Por Tim Patterson
El cantante llena la habitación con su potente voz de barítono, dos trompetas resuenan y las guitarras acompañan con un ritmo constante, mientras los clientes, con un tequila en mano, aprueban con fuertes silbidos.
Es un miércoles típico en el templo del mariachi: el Salón Tenampa. Ante el caos del sonido, una sonriente pareja da vueltas en la pista de baile, mientras los músicos sudan sus uniformes de un tono oscuro de azul con toques dorados y plateados.
Ubicado en la Plaza Garibaldi de la Ciudad de México, el Salón Tenampa ha sido atractivo para visitantes nacionales y extranjeros durante 90 años. Este año, para celebrar su aniversario, el restaurante abrió un pequeño bar con vista a la plaza, un tradicional punto de reunión para conjuntos de mariachi, en donde los integrantes a veces juegan a las cartas o revisan sus teléfonos celulares mientras esperan la llegada de posibles clientes.
También se pueden encontrar en el lugar a músicos de música norteños, con sus oscuros sombreros vaqueros, o a intérpretes de música jarocha, uniformados de blanco en su totalidad.
Al interior del Tenampa, tiras de papel en tonos pastel, con elaborados recortes, cuelgan del techo como unas pequeñas banderas festivas. Los clientes alcoholizados cantan a la par del mariachi o ponen a prueba su valentía con una máquina que da descargas eléctricas, conocida popularmente como “los toques”.
Detrás de la barra de madera, se muestra una placa con el nombre del fundador del lugar, Juan I. Hernández, y su retrato observa a los cantineros, vestidos en delantales negros, y a los clientes que se sientan en los taburetes forrados en piel. Hernández trajo a la Ciudad de México las tradiciones de mariachi y tequila de su estado natal, Jalisco, y han sido la principal atracción del lugar desde 1925.
“Esta es considerada la casa del mariachi” y es uno de los restaurantes más antiguos de la plaza, señaló César Coronado Ferrer, un cantante que ha actuado en el Tenampa durante 30 años. Las paredes del lugar están adornadas con murales con grandes leyendas del género musical, como Pedro Infante y Javier Solís.
“Es como un símbolo de México”, señaló Coronado, quien recalcó que la UNESCO designó a la música de mariachi como “patrimonio cultural inmaterial” en 2011.
Lo que hace especial al restaurante es “la historia que tenemos”, dijo Carlos Almazán Pérez, quien ha sido gerente del restaurante durante ocho años. “Todas las personas que han pasado por aquí: los cantantes, los compositores”.
Detrás de la barra, Abraham Manilla mezcla un popular coctel de “ponche de granada”, con jugo de granadina, vino tinto, tequila y algunas nueces picadas, servido en un tarro de barro.
“Aquí, los visitantes quieren la experiencia del México clásico, en la música, en la comida y los tragos”, dijo el cantinero. “Aquí en el restaurante se han escrito por lo menos cuatro canciones”.