Cultivo de aguacate bajo yugo templario

0

El cártel de la droga conocido como los Caballeros Templarios ha traspasado el secuestro, asesinato, lavado de dinero y terror al lucrativo negocio mexicano del aguacate, mediante la extorsión a los productores.

Por Jan-Albert Hootsen. Vocativ/Radio Nederland

Las colinas del estado de Michoacán, al oeste del país, tienen un encanto casi mediterráneo. Las plantaciones de aguacate ocupan gran parte de México, y las hileras de sus pequeños árboles recuerdan los olivares del sur de Europa.

En estas idílicas plantaciones se cultivan millones de kilos de aguacates para su consumo en Norteamérica. Pero bajo la piel verde y fresca de la fruta (y de los cuencos de guacamole que produce) se esconde una oscura historia: los Caballeros Templarios. Se trata de un cártel del narcotráfico,  infiltrado en el sector del aguacate y que controla el mercado local, desde la producción hasta su distribución.

En México, el aguacate es un alimento básico desde hace miles de años. También es el principal producto de exportación de Michoacán, donde se encuentra el 72% de todas las plantaciones mexicanas de esta fruto. Más del 80% de los aguacates de Michoacán se exportan a Estados Unidos (principalmente la aceitosa variedad Hass). En el último semestre del 2012 y principios del 2013, EE.UU. importó este producto por valor de casi 1 billón de dólares. No sorprende, pues, que haya sido apodado como el
“oro verde”, ya que produce más beneficio que cualquier otro cultivo, incluida la marihuana.

Pocos aquí saben más de los aguacates que Jesús, cuya familia ha cultivado y visto crecer el aguacate durante generaciones. Jesús, de 50 años de edad, me llevó por sus tierras para enseñarme los entresijos de este mercado… eso sí a condición de que no revelara su verdadero nombre. Como muchos otros cultivadores de aguacate, teme a los Templarios.

“El aguacate nos hizo muy ricos”, nos cuenta mientras atravesamos  kilómetros y kilómetros de plantación. “Un comerciante puede ganar, con una sola hectárea y una cosecha cada seis meses, hasta 1 millón y medio de pesos al año (113.000 dólares). En los buenos años, yo ganaba fácilmente un millón y medio de dólares al año”.

Esos buenos años son las décadas de los 80 y 90, cuando la familia de Jesús se contaba entre las más acomodadas de Michoacán. Esos días han desaparecido: el año pasado, Jesús apenas obtuvo un beneficio total de 15.000 dólares. Hubo un tiempo en que tenía más de 100 trabajadores; ahora solo quedan siete. “Los Templarios han arruinado mi negocio”, comenta. “No sé cuánto aguantaré hasta que quiebre”.

Durante décadas, los ricos narcotraficantes han comprado plantaciones de aguacate para el blanqueo de dinero o para legitimar sus ingresos. Sin embargo, no fue hasta hace siete años que los Templarios se involucraron más en el negocio de la fruta.

El cártel proviene de un grupo de narcotraficantes conocido como La Familia Michoacana. La Familia fue fundada por Nazario Moreno, apodado El Loco, un antiguo predicador que, supuestamente, escribía su propia versión de la Biblia y reclutaba nuevos miembros en centros de desintoxicación. La Familia ganó, bajo su tutela, miles de adeptos, la mayoría de ellos convertidos a la extraña variante que Moreno desvió del cristianismo evangélico. Su doctrina utilizaba versículos del Antiguo Testamento para justificar decapitaciones y otras prácticas brutales. No contenta con el tráfico de marihuana, cocaína y heroína, La Familia protagonizó una variedad de escándalos de extorsión en Michoacán. El negocio del aguacate fue uno de ellos.

Tras el supuesto asesinato de Moreno, en el 2010, las luchas internas terminaron por disolver la banda, que se regeneró en los Templarios. Esta nueva banda amplió la incursión de Moreno con extorsiones y secuestros. Más aún, los agricultores y comerciantes del aguacate aseguran que los Templarios no sólo les exigen dinero sino que controlan los cultivos y las plantas de embalaje.

En Michoacán, muy pocos se atreven a hablar abiertamente sobre los Templarios. Los agricultores prefieren, simplemente, llamarlos «los malos». Con unas 100.000 personas trabajando directa o indirectamente para el cártel, aquí impera el estado de alerta.

“Nos observan en todo momento”, explica Jesús mientras comemos un taco en Uruapán. En cuanto un hombre de unos 30 años, con gorra, se sienta a su lado, cambia rápidamente de tema. El joven lleva una espada tatuada en el codo, uno de los símbolos de los Templarios.

La extorsión como medio de presión

La mayor parte del éxito del cártel se debe a su despiadada eficiencia. Mediante amenazas y sobornos, los Templarios han conseguido que el Comité Estatal de Sanidad Vegetal de Michoacán, la autoridad que regula los protocolos de calidad de los productos agrícolas, les proporcione información detallada de cada uno de los agricultores de aguacate en la zona. Todos ellos deben comunicar a las autoridades del estado las dimensiones de sus plantaciones y el volumen de su producción.

La extorsión suele realizarse por teléfono. Los narcos llaman a los agricultores y les comunican cuánto deben pagar: 10 centavos por cada kilo de aguacate que produzcan, 115 dólares por cada hectárea de tierra que posean. Quienes exportan la fruta deben pagar hasta 250 dólares por hectárea. Los Templarios recogen el dinero (entregado en una bolsa en un lugar acordado) una vez al año, normalmente en enero.

Las cuotas de extorsión no son negociables, nos cuenta un agricultor, cuyo nombre desea mantener anónimo por temor a las represalias. “No sirve de nada intentar convencerlos para que rebajen la cuota. Saben exactamente cuánto ganas y si les mientes, te matan a ti o algún familiar”.

Este agricultor perdió dos hijos el años pasado. Se negaron a ceder una plantación a los Templarios y fueron secuestrados en Guadalajara, la capital del vecino estado de Jalisco. “Me exigieron un millón y medio de dólares. Vendí todo lo que pude, mi casa, mi coche, todo”. Incluso después de pagar el rescate, sus hijos no fueron liberados, por lo que cree que fueron asesinados. Los Templarios suelen deshacerse rápidamente de sus rehenes.

Cualquier eslabón en la cadena de la producción del aguacate representa una mina de oro; desde los cuadrilleros (cuyas agencias de trabajo temporal están obligadas a pagar 3,50 dólares al día por trabajador) hasta aquellos que venden, trabajan y venden las plantaciones. El negocio de la extorsión es lucrativo: en algunos municipios, las operaciones se calculan hasta tres millones de dólares al año.

La Plata o el plomo

Jesús afirma que los Templarios quieren controlarlo todo, y que el cártel ya está robando tierras y haciéndose con las plantas de embalaje. No tiene sentido luchar contra la banda, se lamentan muchos agricultores. Los Templarios cuentan con cientos de abogados y notarios para blanquear dinero y falsificar escrituras y contratos.

La mayoría de estos administrativos participa involuntariamente en la banda. Les dan a elegir entre la plata o el plomo. Hace tres semanas, un notario en Uruapán se negó a firmar las actas de traspaso de sus plantaciones al cártel. El castigo fue duro: su hijo fue secuestrado y asesinado unos días después.

La extrema violencia entorno al negocio del aguacate en México es relativamente nueva, así como el dominio de la industria en el país vecino. En 1997, el Congreso de Estados Unidos levantó un embargo sobre el aguacate mexicano vigente durante ochenta años.

Desde entonces, el negocio resurgió y varios comerciantes de aguacate, como West Pak y Mission, se afincaron en Michoacán y otros lugares. Intenté contactar con ambas empresas para saber si los Templarios habían afectado su negocio pero no obtuve ninguna respuesta.

Desde el pasado enero, el precio del aguacate Hass en Estados Unidos ha aumentado un 20% aproximadamente, si bien no está claro si el incremento del precio está relacionada con los Templarios. Por otro lado, la extorsión del cártel en la industria de la lima ha conllevado una bajada del precio de la fruta en México D.F.

En opinión de Jesús, el cártel está ya haciendo daño a los consumidores locales y podría extenderse al extranjero. “Los agricultores, los embaladores y los comerciantes pierden tanto dinero en las extorsiones que aumentan los precios para no caer en quiebra”. Jesús cree las empresas, nacionales o internacionales, poco pueden hacer; toda la cadena de producción está afectada.

En los últimos años, desde que los narcos se introdujeron en el negocio del aguacate, el estado se ha visto invadido por una mayor explosión de violencia vinculada a las drogas. Tras la disolución de La Familia, los cárteles de otros estados intentaron usurpar el territorio de la banda. La lucha territorial que siguió dejó como resultado un permanente estado de caos. Para terminar de complicar las cosas, algunos municipios rurales formaron cuerpos de autodefensa para combatir a los Templarios, con resultados positivos y negativos.

Hace algunas semanas, el gobierno mexicano reaccionó enviando cientos de soldados y policías federales a Michoacán. Sus carreteras, antes bajo el dominio de los narcotraficantes, son ahora intensamente patrulladas por el Ejército. Por ahora, la medida ha podido frenar la lucha más violenta.

No obstante, la presencia de militares y policías federales no ha cambiado nada para los agricultores. Muchos de ellos incluso los acusan de confabularse con los narcos. “No podemos hacer nada”, declara Jesús. “Los Templarios tienen ahora el control de Michoacán. No nos queda otra que pagar”.

Artículo original publicado en Vocativ

Comments are closed.