Por Miguel Urbán y Judith Carreras
El pasado fin de semana, aprovechando la convocatoria del Foro Social Mundial en Túnez, ha tenido lugar el primer encuentro de partidos mediterráneos contra la deuda, al que han acudido representantes de organizaciones políticas de trece países.
La crisis de la deuda en el sur de Europa nos acerca a los pueblos del Magrheb que llevan sufriéndola durante años, como una cadena de dependencia neocolonial con las antiguas metrópolis. La deuda ha funcionado en los países del sur como una forma de expropiación y expolio de sus recursos, así como de control político y sostenimiento de las dictaduras surgidas con posterioridad a los procesos de independencia. Una deuda odiosa, contraída por las dictaduras y utilizada contra los intereses de los ciudadanos, que los procesos de revoluciones democráticas han puesto directamente en cuestión. La llamada primavera árabe ha trastocado todo el modelo neocolonial construido en la ribera sur del Mediterráneo y que tiene en la deuda uno de sus principales instrumentos de sometimiento.
En este sentido, el no pago se transluce como la continuación lógica de los procesos revolucionarios abiertos en febrero del 2011 en toda la región, la conquista de la independencia y la democracia económica, al fin y al cabo recuperar la soberanía postulada pero no conquistada en los procesos de independencia.
Durante estos años hemos podido acudir a muchos encuentros de organizaciones políticas que pretendían impulsar una coordinación regional, siempre con muy buenas palabras y mejores propósitos pero que normalmente se quedaban en eso, en palabras y propósitos. Pero esta vez, nuestra impresión es que este encuentro puede ser distinto y que consigamos pasar de las palabras y los propósitos a hechos concretos. A una incipiente coordinación de las organizaciones políticas del mediterráneo que se puedan sumar y complementar con las redes por la auditoria de la deuda que han empezado a florecer en el sur de Europa.
¿Por qué este foro puede funcionar?
Esta vez nos hemos juntado con un propósito muy concreto y eminentemente práctico, responder de forma conjunta a la problemática de la deuda que asfixia a las poblaciones de las dos riberas del Mediterráneo. Lo que nos une no son solo grandes propósitos sino problemas conjuntos y transversales. El tiempo histórico ha cambiado, ya no hablamos de una solidaridad internacional jurisdiccional de carácter paternalista al estilo de las ONGs, en donde los llamados países del norte nos solidarizábamos con la situación de nuestros hermanos y hermanas del sur, sino que ahora, en gran medida por la crisis, nos reconocemos como sur, nuestros problemas son los suyos, estamos ante una solidaridad internacional más primigenia, de apoyo mutuo, al estilo de ¡proletarios del mundo uníos!, pero reformulado en ¡un endeudados del mundo uníos!, basado en la comprensión de que solo juntos y juntas y de forma coordinada podremos enfrentarnos realmente a un impago de la deuda.
Deuda, democracia y soberanía
Todo esto no es muy nuevo en el sur; lo verdaderamente novedoso, es como los países de la ribera norte del Mediterráneo nos estamos convirtiendo aceleradamente en Sur, en los llamados despectivamente como los PIGS de Europa. La deuda se está imponiendo como un modelo de expropiación de la población mediante la socialización de las perdidas privadas, en un arma de destrucción masiva de derechos, de democracia y de soberanía.
A pesar de la convivencia de contextos políticos tan dispares, ejemplificada en el supuesto antagonismo entre gobiernos del islam político y/o gobiernos neo-conservadores cristianos, el modelo de gobernanza neoliberal es común, siempre bajo la atenta mirada de los organismos internacionales como el FMI.
Una nueva racionalidad gubernamental que no sólo establece la acción de los gobernantes, sino también la conducta de los gobernados, generalizando la competencia como norma de conducta y la empresa como modelo de subjetivación.
Los procesos políticos abiertos a principios del 2011, desde su contagio en el Maghreb y su extensión en gran parte del sur de Europa, han posibilitado un proceso de auto-reconocimiento marcado por el tiempo-ahora de la movilización, de la experiencia, de la recuperación del tiempo, que genera una conciencia del presente antagonista a la subjetivización neoliberal.
De esta forma, la reivindicación de una democracia real ha atravesado las dos orillas del Mediterráneo, ocupando las plazas desde la Kasbah tunecina a Tahrir en el Cairo, pasando por la Puerta del Sol o Plaça Catalunya en el Estado Español, y a Sintagma en Grecia. A pesar de los anhelos democráticos de los movimientos que han atravesado estos dos últimos años la región, en el sur de Europa no sólo no se ha parado la involución democrática, sino que hemos seguido avanzando en este camino (el caso de Chipre es alarmante); y en el sur el islam político ha terminado por pilotar las transiciones políticas en Túnez y Egipto. Lo que nos lleva a comprender que no podemos separar la lucha por la democracia política de la conquista de la democracia económica y la soberanía popular.
En este sentido, no debemos no pagamos, se convierte en algo más que una consigna, en un marco de oportunidad política en la “guerra de posiciones” frente al modelo de gobernanza neoliberal. Nos puede permitir continuar y avanzar en los procesos abiertos en América Latina en la primera década del siglo XXI, y ahora por las revoluciones árabes y su continuación en los movimientos contra la austeridad en el sur de Europa. Así, el encuentro de partidos mediterráneos contra la deuda se orienta a configurar una red de apoyo mutuo en esta lucha común entre las dos orillas, comprendiendo que solas no podremos enfrentarnos a los retos políticos de este periodo histórico.
¿Por qué en Túnez?
La relevancia geoestratégica de Túnez en la región es muy pequeña, pero su influencia subjetiva en el imaginario colectivo, necesitado de victorias concretas, es muy importante. En Túnez no solo fue donde prendió la chispa de la primavera árabe, sino que, a diferencia de otros países del Maghreb, la izquierda y el movimiento sindical tienen un peso especifico muy destacado, lo que ha permitido que el proceso revolucionario, en cierta manera, siga en el orden del día. No es baladí, que el Foro Social Mundial se este realizando estos días en Túnez, igual que no fue casualidad que el primero se realizara en Porto Alegre. Los símbolos son fundamentales para configurar subjetividades antagonistas, y Túnez representa un “sí se puede” contagioso, dinámico y todavía vivo, contradictorio como la propia realidad, en donde, como en todo proceso de cambio conviven la revolución y la reacción. Conscientes de esta situación, de su potencial simbólico y subjetivo, y de los peligros que amenazan el proceso, se decidió realizar este primer encuentro de partidos contra la deuda como un apoyo a la izquierda y la revolución tunecina.
Desde la revolución del 14 de enero, Túnez, vive un proceso de deterioro económico profundo por la bajada del turismo y la tenaza de la deuda odiosa contraída por la dictadura, y sobre el que se atisba la amenaza de un durísimo plan de ajuste del FMI para poder acceder a su financiación. La respuesta ante la más que posible aplicación por parte del gobierno de los planes de ajuste del FMI, puede abrir una ventana de oportunidad para que el movimiento popular tunecino recobre su vigor revolucionario. Para ello se atisba imprescindible, como reconocía el propio Hamma Hammami (portavoz del Frente Popular) en el encuentro, que el rechazo a la deuda se convierta en el eje de la política del movimiento popular, como una forma de poder recuperar su soberanía y romper con la dependencia neocolonial.
Una victoria contra el FMI y la deuda odiosa no solo dependerá de los esfuerzos del movimiento tunecino, sino que también necesitara del concurso del resto de los países del área mediterránea; sobre esta premisa construimos este primer encuentro contra la deuda, y a partir de ella reafirmamos que a diferencia de otros eventos éste puede, o mas bien debe, funcionar. Porque lo importante de una revolución es que es contagiosa, configura un imaginario colectivo que empodera a los pueblos. Al fin y al cabo este encuentro puede ser distinto porque, aunque estemos en dos orillas, tenemos una misma deuda, un mismo enemigo, un mismo objetivo, y debemos de construir una misma victoria.
* Miguel Urbán Crespo y Judith Carreras Garcia son miembros del comité organizador del Foro de partidos mediterráneos contra la deuda.
Fuente: VientoSur.info