicológica de los héroes de la guerra, quienes deben sacar fuerzas para vivir el día siguiente, a la manera del mito literario de Penélope que de día teje y de noche desteje.
En nuestro país, noventa y seis años después se inició una guerra cuya pertinencia, jamás fue demostrada, pero de que es guerra es guerra. Y el Estado de México reporta más de 3 mil muertes, en 2013, hay quienes ya lo explican por el alto número de pobladores, unos 20 millones. Pero comparémoslo con un país semi-violento, con el 24% de jóvenes en el desempleo abierto, con cinco años de crisis financiera, como lo es España y digamos que sólo tiene el doble de la población de EdoMex. Pues bien, allá se dieron 375 homicidios, sí, trescientos setenta y cinco, la décima parte de EdoMex, pero si la duplicamos para emparejarnos en población, aquí en los alrededores de la capital, ¡se cometieron 20 veces más homicidios que allá!. ¿Estamos en guerra o no?
Los políticos dicen que es el precio de modernidad, pero vemos que los gobernadores, virreyes o señores feudales no han podido contratar más de dos policías confiables por cada diez. Entonces nos volvemos a preguntar ¿ya se habrán dado cuenta los políticos Mexicanos que enfrentamos una guerra que va serpenteando por el país?
En la película, vemos que ellos quedaron mal de la psique, a pesar de que les dieron medallas, homenajes, bienvenidas con beso en pleno Manhattan.
Si, son generaciones de jóvenes sobrevivientes con dificultades para vivir en la sociedad, a los que se les añadieron los veteranos de Vietnam, de las intervenciones en Latinoamérica, de la Tormenta del desierto, de Iraq, de Afganistán, y la verdad no son muy bien vistos por los norteamericanos que se quedaron en el país. Porque “sufren el estrés post bélico”.
Y como le haremos con nuestra guerra que no es por la patria, ni por la democracia, ni por el sistema de mercado, ni contra los bárbaros fanáticos fundamentalistas, sino que es una guerra por la supervivencia de quienes en mala hora se metieron a ganar unos pesos por arriba del mínimo fabril.
¿Cómo van a vivir nuestros sobrevivientes? que vieron morir a sus hermanos, a sus amigos, a sus contemporáneos, pero que además murieron en una guerra que ni siquiera se reconoce como tal, y que los muertos no son mártires, sino delincuentes, narcotraficantes, malandros.
Realmente solo podemos desear sinceramente que el gobierno sea capaz de terminar con esta guerra infame en 2014.