Por Luis Javier Valero Flores
El trabajo de los analistas, de los críticos (voz derivada de la crítica, que significa simple y sencillamente análisis, pero a la que se le piensa popularmente como de oposición o de rechazo) es el de señalar rutas, fallas, errores, defectos, alternativas, vías de solución o simplemente el recreo de determinadas situaciones, aspectos, todos, en los que generalmente el receptor de tales ejercicios es el gobierno -entendido éste en su extendida acepción-, lo que es natural, es el administrador del total de los recursos de la sociedad.
Pero este trabajo también debería ser el del conjunto de los ciudadanos, obligados, como miembros de determinada sociedad, a ser vigilantes del buen uso de los recursos públicos. Luego está, obviamente, el asunto de la división de las clases y los grupos sociales, algo que la derecha y las concepciones conservadoras intentan permanentemente obviar y pretenden, también de manera constante, se olvide o se deje de lado. Imposible, la división existe porque las clases sociales son una realidad, una inquietante realidad en el México de hoy.
Y asentar lo anterior tiene sentido porque, también evidentemente, los requerimientos de los integrantes de un grupo social no pueden ser los mismos que los del resto. Pero existen determinadas áreas en las que todos podemos coincidir en sus términos más generales.
De ahí, entonces, la necesidad de contar con los espacios necesarios para efectuar la crítica que lleve a la reflexión a gobernados y gobernantes, que no pasa, necesariamente, por estar ensalzando a los mandatarios y sus acciones, como muy frecuentemente reclaman éstos cuando les espetan a los medios que “también hay cosas buenas que no se publican”.
El Estado cuenta con un vasto arsenal de recursos para difundir su obra, elogiar a los titulares y hacerle creer a la ciudadanía que su labor es correcta. Tiene a su favor, además, que por lo menos la mitad de la población, de una manera ú otra, aprueba su labor.
Pero si bien es correcto -debo señalarlo, en ésta y las demás apreciaciones, es desde la óptica del escribiente- hacer los señalamientos necesarios a la labor de los gobernantes, también es correcto precisar que nuestra sociedad está urgida de cambiar. Por desgracia, la mayoría de la población, incluidos aquellos que también se quejan y señalan repetidamente las fallas gubernamentales, espera que “el cambio” descienda de las alturas del poder, o que éste lo permita o lo aliente.
Algo de esto último sabemos los mexicanos; las primeras reformas electorales trascendentales ocurrieron porque el grupo gobernante percibió que era necesario efectuarlas. Las posteriores fueron el resultado del acuerdo generalizado de los partidos políticos.
Pero en todo ello falta el aporte societario, entendido éste como el que proviene del desarrollo de la sociedad, independientemente de los gobiernos y su régimen de partidos políticos.
Por desgracia, nuestra entidad es el reflejo de cuán poco hemos avanzado en estos aspectos. Sirva sólo una triste y pavorosa estadística para ubicar tal realidad.
Entre los años 2008 y 2012, más de 18 mil personas fueron asesinadas en la entidad, del total, las autoridades llegaron a la conclusión de que ellas “solamente” alrededor de 10 mil estaban vinculadas a hechos del crimen organizado. Es un mundo de muertos entre los miembros de nuestra sociedad, cometidos por quienes, a falta de otra manera de resolver sus conflictos recurren al más salvaje y primitivo de los recursos: La eliminación del “otro”.
Y esa es una de las más graves carencias de la sociedad chihuahuense: La falta de respeto a la “otredad”; a los otros, a los diferentes.
Pero, también otra de nuestras más sensibles carencias, es la del excesivo individualismo, la de importar poco o nada los asuntos de la comunidad, es decir, de la sociedad y que genera, tanto en los miembros de la clase política, como de quienes se relacionan con ella, la de conceptualizar a la administración pública como fuente de negocios, no bien habidos la mayor parte de ellos pues se fincan, la mayoría, en la inagotable corrupción que crece con los días y los meses en las esferas gubernamentales.
Y, finalmente, la escasa participación social en la conducción de los recursos públicos, así sean éstos los derivados de los asuntos particulares.
Si debiéramos hacer una lista de propósitos de año nuevo, como sociedad, sería necesario incluir a algunos de los aquí aportados
¡Feliz Noche Vieja! ¡Feliz Año Nuevo 2014!
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