Desafía Obama al Congreso a reducir la desigualdad

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En su informa sobre el estado de la Unión, el presidente Barack Obama desafió a los republicanos para que apoyen medidas para atenuar las desigualdades, como subir los impuestos a los más ricos y a los bancos y bajarlos a los asalariados

El presidente Barack Obama proclamó esta noche, en el discurso sobre el estado de la Unión, que Estados Unidos ha dejado atrás 15 años de guerra y recesión, y fijó como prioridad para los próximos años la mejora de los salarios y las oportunidades para las clases medias.

“Esta noche, pasamos página”, dijo el presidente al Congreso. “En este momento, con una economía en crecimiento, déficits menguantes, una industria desbordante y un boom en la producción energética, hemos salido de la recesión más libres para escribir nuestro futuro que cualquier nación en la tierra. Nos corresponde a nosotros elegir qué queremos ser en los próximos 15 años, y en las décadas venideras”.

El demócrata Obama recobra el pulso. Tres meses después de una de las derrotas más humillantes de su carrera, el presidente de Estados Unidos exhibe sin complejos sus logros económicos y desafía a los republicanos para que apoyen medidas para atenuar las desigualdades, como subir los impuestos a los más ricos y a los bancos y bajarlos a los asalariados. Ha iniciado un proceso de acercamiento a enemigos de décadas como Cuba e Irán. Pese a que la oposición controla, por primera vez desde 2006, ambas cámaras del Congreso, se declara dispuesto a usar sus prerrogativas constitucionales para vetar las leyes más controvertidas.

El discurso sobre el estado de la Unión debe servir para proyectar ante una audiencia millonaria al nuevo Obama, más confiado de lo que se le ha visto desde su reelección en 2012 y preparado para pasar a la ofensiva. El rumbo hacia el final de la presidencia está fijado.

“¿Aceptaremos una economía en la que solo a unos pocos les va espectacularmente bien?”, dijo Obama. “¿O nos comprometeremos con una economía que genere ingresos cada vez más altos y oportunidades para todos los que se esfuercen?” La desigualdad se ha instalado en el centro del debate en EE UU.

Tras la derrota del Partido Demócrata en las elecciones legislativas del pasado noviembre, Obama parecía desfondado. El Partido Republicano alcanzaba la mayoría en el Congreso y tenía campo libre para actuar como un contrapoder. El fin de la era Obama, decían los comentaristas.

Los votantes habían desautorizado no solo al Partido Demócrata, sino al presidente. Su capacidad para gobernar era más limitada que nunca. No le quedaba otra opción que esperar a que transcurriesen los dos últimos años de su último mandato y plegarse ante una oposición que se propone enmendar o revocar las iniciativas centrales de la presidencia, como la reforma sanitaria.

En unas semanas todo ha cambiado. Obama prometió hace un año, en el anterior discurso sobre el estado de la Unión, que gobernaría por decreto si el Partido Republicano persistía en la táctica del bloqueo sistemático. Ha cumplido. El anuncio de una regularización de millones de inmigrantes sin papeles fue el primer gesto de fuerza de la nueva etapa. La normalización de las relaciones con Cuba es el segundo. Aunque el resultado es más incierto, el éxito de las negociaciones para frenar el programa nuclear de Irán sería el colofón.

“Creo”, dijo el presidente, “en un tipo de liderazgo americano más inteligente. Lideramos mejor cuando combinamos poder militar con una diplomacia fuerte”.

Sobre la guerra en Siria e Irak contra el Estado Islámico, Obama dijo: “El esfuerzo requerirá tiempo. Exigirá concentración. Pero tendremos éxito”.

Sobre la amenaza de la ciberguerra pedirá al Congreso una nueva legislación y avisará: “Si no actuamos, dejaremos que nuestra nación y nuestra economía sean vulnerables”.

Pero ni el Estado Islámico ni la ciberguerra ni Cuba ni Irán ni la inmigración ilegal inciden de forma directa en las vidas de millones de norteamericanos. De ahí que el foco del discurso fuese la economía.

El argumento de Obama se estructura en dos partes. La primera consiste en reivindicar sus políticas económicas. Sus asesores lo repiten estos días: cuando llegó a la Casa Blanca, en enero de 2009, la economía se encontraba en caída libre. EE UU se asomaba a una depresión que habría arrastrado al resto de economías desarrolladas. La recesión fue severa pero los peores temores —una repetición de la gran depresión de los años treinta del siglo pasado— no se cumplieron.

El desempleo baja, la economía crece y los sondeos reflejan brotes de optimismo en un país que lleva años sumido en el pesimismo quizá desde los noventa, los años de la presidencia de Bill Clinton, la última que muchos estadounidenses asocian con un futuro esperanzado. Misión cumplida: este es, en síntesis, el mensaje. La crisis se ha superado.

Y aquí llega la segunda parte del argumento de Obama: ahora es el momento de que las clases medias se beneficien de la recuperación. El estancamiento de los salarios, al tiempo que se disparaban los ingresos de los más ricos, significa que, para una parte de la población, la recesión continúa.

“Esto es la economía para la clase media: la idea de que a este país le va mejor cuando todo el mundo tiene su oportunidad justa, donde todo el mundo recibe lo justo, donde todo el mundo juega con las misma normas”, dijo.

Será difícil que de ahora a las presidenciales de 2016 se adopte otra ley comparable al estímulo fiscal de 2009 o a la reforma sanitaria de 2010. Pero no todo el legado está escrito. El presidente tiene dos años para los últimos retoques. Los EE UU que heredarán Hillary Clinton, Jeb Bush, o quien sea que suceda a Obama en la Casa Blanca empiezan a perfilarse.

Fuente: El País

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