(y las necesidades políticas)
Por Guillermo Almeyra
Antes que nada, registremos un hecho auspicioso: el EZLN se opone a Peña Nieto y hace política al reclamar la aplicación de los acuerdos de San Andrés. Eso lo coloca ante la necesidad de decidir si aplicar el mejor solos que mal acompañados y contar solamente para esa tarea, a lo sumo, con cerca de un cuarto de millón de mexicanos (sus bases chiapanecas y algunos más), o si, con mayor realismo e inteligencia, plantearse qué hacer en común con las decenas de millones que por años han combatido y combaten batallas en las que el EZLN y la otra campaña (OC) no siempre estuvieron ni están.
O sea, de ver en qué puede haber coincidencias con la voluntad de las bases de Morena que, concediendo incluso la tontería calumniosa de que AMLO preparó ataques militares contra las bases zapatistas, con toda seguridad no sólo no participaron en esos y otros ataques contra ellas sino que también son la principal base de apoyo nacional del EZLN para defender las comunidades indígenas y lograr que el Estado capitalista y el gobierno ultra represivo de Peña Nieto se vean obligados a reconocer en la Constitución todos los derechos indígenas, cosa que figura en el programa de Morena.
¿Acaso millones de mexicanos que han peleado durante décadas son peleles maniobrables por unos pocos hombres de Morena, y acaso ésta forma parte de un plan siniestro del innombrable CSG?
No sirven para nada los comunicados llenos de citas frívolas pero totalmente vacíos de ideas (salvo la de que los indígenas zapatistas siguen estando ahí, como siguen estando ahí, igualmente, las luchas de todos los otros sectores populares mexicanos) o los insultos y calumnias como única respuesta a los argumentos que buscan sacar al EZLN de su aislamiento y construir en México un frente único que evite al país lo peor, que aún está por venir con el represor de Atenco y continuador de la política de Calderón y el PAN que el PRI apoyó.
La gente pensante que simpatiza con la política del EZLN seguramente debe sentir vergüenza ajena cuando califican de traidor a Armando Bartra, escriben que soy un vividor y un vil mentiroso sin tomarse el trabajo de demostrarlo y dicen que me corrieron de San Miguel Tzinacapan (donde jamás estuve), o sugieren, haciendo un juicio estalinista de intenciones, que busco chamba de parlamentario en Morena, partido que cualquiera sabe siempre he criticado y del cual ni siquiera soy miembro.
Ese primitivismo político y la superficialidad y altura de los dibujitos son nefastos para la causa del EZLN y contribuyen a debilitarlo. Sería hora de que la dirección del EZLN cambiase de métodos, buscase puentes hacia quienes tienen con sus luchas muchas coincidencias y se dirigiese fraternalmente a los millones de mexicanos que defienden los derechos democráticos y todas las conquistas seriamente amenazadas por la alianza entre el PRI-PAN y sus paleros.
Lo que cada uno piense de la dirección del movimiento con el que está condenado a aliarse aunque sea en algunos puntos si quiere tener eficacia –o sea, de la dirección de Morena, del EZLN y la OC– no puede ser silenciado pero debe ser expresado de modo civilizado, para educar políticamente a sus bases respectivas y a todos los trabajadores mexicanos y enseñarles a establecer prioridades.
Hoy lo esencial es golpear juntos para obtener la extensión de los derechos constitucionales de los pueblos y organizar en todo el país miles de regiones autónomas. El enemigo principal, desde siempre, no es Morena, al que conviene ayudar a avanzar en las luchas comunes que hay que librar para que pueda desembarazarse del lastre salinista y del electoralismo.
No hay otro aliado posible fuera de ese movimiento compuesto por los millones de trabajadores que votaron por AMLO y también de los centenares de miles que militan en la izquierda y en los sindicatos combativos y quieren crear una organización política de los trabajadores para combatir contra las instituciones oligárquicas al servicio del capital financiero internacional y dar vida, en la lucha y desde abajo, a otras instituciones basadas en la autogestión.
La alternativa al frente único –donde cada uno mantenga sus opiniones mientras se lucha en común por objetivos fundamentales– no puede ser el aislamiento vociferante.
Éste no se rompe sólo juntándose con grupos confusos de supuestos puros heterogéneos, ni con contradictorios movimientos indígenas latinoamericanos. Mucho menos aún pretendiendo que el Buen Vivir consiste en revivir el pasado y no en construir, con los elementos válidos de éste, un futuro de autogestión social generalizada, de democracia comunitaria, para el 15 por ciento indígena del país pero también para la mayoría de la población trabajadora del mismo.
Si en África los usos y costumbres ancestrales incluyen la esclavitud, la ablación del clítoris de las jóvenes o el trabajo brutal de las mujeres, en América mantienen la discriminación de los jóvenes por los viejos, de las mujeres por los hombres y la miseria y la ignorancia unidas a la brutalidad. Las comunidades zapatistas lo saben bien porque están tratando de reducir el peso de esas tradiciones.
El Buen Vivir está delante de nosotros, no atrás. Se conquista luchando por eliminar este sistema social basado en la dominación y explotación de la mayoría, construyendo conciencia y bases de nuevas relaciones sociales paraestatales, practicando y aprendiendo la democracia, haciendo circular ideas y discutiéndolas democráticamente.
El principal aislamiento que el EZLN debe y puede superar es el que resultó de sus carencias políticas e ideológicas. En él existe aún gente que piensa, es seria y desea construir alianzas para concretar sus objetivos. Llegó la hora de que luchen junto a otros, sin abandonar las críticas pero buscando lo que une, no lo que separa, y discutiendo para superar, no para envenenar las relaciones políticas y humanas.
Fuente: La Jornada