Por Sanjuana Martínez
El paradigma de la corrupción del sistema político mexicano tiene nombre: Carlos Romero Deschamps, el impune, el intocable, el millonario, el despótico, el abusivo… y ahora, el desaparecido.
¿Esto es el preludio de un nuevo “Quinazo”?… Quizás, aún no lo sabemos. Pero conocemos las formas priístas de hacer política y “justicia”. Quienes hemos vivido bajo su régimen vertical y autoritario, sabemos que así se las gastan las cúpulas del tricolor en el poder.
La sustitución de Romero Deschamps, Secretario General del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) parece inevitable, inminente. Dependerá de cuántos secretos tenga guardados de sus enemigos y de los nuevos dueños del PRI. En este tipo de recambios, el pulso se mide por la cantidad de chantajes, monedas de cambio, ajustes, acuerdos en lo oscurito.
Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, fue derrocado con base en la voluntad de Carlos Salinas de Gortari, quien 41 días después de haber llegado a la Presidencia decidió encarcelarlo por “posesión ilegal de armas” y otros delitos, para quedarse con el control del sindicato petrolero y legitimarse ante los mexicanos. Recordemos que Salinas de Gortari llegó al poder a través de un fraude electoral con la famosa “caída del sistema” manejada por el ahora “renovado” Manuel Bartlett.
“La Quina” coqueteó con Cuauhtémoc Cárdenas, apoyando su candidatura presidencial, y el sistema priísta nunca se lo perdonó. Las corruptelas de los líderes sindicales son típicas y unánimes. Son pocos los que se salvan. La mayoría saben que se pueden enriquecer con métodos ya conocidos: venta de plazas, contratos a modo, malversación de cuotas, robo a manos llenas… A “La Quina” no lo tumbaron porque fuera corrupto. Todos los líderes del sindicato petrolero lo han sido. El que “cae” de manera estrepitosa, es por haber roto las reglas no escritas del partido corporativista al que pertenecen. Sobre todo si revela secretos de familia, como lo hizo Joaquín Hernández Galicia al apoyar la publicación de aquella truculenta historia de los hermanos niños Carlos y Raúl Salinas de Gortari, “venadeando” en su jardín, a la sirvienta para asesinarla.
Aunque sabíamos que el remplazo de “La Quina” daba igual, nunca imaginamos el nivel atroz de corrupción del sustituto. Carlos Romero Deschamps ha superado con creces a su mentor, a quien, por cierto, años más tarde, traicionó.
Sus corruptelas nunca han tenido límite: ni del Estado ni de la justicia, y mucho menos de los petroleros sindicalizados que le han permitido llenarse los bolsillos a manos llenas, con la correspondiente repartición a su camarilla más cercana. Los casos de corrupción inundan su historial desde hace 17 años ante la atenta mirada cómplice del sistema político mexicano y la inoperante procuración de justicia.
Quien crea que Romero Deschamps se va a dejar derrocar así nomás, está equivocado. Es uno de los grandes impunes de México y tiene todo el poder que le permitieron acumular los suyos. Conoce muy bien la podredumbre del PRI, partido al que pertenece desde 1961. Y lo más importante: domina plenamente las miserias de varios ilustres priístas; miserias humanas que luego pueden llegar filtradas a la prensa.
Recordemos que en el 2001 fue denunciado junto a Ricardo Aldana y Jesús Olvera por el desvío de 500 millones de pesos de recursos públicos, asignados al gremio para financiar la campaña presidencial del PRI del año 2000. Por supuesto que el señor y los otros petroleros se ampararon varias veces y de esa forma evitaron la cárcel, pero no pudieron evitar la multa de mil millones de pesos.
Y es que Romero Deschamps no está dispuesto a dejarse tumbar por un señor como Peña Nieto, que busca al igual que Salinas de Gortari, legitimarse con su encarcelamiento y controlar al sindicato petrolero para emprender la privatización de Pemex. Por algo, el antiguo líder se apresuró a reelegirse por tercera ocasión. El sistema “democrático” del STPRM le permitirá quedarse hasta el 2018, si antes no lo arresta el brazo inquisidor de la ley priísta. En México vivimos en un constante déjà vu. Ahora “el Quinazo” puede ser “el Romerazo”.
A diferencia de “La Quina” a Romero Deschamps no es necesario plantarle armas, drogas o cadáveres. Su enriquecimiento ilícito es público y notorio. El dinero es muy chismoso. Allí están sus yates, relojes, coches de colección, jets, casas, su castillo… “Follow the money” y la procuraduría que debería investigar de oficio, encontraría sus cuentas bancarias repletas del dinero de todos los mexicanos. El Estado mexicano no detiene a Romero Deschamps porque no quiere.
No solo el acaudalado líder petrolero vive su fortuna de manera ostentosa, también sus famosos hijos: Paulina y José Carlos, que no se cortan ni un pelo en la exhibición de su riqueza. Ella con su perro y sus exóticos viajes en su jet privado. Y él por su ritmo de vida en Miami donde ha adquirido un par de lujosos departamentos por 15 millones de dólares.
La anunciada caída del líder petrolero nace de sus ausencias, de su desaparición en momentos tan cruciales en la última tragedia petrolera; y en las sospechosas razones oficiales de la explosión del edificio administrativo B2 de la Torre Pemex donde perdieron la vida 37 personas.
Hay quien defiende una interesante teoría de la conspiración: la explosión tiene que ver con otro derrumbe: el de Romero Deschamps. Las dudas razonables en torno al gas metano, sostienen ideas tan descabelladas como esta. Sabemos que la realidad, supera la ficción.
Y más en México, el paraíso de los impunes.
@SanjuanaMtz
Fuente: Sin Embargo