Luis Javier Valero Flores
Cuando ya creíamos haber visto todo, la realidad -y la clase política- nos ubican, a veces de manera extremadamente brusca, a través de las indudables aportaciones que le realizan a la picaresca nacional sus integrantes.
Ahora resulta que Sergio Cano Fonseca, ex director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en Chihuahua, ha interpuesto una demanda laboral en contra de la dependencia por un monto de 2 millones 615 mil pesos, debido a que, dice, se le despidió injustificadamente, por lo que reclama la reintegración a su puesto y la devolución de las prestaciones otorgadas durante el ejercicio de su cargo, que incluyen el uso de un vehículo oficial “Ram” doble cabina y el pago de la renta de un teléfono celular.
El señor incluye en su demanda, el pago de salarios caídos a razón de 7 mil 900 diarios. El angelito ganaba, al mes, 237 mil pesos ¡Casi 100 mil pesos más que el salario del gobernador de Chihuahua!
Además, exige el pago de tres meses de salarios de indemnización por el despido que, ahora sabemos, fue justificado, por supuesto, a la luz de la opinión de la mayoría de la ciudadanía.
¿Qué le pasó a los panistas?
De veras, es un asunto que deberá investigarse, no solamente desde el punto de vista penal o administrativo, sino hasta desde el sociológico y, evidentemente, el sicológico en algunos casos particulares, cosa que escapa a las facultades sociales, pero que deberá abordarse como un tema de estudio del comportamiento del grupo político nacido como una alternativa al régimen de corrupción -así lo decían sus fundadores- instaurado por el Partido Nacional Revolucionario (PNR, el partido fundado por Plutarco Elías Calles) y que a lo largo de su historia como partido de oposición (Nomás 61 años) se ostentó como la agrupación política en la que se encarnaba la honestidad política y la congruencia.
Durante décadas, algunos de sus dirigentes fueron reconocidos, tanto por los gobernantes, como por la izquierda, como hombres probos. Así llegaron al poder.
Sin embargo, en la misma noche de su triunfo en las elecciones presidenciales del 2000, la multitud arremolinada en el monumento al Angel de la Independencia de la ciudad de México coreó en varias ocasiones un mensaje directísimo a Vicente Fox (y con él, a todos sus compañeros), sin ambages, sin lugar a interpretaciones: No nos falles.
Vino luego la más larga época de riqueza petrolera, derivada del inusitado aumento de los precios del petróleo crudo. Ciertamente se elevaron como nunca las participaciones federales a estados y municipios (fruto, también, de la decisión de los priistas que, al saberse en posesión de la mayoría de los gobiernos estatales, tomaron provisiones para que no cesaran los recursos económicos a sus arcas), pero los ingresos brutos que tuvo en sus manos el primer gobierno panista sirvieron fundamentalmente para elevar estratosféricamente el gasto corriente, es decir, el rubro de salarios y prestaciones de los funcionarios federales.
Entre más elevada la jerarquía, más altos los salarios y, ya sabemos, la desvergüenza.
Así, no solamente los ministros de la “Tremenda” Corte de Justicia de la Nación se aumentaron a niveles de Alí Babá sus emolumentos, también la casta dorada azul lo hizo y le dio entrada a los parabienes del servicio público a decenas de miles de sus militantes.
Ahora, uno de ellos, quizá el que más críticas ha recibido en Chihuahua por su desempeño, se niega a perder los privilegios, y si esa eventualidad se da, -pensará- pues entonces que “me indemnicen millonariamente”.
Es claro que a esos niveles no les es desconocido que sus cargos eran “de confianza”, que al momento de un cambio de partido en el gobierno deberían dejarlos de inmediato, una vez colmadas sus aspiraciones de “servir a la nación y a su pueblo”.
Vamos, no solo con el cambio de partido en el gobierno, hasta con el cambio de presidente de la república, incluso del mismo partido, son cargos que deberán presentarse las renuncias al momento mismo de la elección.
No, sus motivaciones no eran, para desgracia de todos nosotros, y sobre todo de sus electores, los que creyeron en ellos, no era satisfacer su vocación de servicio ¿Se acuerdan de los elevados salarios que pagó Fox a sus colaboradores antes de tomar posesión de sus cargos? Es por México, decía.
Pobres, perdieron el gobierno y están a punto de perder el partido, también.
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