Por Javier Solórzano
Al momento de escribir este “Vitral”, seguía sin saberse qué había pasado en el Edificio B de la Torre de Pemex. Más allá del mundo de la especulación –que se nos da tan bien–, marcado por la inevitable truculencia, es un hecho en el que cualquier explicación parece posible en función de lo que hemos visto y la forma en que se dieron las cosas. La acción del gobierno ha sido hasta ahora cuidadosa y prudente, aunque no se haya ofrecido una respuesta básica, al menos un indicio, a lo que todos nos preguntamos.
La explosión no se pudo presentar en un peor momento. Un buen número de trabajadores administrativos estaban checando su tarjeta de salida en una zona en la que se iban formando, lo que produce diariamente que se aglutinen un buen número de ellos. El drama no pudo ser mayor. La historia de una niña que fue a la oficina de su papá a hacer su tarea es uno de los dramas que más han calado, vaya usted a saber qué otras historias conoceremos pronto que sean igual de dolorosas y que han provocado que se rompa la vida para siempre de muchas familias.
Lo que pasó coloca al dolor, la rabia y la impotencia como actores centrales. La explosión no fue en una de las plataformas de Pemex, que por su naturaleza misma viven en el riesgo. Los hechos se presentaron en una oficina administrativa en la que no se alcanza a entender que se pueda presentar una explosión que termine inesperadamente con la vida de al menos 35 personas y que deje además un centenar de heridos.
Si partimos de la hipótesis del accidente, surgen algunas preguntas: ¿Cómo es posible que se haya dado una explosión que se pudo ver desde la cámara web ubicada en la Torre Latinoamericana en una instalación que no debiera correr riesgo alguno? ¿Cuándo fue la última vez que se realizó una inspección profunda de los edificios? Antes de que nos manden chivos expiatorios, ¿quiénes son los verdaderos responsables de lo que pasó? ¿Cómo es posible que en un edificio que alberga un número tan alto de empleados no exista una vigilancia sistemática en todos los niveles? ¿Por qué se ha perdido el control de la vigilancia de entrada y salida de las instalaciones? ¿Cómo es posible que hayan hecho de zonas de seguridad estacionamientos?
Si de por sí estamos en medio de un gravísimo problema ahora imaginemos que la explosión se debiera a factores externos; dicho claramente, un atentado. Si así hubiera sido nos estaría apareciendo un nuevo escenario que poco o nada tendría que ver con lo que se ha vivido en el país en los últimos años. Estaríamos ante situaciones inéditas y de consecuencias impredecibles. En ambos casos tenemos grandes problemas y mujeres y hombres que han perdido la vida en su centro de trabajo o que están lesionados. De todos los escenarios que intempestivamente se nos vinieron encima esto es lo más importante y el que merece la mayor de las atenciones por parte de todos y en particular del gobierno. En las primeras horas de la tragedia se ha dado, quisiéramos pensar, una genuina atención y actos de sensibilidad haya habido o no ida y regreso a Nayarit.
En medio del inicio de la discusión y presentación de la Reforma Energética, Pemex queda severamente expuesto. Sea lo que sea, está en la mesa la seguridad de la paraestatal y los protocolos de vigilancia. Se vino una tragedia difícil de entender y explicar desde donde se vea. En medio de la gran sofisticación técnica que ha alcanzado Pemex, haya sido un factor externo o interno la razón de la explosión no queda claro cómo pudo pasar algo así, por más que esta semana nos vayan a llenar de explicaciones técnicas.
Fuente: Sin Embargo