El discurso cumbre de Abraham Lincoln, que definió su presidencia y en el que encaró el tema de la igualdad en Estados Unidos, cumple 150 años este martes 19 de noviembre.
La alocución, pronunciada en la Dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados en la ciudad de Gettysburg (Pensilvania) el 19 de noviembre de 1863, cuatro meses y medio después de la sangrienta Batalla de Gettysburg durante la Guerra Civil Estadounidense, es muy corto, pero muy intenso.
El discurso comienza diciendo “Hace ochenta y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada en el principio de que todas las personas son creadas iguales”.
Pero los ideales expresados en el discurso, como ha sido usual, no coincidían con los hechos. En el cementerio que estaba dedicando Lincoln, no se enterró a ningún soldado de color por las políticas de segregación que continuaron durante las décadas siguientes.
No fue sino hasta 2003 que se reconoció formalmente este hecho, con una placa que establece el error.
El discurso será leído nuevamente este martes en una ceremonia que comenzará con un evento en el cementerio y un saludo de las tropas frente a las lápidas de las tumbas de los caídos.
La guerra civil estadounidense o Guerra de Secesión enfrentó a las fuerzas de los estados del Norte (los Yanquis) contra los recién formados Estados Confederados de América, integrados por once estados del Sur, que proclamaron su independencia.
La guerra, peleada entre los años 1861 y 1865, tuvo el trasfondo de una lucha entre dos tipos de economías totalmente distintas: una industrial-abolicionista (Norte) y otra agraria-esclavista (Sur).
El presidente Lincoln fue asesinado el 14 de abril de 1865 en Washington, cuando la guerra civil llega a su fin, a manos de un simpatizante de los confederados.
He aquí el discurso completo:
Hace ochenta y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada en el principio de que todas las personas son creadas iguales.
Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar de último descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.
Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar.
El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente.
Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo.
Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.
Fuente: Voz de América