Jorge Ramos Ávalos
En México hemos tenido todo tipo de presidentes. Pero no presidentes chiquitos y sin fuerza. Enrique Peña Nieto lucha para no ser un presidentito.
El 2015 será crucial para él y para el país. Por eso Peña Nieto está apostando por las fiestas de diciembre. Necesita –le urge– un respiro.
¡Cómo nos gustan las fiestas a los mexicanos! Ya lo decía Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad: “El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo…”. La pregunta es si las fiestas de Navidad y Año Nuevo van a “interrumpir la marcha del tiempo” y detener la terrible racha del presidente Enrique Peña Nieto.
La apuesta del presidente Enrique Peña Nieto es que con las fiestas de fin de año se nos olviden los 31 mil muertos de su gobierno, su enorme incapacidad para lidiar con los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, las casas que un contratista del gobierno le financió a su esposa y a su principal colaborador, y los pedidos de millones para que renuncie. Es decir, Peña Nieto le está apostando a diciembre –y al muy mexicano “arte de la fiesta”– para que en el 2015 pueda empezar de nuevo.
No sé si los mexicanos lo van a dejar.
Imposible olvidar la torpeza con que el presidente manejó el ataque y la desaparición de los 43 normalistas en Guerrero. Una investigación de Anabel Hernández y Steve Fisher indicó que el Ejército y la Policía Federal –no sólo los policías locales– participaron en esa operación. El Gobierno dijo que la acusación es falsa. Cierto o no, la incompetencia presidencial en el tema de la criminalidad es enorme.
Imposible olvidar el gigantesco conflicto de interés por la compra de dos casas. Un contratista del gobierno –Higa– financió la casa de la esposa del presidente en Las Lomas y la del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, en Malinalco. La legalidad de esas compras es muy cuestionable. En ambos casos el valor actual de esas propiedades en el mercado –siete millones de dólares la de Angélica Rivera y hasta 1.2 millones de dólares la de Videgaray, según reportaron respectivamente aristeguinoticias.com y el Wall Street Journal– es superior a lo que dicen haber pagado. Ahí hay una línea de investigación por posible tráfico de influencias o supuesta venta de favores.
El problema es que nadie lo va a investigar. El nuevo PRI es el viejo PRI. Aun si dichas compras hubieran sido legales, no son éticas. En muchos otros países el secretario hubiera sido despedido y el presidente obligado a renunciar. Peña Nieto ni siquiera quiere disculparse.
Por todo lo anterior, los mexicanos se han atrevido a pensar en lo imposible. ¿Qué pasaría en un México sin Peña Nieto? Si renuncia, ¿quién lo reemplaza? ¿Cómo adelantamos las elecciones? ¿Cambiamos la Constitución? ¿Cómo asegurarnos que lo que viene no sea peor? ¿Cómo tener una transición post-Peña sin caos ni violencia? ¿Qué hacemos con los tres grandes males de México: crimen, corrupción y desigualdad? Son las dudas mexicanas.
Casi todos nuestros presidentes han sido duros. Nunca les ha faltado poder. Al contrario, les ha sobrado y mucho. Peña Nieto, en cambio, se nos presenta como un presidente débil, objeto de burlas e incapaz de liderar una nación tan compleja. Y no hay nada más peligroso que un país sin líder y a la deriva.
No es linchamiento público ni afán golpista. Las encuestas son claras. Lo que hay no nos gusta. Lo mejor de México en el 2014 estuvo en las calles y en las redes sociales. Son los mexicanos que no se dejan. Es verdad, Peña Nieto y su gobierno se metieron con la generación equivocada.
La apuesta decembrina de Peña Nieto por la mala memoria de los mexicanos es un error. A pesar de que –como recordaba Paz– “en pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido a las grandes fiestas” que tenemos en México, toda fiesta termina.
El golpe de realidad para Peña Nieto vendrá el martes 6 de enero del 2015 en Estados Unidos. Barack Obama tratará de cobijarlo en el calor de la Casa Blanca (la de Washington). Pero la prensa internacional no lo dejará en paz. Ya descubrió que el México que Peña Nieto trató de vendernos era falso. Nos lo había advertido Paz: “Máscara el rostro, máscara la sonrisa”.