Más economistas y menos generales. Esa es la receta del analista de Tom Wainwright para derrotar a los carteles del narcotráfico en México.
La expone en su libro Narconomics. How to run a drug cartel (“Narcoeconomía: cómo manejar un cartel”).
Excorresponsal de la revista The Economist en México y uno de los editores de la publicación, Wainwright asegura que los carteles han adoptado estrategias empresariales de grandes compañías como Walmart, McDonald’s o Coca-Cola.
Y que para combatirlos es necesario cambiar el enfoque, explica en conversación con BBC Mundo.
“Los carteles se comportan como empresas y, si queremos derrotarlos, hay que empezar a analizarlos usando la economía”, explica.
Desde relaciones públicas hasta la responsabilidad social empresarial, pasando por el área de recursos humanos: los narcos han aprendido de las multinacionales.
El autor ejemplifica su punto al sostener que los carteles adoptaron el modelo de franquicias de McDonald’s, la diversificación de Coca Cola o gestión de la cadena de suministro de Walmart.
A la cadena de almacenes Walmart, explica Wainwright, se la ha acusado de funcionar como un “monopsonio”, es decir, el comprador monopólico de un producto en el mercado.
Los carteles funcionan de forma similar con la compra de la coca en Sudamérica, asegura, ya que si quienes la cultivan tienen una mala temporada o el cultivo es destruido, el vendedor no tiene más remedio que igual venderle al cartel.
Eso hace que, aunque aumente el precio de la hoja de coca por la que forma en que operan los narcotraficantes, el costo final del producto y las ganancias se mantengan invariables.
Aplicando ese razonamiento, el autor afirma que es necesario que los gobiernos empiecen a hacer las cosas de una manera distinta.
Reducir la demanda
Uno de los ejes de la teoría de Wainwright es que, como la estrategia centrada en la reducción de la oferta de la droga ha fallado, es necesario concentrarse en el objetivo de intentar desalentar la demanda.
Es “difícil”, reconoce, “pero la evidencia sugiere que es más fácil reducir el consumo atacando la demanda que atacando el suministro”.
Para ello cita una investigación que analizó el impacto de destinar US$1 millón para reducir el consumo de cocaína en EE.UU.:
- Por cada millón gastado en interceptar el producto en Sudamérica, el consumo se reducía 10 kilos.
- Por cada millón usado en educación contra las drogas en escuelas, el consumo caía alrededor de 20 kilos.
- Por cada millón destinado al tratamiento de adictos, el consumo bajaba unos 100 kilos.
“Ahí es donde deberíamos enfocar nuestra inversión. En su lugar, nos centramos en la parte menos eficaz del mercado“, sostiene el autor.
Los fallos de la estrategia
Según Wainwright, la experiencia demuestra que intentar acabar con el suministro no ha generado una disminución en el consumo y que el mercado de drogas ha incrementado su valor.
Aunque en las últimas décadas casi la mitad de las plantaciones de coca han sido destruidas, los carteles han logrado evitar un aumento en el precio de la cocaína y la demanda se ha mantenido estable.
Otro error de los gobiernos ha sido, en los momentos de ajustes, reducir el gasto en la rehabilitación de prisioneros o el tratamiento de adictos pero dejar intacto el gasto en operaciones policiales y militares.
Entre los fallos incluye la falta de una coordinación adecuada entre países al lidiar con un negocio global y, fundamentalmente, que los gobiernos “erróneamente equiparan la prohibición con el control”.
“Cuanto más aprendía sobre la manera en que los carteles hacen negocios, más me preguntaba si la legalización, lejos de ser un regalo para los mafiosos, podría ser su ruina”, escribe en el libro, cuya versión en español se publicará en el segundo semestre del año.
La compra de cocaína no es mejor que hacer una donación a Estado Islámico”
Pero, para Wainwright, parte de la responsabilidad del fracaso en las políticas contra las drogas también recae en quien adquiere drogas de forma ocasional y para consumo social.
“Los consumidores necesitan que se les diga muy claramente que cada vez que gastan US$100 en un gramo de cocaína en Nueva York, Londres o Madrid están ayudando a financiar que personas en Sudamérica sean decapitadas, despellejadas o quemadas vivas. La compra de cocaína no es mejor que hacer una donación a Estado Islámico“.
Corrupción
En México, considera Wainwright, gran parte del éxito de los cárteles se debe a la corrupción de las autoridades.
Aunque muchos de los funcionarios en el país tengan actitudes “heroicas”, los carteles tienen tal poder sobre las personas usando “plata o plomo” por lo que muchos que terminan siendo corrompidos son amenazados y no sólo sobornados.
“En algunas partes del país se necesita un valentía extraordinaria para no convertirse en corrupto”, afirma.
Sin embargo, hace hincapié en que “una actividad ilegal sólo es posible con cierto grado de acuerdo entre las autoridades que están a cargo de detenerla”.
El periodista británico considera que mientras Estados Unidos y Europa “continúen importando miles de millones de dólares de un producto que -insisten- siga siendo ilegal, una gran industria criminal va a existir”.
“O la gente tiene que dejar de consumir drogas o el suministro tiene que ser trasladado a la economía legal”.
Se estima que el costo anual global de la guerra contra las drogas para el contribuyente es de US$100.000 millones y que el negocio le genera a los carteles unos US$300.000 millones cada año.
Naciones Unidas se apresta a discutir entre el 19 y el 21 de abril el problema mundial de las drogas en el marco de una sesión especial de la Asamblea General.
Cuando el consenso casi mundial es que la guerra contra las drogas ha fallado, el análisis de Wainwright es una voz que se suma a los llamados por un nuevo enfoque y se lanza a explicar por dónde se podría comenzar.
“Aplicar un análisis económico y empresarial a los carteles de la droga puede parecer extravagante”, escribe, “pero no comprender la economía del comercio de drogas ha condenado a los gobiernos a despilfarrar dinero y vidas en políticas que no funcionan“.
Fuente: BBC Mundo