Por Servando Pineda Jaimes
Independientemente de su pasado —militó en el PRI durante 30 años—, la llegada al poder como gobernador de Nuevo León de Jaime Rodríguez, el Bronco, significa para muchos una esperanza, una oportunidad de oro de recobrar para la política mexicana su sentido social. El Bronco es el primer gobernador en la historia posrevolucionaria, que llega al poder sin el apoyo de algún partido político, producto de una reforma electoral que incorporó al escenario nacional la figura de las candidaturas independientes, o como algunos prefieren llamarles, sin partido.
¿Por qué una esperanza?
Porque en estos momentos, la democracia en nuestro país sufre de una grave crisis de credibilidad. En términos llanos, hay un claro, un evidente desencanto con esta forma de gobierno, producto del grave desprestigio que sufren hoy en día sus principales protagonistas: los políticos —con quienes se asocia evidentemente el ejercicio de la democracia—.
Sin embargo, hace bien el Bronco en parar en seco estas desmesuradas expectativas que hay a su alrededor, pues aunque quiera, muy seguramente no podrá cambiar mucho de la noche a la mañana: “No soy Supermán, ni Santaclós”, ha dicho. (Milenio. 5/10/2015). Por lo pronto, parece que su estilo franco y directo ha calado hondo en el ánimo popular, acostumbrado al lenguaje críptico de muchos de los políticos actuales que aunque jóvenes, políticamente se comportan y hacen uso del más rancio estilo de la política mexicana.
“Se les apareció el diablo”, sentenció, y “se irán al infierno a pagar por sus pecados” (Reforma. 5/10/2015), lanza retador a la administración anterior del priísta Rodrigo Medina, acusado de la más espantosa corrupción que gobierno alguno haya ejecutado. De acuerdo al anterior gobierno, deja una deuda de 64 mil 388 millones de pesos, la más alta del país después de la del Distrito Federal; pero que según la “bomba” que soltó el Bronco, en su toma de posesión, la realidad es que el “agujerón” —como él le llamó—, “ronda los 100 mil millones de pesos” (Reforma. 5/10/2015), una cantidad verdaderamente astronómica que pondrá en jaque la viabilidad del proyecto encabezado por el nuevoleonés. Simplemente no tendrá dinero para nada.
El reto no es menor para el Bronco, ¿qué hacer sin dinero? El dilema es mayor. La gente, el pueblo, haciendo honor a nuestro pasado tenochca, exige sacrificios humanos, cabezas, sangre. Que los culpables de tal desfalco vayan a la cárcel. Si no lo hace, el proyecto del Bronco sufrirá un serio revés, pues por lo menos será cómplice si no actúa, y el daño que le hará no sólo a las candidaturas independientes, sino a la democracia misma, será, tal vez irreversible. Está pues ante la bifurcación democrática al que todo gobernante se enfrenta en algún momento de su vida como gobernante en turno: actuar o ser cómplice.
Ante tal panorama, es que se comienzan a entender los resultados de uno de los estudios más sólidos que en torno al estado que guarda la democracia en América Latina, se realiza desde hace 20 años, el llamado Latinobarómetro. En su edición correspondiente a 2015, ofrece en verdad, resultados desalentadores para el caso de nuestro país.
Según el informe, “los latinoamericanos son los más insatisfechos de la Tierra con su democracia, tienen altas expectativas, crecientes grados de empoderamiento y opiniones cada vez más críticas. En el año 2015 sólo tres países registran más de la mitad de su población satisfecha con su democracia: Uruguay, Argentina y República Dominicana”. (Latinobarómetro 2015).
El informe revela también que hay una relación proporcional entre crisis económicas y niveles de aceptación de la democracia. Cuando ocurren aquéllas, los niveles de ésta disminuyen.
Pero en el caso mexicano, la situación es para llorar. Según Latinobarómetro, sólo el 19 por ciento de los mexicanos está satisfecho con la democracia en nuestro país, el más bajo de América Latina, cuyo promedio es del 37 por ciento. Es decir, todos en esta parte del planeta están más satisfechos con su democracia que nosotros. Estamos lejísimos del 70 por ciento de los uruguayos que ocupan el primer lugar.
Por si esto no bastara, el índice de aprobación hacia el gobierno es uno de los más bajos de América Latina. El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene una aprobación de sólo el 35 por ciento; nada más superamos a Venezuela un 30 por ciento; Brasil, 29 por ciento; Paraguay, 26 por ciento y Perú con 24 por ciento; muy lejos de la media que es de 47 por ciento y alejadísimo del elevado 82 por ciento que los dominicanos otorgan a su gobierno. Respecto al Congreso, apenas el 17 por ciento de los mexicanos se sienten representados por este órgano legislativo.
Y así seguimos y podemos ver que el desencanto o la decepción de los mexicanos con la democracia es patético. Sólo el 26 por ciento piensa que las elecciones en nuestros país son limpias; el 21 por ciento que quienes gobiernan lo hacen para el bien del pueblo. Un 26 por ciento cree que el gobierno es transparente y un bajísimo 22 por ciento de nosotros considera que se ha avanzado “algo” en reducir la corrupción en las instituciones del Estado.
Ya ni qué decir respecto al panorama económico. Únicamente el 17 por ciento considera que la distribución del ingreso es justa en nuestro país; y si le asombra, un 57 por ciento se considera de la clase baja, lo que hace suponer que la famosa clase media es un estrato en peligro de extinción y se relaciona con el hecho de que un 47 por ciento indica que sus ingresos no son suficientes. El pesimismo económico que invade al país se refleja en que apenas un 18 por ciento considera que el país progresa y sólo un bajísimo 11 por ciento se encuentra satisfecho con la economía en el país.
Agregue usted que somos de los que menos votamos, 62 por ciento, contra el 67 por ciento del promedio latinoamericano, pero muy, muy por debajo de los uruguayos, que tienen un altísimo 94.9 por ciento; somos también de los que menos cercanos nos sentimos a los partidos políticos con un 32 por ciento; lejos del 72 por ciento de los uruguayos y del 40 por ciento del promedio latinoamericano. Sume usted que ocupamos el último lugar en América Latina respecto a la creencia que tenemos respecto a la limpieza de las elecciones. Sólo el 26 por ciento considera que son limpias, contra el 82 por ciento de los uruguayos que ocupan el primer lugar y un lejano 47 por ciento que es el promedio latinoamericano. Nada halagador para la democracia mexicana, sin duda este informe.
En el caso mexicano, de acuerdo a la ficha metodológica de Latinobarómetro, la encuesta fue realizada por Olivares Plata Consultores S.A. de C.V., quien realizó un muestreo probabilístico modificado con tres etapas aleatorias y por cuotas en la etapa final. Aplicó 1200 cuestionarios y su margen de error fue de +/- 2.8. Para el estudio de 2015, se aplicaron 20, 250 entrevistas cara a cara en 18 países entre el 15 de enero y el 15 de febrero, con muestras representativas del 100 por ciento de la población de cada país de 1,000 y 1,200 casos, con un margen de error de alrededor de 3 por ciento por país. El estudio es producido por la Corporación Latinobarómetro, una ONG sin fines de lucro con sede en Santiago de Chile, que se publica año con año desde 1995 y puede ser consultado en: www.latinobarometro.org.
Como se puede advertir, es desolador pues el panorama para la democracia en nuestro país. De ahí la esperanza que se tiene en el Bronco, que más que un brioso corcel, a la luz de los hechos ojalá y no vaya en camino a convertirse en un solitario salmón cuesta arriba contra corriente.
O parafraseando el informe de Latinobarómetro 2015, que en el caso las candidaturas independientes para México no sea: “Too little and too late”.*
*Expresión utilizada en la Introducción del informe de Latinobarómetro 2015.