Por Víctor Flores Olea
Pocas campañas presidenciales han sido tan claramente de derecha, en los últimos tiempos, como la de Jair Bolsonaro, quien llegó recientemente a la Primera Magistratura de Brasil con base en una ideología de extrema derecha, que viene de un conjunto de fenómenos que ha vivido en los últimos tiempos la gran nación latinoamericana. Desde la crisis de un gobierno de izquierda encabezado por Lula da Silva, que incluye también los crueles años de dictadura militar, pasando también por años de inestabilidad política y ausencia de un claro plan de desarrollo, mas allá de la pobre retórica utilizada por la mayoría de los dirigentes, probablemente con la única excepción de Fernando Henrique Cardoso ilustrado como ningún Presidente latinoamericano.
En este orden de cosas, la presidencia en manos de Jair Bolsonaro significa también una circunstancia excepcional en la historia de América Latina, el hecho de que un candidato a la presidencia en un país tan importante como Brasil se haya exhibido tan abiertamente como de extrema derecha, precisamente para construir su candidatura. Debemos decir, por lo demás, que en Davos se confirmó plenamente el apoyo que recibía el brasileño de Donald Trump, Presidente de Estados Unidos, y de Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel, ambos bien conocidos por sus ideas y sus prácticas neofascistas. Pero la cuestión más importante es que en la reunión por excelencia del capitalismo mundial, fueran ovacionados estos representantes de países tan importantes como Estados Unidos e Israel. Davos dió la impresión este año de que la extrema derecha, y el capitalismo sin frenos, ocupa en el mundo un lugar de vanguardia apenas discutido.
Con un problema adicional: que la extrema derecha le otorga una grata bienvenida a los “nuevos” acólitos de su ideología, dando entonces la impresión de que el mundo reorienta su dirección no solamente hacia el capitalismo sino hacia sus versiones mas radicales y extremas, fascistas o neofascistas. Y esto es lo más peligroso en que se pueda pensar: que el mundo esté dirigiendo sus pasos hacia la repetición de una atmósfera de civilización que se autodestruye, que se aniquila a sí misma sin miramiento alguno.
Hemos de repetir que no vemos como inminente, y por decirlo así “a la vuelta de la esquina”, la destrucción o desaparición del mundo tal como lo vemos hoy, pero sí debemos ser conscientes de que su conservación para un fin de superación humana y cultural debe ser obra del esfuerzo de todos, de la humanidad entera y no sólo de un pequeño numero de obsesivos. Y me parece que estos luchadores deberán hacerlo sin descanso, seguros del triunfo y de su razón
Ahí está el caso de Estados Unidos abandonando olímpicamente los Acuerdos de París sobre el Medio Ambiente, y perdiendo al interior de su país, el que más contamina simplemente por su capacidad tecnológica, utilizada sin frenos apreciables.
Cuando Bolsonaro afirmó en Davos, dirigiéndose a la élite capitalista mundial, en los gobiernos y en la iniciativa privada “Brasil tiene necesidad de ustedes, pero lo inverso es también verdad”, está ya aludiendo a una configuración del capitalismo mundial que implica alianzas y acuerdos no establecidos antes en la mismo escala, y con una orientación tal que debieran hacer temblar al mundo, porque se dirigen al polo más negativo y destructivo..
En un artículo extraordinario por su actualidad y profundidad, publicado en La Jornada del 7 de abril, en el que plantea múltiples cuestiones a debatir, Pablo González Casanova se refiere al neoliberalismo y a la corrupción cuyo origen profundo se encuentra en “en el ramoso gangsterismo de Chicago y en las mafias de Italia”. En cuanto los países de “origen colonial, semicolonial y periférico, utilizan permanentemente a grupos de matones al servicio de sus amos o caciques o de las compañías transnacionales como la Compañía de Indias inglesa o la MamitaYunai estadunidense”.
En cuanto al presente, continúa González Casanova, “los integrantes del crimen organizado, los antiguos y nuevos ricos, combinan sus conocimientos económicos y políticos, y todos con los criminales y tecnológicos, participando en la dominación de un mundo en el que se exige la práctica de la normativa moral entre los altos estratos de accionistas y de grandes propietarios, que al mismo tiempo urden medidas de especulación y depredación que desembocan en el mismo siglo XXI en nuevas formas de acumulación primitiva, despojo, así como de esclavismo, de servidumbre, de tributación y de salarios o ingresos de hambre que viven las mayorías, después de haber sido despojados de sus tierras y terrirtorios…”.
Nada, que la economía vigente y su organización global, además de sólo destinar sobras y despojos a la alimentación fragmentaria, y apenas el vestido elemental y la atención secundaria de las enfermedades de los más pobres, en las peores condiciones …”. Así, con estos fines, de ovacionó en Davos a los capitalistas y financieros de la corrupción… y del fascismo.
Fuente: La Jornada