Cuando el papa Francisco llegue el viernes a México para una visita de cinco días, encontrará un país con una creciente devoción a la Santa Muerte pese al rechazo de la Iglesia católica. Entre 10 y 12 millones de personas que viven EU, México y Centroamérica son adeptos y eso preocupa la iglesia, advierte Andrew Chesnut, experto en religiones de la Universidad de Virginia Commonwealth.
Dos semanas después de bautizar a su hija en una iglesia católica, los padres de Adriana la volvieron a vestir de blanco para un segundo sacramento, esta vez bajo el amparo de la esquelética Santa Muerte.
La bebé de tres meses duerme mientras la ministra del templo rocía agua bendita, una infusión de pétalos de rosa, frente a 300 personas reunidas al pie de una estatua de 22 metros de una Santa Muerte levantada en un predio de las orillas de la Ciudad de México.
Cuando el Papa Francisco llegue el viernes a México para una visita de cinco días, encontrará un país con una creciente devoción a la Santa Muerte pese al rechazo de la Iglesia católica.
Todos los domingos, una gran multitud visita el templo al aire libre de Enriqueta Vargas para orar frente a la estatua negra de fibra de vidrio, erigida en 2007.
Sus adoradores le llevan tequila, dulces y ramos de flores a las seis capillas con las que cuenta la figura, donde rezan por amor, dinero y salud.
El templo de Vargas destaca del resto por celebrar bodas y bautizos.
Los jóvenes padres de Adriana, Daniel Anguiano y Lucero Aguilar, cuentan que se acercaron a la Santa Muerte debido a las complicaciones que sufrió ella durante el embarazo.
“Yo le prometí que si me daba a mi hija con buena salud, iba a estar aquí en frente de ella bautizándola”, comentó Anguiano de 22 años, trabajador de la cervecera Corona.
Al igual que muchos seguidores de la ‘calaca’, Daniel y Lucero, de 18 años, también son católicos pese a que el Vaticano califica esa creencia como blasfemia.
Considerar una imagen de la muerte como una santa “es un absurdo”, dijo a la AFP el cardenal Norberto Rivera, arzobispo primado de México. “Todo cristiano, se supone, está a favor de la vida y no de la muerte”, remató.
Pero la Iglesia católica está perdiendo la batalla contra la Santa Muerte, famosa por ser adorada por narcotraficantes, aunque en realidad es venerada por todo tipo de personas, desde obreros, policías, doctores y hasta maestros.
“Cada vez que vienen a entrevistarnos, (los periodistas) están buscando delincuentes pero no los encuentran”, reclama la “madrina” Vargas antes de dirigir la ceremonia masiva, en la que los devotos se sientan, arrodillan e invocan a la Santa Muerte mientras rezan el “Padrenuestro”.
Andrew Chesnut, profesor de estudios de religiones en la Universidad de Virginia Commonwealth, Estados Unidos, estima que entre 10 millones y 12 millones de personas que viven en ese la Unión Americana, México y Centroamérica son adeptos, y eso preocupa la iglesia.
“Este ha sido el crecimiento más rápido de un movimiento religioso nuevo, no sólo en México, en todas las Américas”, dijo a la AFP Chesnut, autor de “Santa Muerte: La segadora segura”.
Los historiadores han calculado que su veneración se remonta a finales del siglo XVIII, cuando los indígenas adaptaron imágenes españolas de La Parca en la Santa Muerte, provocando que la Iglesia católica destruyera sus incipientes capillas.
Después de eso, su veneración se mantuvo en la clandestinidad hasta que antropólogos encontraron a algunos de sus devotos en la década de 1940, dijo Chesnut.
La mayoría de los seguidores eran mujeres que le piden desaparecer a las amantes de sus esposos, añadió el experto.
El número de devotos se disparó a principios de 2001 cuando otra mujer, llamada Enriqueta “Doña Queta” Romero expuso una figura de la Santa Muerte en el peligroso barrio de Tepito en Ciudad de México.
Ahora, un flujo constante de devotos viene a su altar para ayuda de rodillas. Una multitud participa cada primer día del mes en una ceremonia masiva.
Romero también es una devota católica. “De una mano me lleva Dios nuestro señor y de la otra la muerte. Y cuando me muera, diosito le va a decir a la flaquita, ‘vete por Doña Queta'”, dice esta bisabuela de 70 años.
“Bendito sea Dios que viene (el Papa) para que nos de muchas bendiciones y se componga la pobreza”, desea Doña Queta.
La justicia de la Santa Muerte
La guardiana del templo al aire libre ubicado en Tultitlán, Enriqueta Vargas, de 59 años, se volvió adepta de la Santa Muerte después de que su hijo, quien fundó el templo, fue asesinado a balazos en 2008.
“Yo le hice una promesa en ese entonces a la Santa Muerte de que si me entregaba los asesinos de mi hijo, yo iba a enaltecerla, iba a tratar de llevarla lo más lejos que se pudiera”, comenta a la AFP Vargas.
El domingo pasado un nuevo seguidor visitó su templo al aire libre.
Félix Lugo, de 74 años, cree que la Santa Muerte provocó que se cayera en su regadera en 2013, causándole lesiones en la pierna, en castigo por haber deseado que un vecino suyo no fuera capaz de construir un altar en su honor.
“Estoy aquí para pedir perdón. Siento como si la hubiera ofendido”, confiesa Lugo, devoto también de la santa patrona del país, la Virgen de Guadalupe. Lugo quería saber si puede adorar ambas imágenes.
“Claro que puede”, le responde Vargas.
Fuente: AFP