Por Lydia Cacho
Nada más angustiante que secuestren a alguna persona de su familia; nada más complejo que las autoridades desestimen el secuestro asegurando que este fue “virtual”. Por desgracia, la mayoría de las personas se enteran de lo que en realidad significa este tipo de abducción a cambio de dinero cuando le sucede a alguien cercano. La estrategia se da de dos formas: en la primera, los secuestradores contactan a alguien vía telefónica, casi siempre mujeres adultas, o adolescentes tanto varones como féminas. Les manipulan explicando que llama la Policía Federal o agentes de la Procuraduría General de Justicia; le advierten que sus padres, esposo o familiar está bajo investigación, que deben ir a un lugar determinado y que son vigilados. Les dan ciertos datos sobre su dirección, el lugar en que trabajan o las placas del auto familiar. El shock inicial que causa una llamada como esta hace que la gente hable de más, en general les sacan información para robustecer la extorsión.
En el tipo A, los secuestradores tienen a un vigía, generalmente un niño o adolescente reclutado para hacer mandados y que no sabe que es parte de una cadena humana de criminales. Los supuestos policías ordenan a la persona que salga de su casa para ir a un lugar seguro, le dicen que ellos tienen intervenidos los teléfonos, tanto de la casa como los celulares, que si intenta algo un familiar morirá, o toda la familia irá a prisión. Entonces le ordenan que apague sus celulares, que salga de casa y vaya a un lugar predeterminado, un centro comercial o un motel, que antes se detenga en una tienda y compre un celular sin registro “por su seguridad” y llame a un número.
En el caso B la persona recibe la llamada y se le advierte que afuera de su casa hay un taxi, que en él hay dos sicarios y la matarán si no obedece todas las órdenes. Mientras tanto los secuestradores llaman a un radio taxi y piden que vaya a cierta dirección, que espere a una persona con nombre falso y dan el número de la casa de la cual salió la persona amenazada.
En ambos casos las personas terminan en hoteles lejanos a su hogar. Su única comunicación es un teléfono celular nuevo de prepago, en el cuál no tienen ningún número conocido. Prácticamente el 90% de las personas que utilizan celulares han olvidado todos los números importantes de la familia, por la costumbre de marcar en automático. Las agendas se guardan en los celulares, que los secuestradores han ordenado apagar y dejar en cierto lugar. En algunos casos les han dicho a las víctimas que los números están intervenidos por algún cártel (lo cual es falso) y que deben tirar el celular al inodoro. Las llamadas son insistentes y reiterativas con frases como “te dije que apagaras todos los celulares de la casa, hay uno encendido”, con el miedo la gente cree que en verdad los tienen intervenidos y obedece.
Lo cierto es que aunque usted no lo crea, en la mayoría de los casos las personas obedecen. Los delincuentes piden como base uno o dos millones de pesos. Se calcula que solamente el 20% de las personas reaccionan adecuadamente y llaman a la autoridad para denunciar y que sólo uno de cada 10 secuestros son denunciados a las autoridades.
Las autoridades aún no tiene cifras de la magnitud de este fenómeno; sin embargo, especialistas aseguran que los primeros secuestros de este tipo, en que los raptores en realidad nunca están cerca de su víctima, se registraron en el Distrito Federal por el mes de octubre de 2012. Se podría suponer, aseguran, que el modus operandi lo inventó un ex Ministerio Público o algún ex empleado del poder Judicial. Queda claro que la estrategia está muy bien pensada por alguien que conoce las leyes y los elementos necesarios para documentar estos delitos. Este tipo de secuestro disminuye el riesgo para los delincuentes y segmenta muy bien la operación del grupo criminal, de tal forma que es casi imposible detenerlos, aunque ya se lleva a cabo un mapeo forense para lograr acotar este flagelo.
La mayoría de casos inicialmente detectados muestran, según la PFP, que las llamadas iniciales en 2012 salieron del penal de alta seguridad de Tamaulipas; otras del penal de Jalisco, del cual huyó “El Chapo” Guzmán. Algunas surgieron hace ocho meses de la cárcel de Cancún. Las fuentes revelan que aunque aún está en etapa de hipótesis, se cree que una red de secuestradores virtuales puede tener hasta seis personas interconectadas. La mayoría de los teléfonos desde los cuales llaman para amenazar a la familia son robados. Lo que hacen es mantener a la persona auto-secuestrada bajo amenazas, con una llamada constante. En un momento determinado hacen una llamada tripartita y ordenan a la persona secuestrada (que cree que hay hombres armados afuera del hotel) que le pida a su familia que la ayude. Una vez que la familia escucha la voz de la víctima no quiere sino rescatarla; y cómo no habría de ser así.
Hay casos en donde la víctima con una sola llamada telefónica, a través de una impresionante manipulación, es dirigida al hotel. De esta manera, la víctima se hospeda y se dificulta probar que fue secuestrada. Tal fue el caso de la jovencita Natalia Buxade de Cancún, que fue manipulada por los secuestradores quienes lograron que se movilizara hasta Playa del Carmen en un taxi, que comprara un celular de una tienda de autoservicio y esperara las múltiples llamadas de los secuestradores, que le aseguraban estar detrás de ella con armas. Paralelamente, ellos llamaban de diversos números celulares a sus padres, advirtiendo que tenían a la chica y la matarían si no depositaba un millón de pesos a una cuenta bancaria.
El padre comenzó a hacer pequeños depósitos, hasta que con un negociador y la asesoría de la PGR dilató los depósitos. Afortunadamente las amistades de Natalia tuitearon el caso y gracias a ello una mujer taxista que llevó a la chica a Playa la reconoció en una foto y llamó al teléfono de los padres, así la rescataron. Las autoridades hicieron lo correcto… algunas.
Esa misma noche un policía judicial ignorante del caso, dijo a un reportero que no había sido un secuestro, que “la chica se había escapado a Playa del Carmen por su propia voluntad”. Entonces algunos reporteros y tuiteros repitieron esa mentira, hasta que los padres decidieron narrar su terrible experiencia, para explicar lo que podría parecer muy sencillo pero en realidad es un complejo esquema delincuencial.
Las víctimas no pueden demostrar que fueron secuestradas, su familia puede evidenciar extorsión, pero el trauma generado, según expertos, puede ser tan severo como el de quien es llevada a punta de pistola de un lugar a otro. Generar paranoia es la clave.
En un ambiente de violencia social tan crispado como el mexicano, con los altísimos niveles de impunidad por delitos violentos, y el creciente empoderamiento de bandas criminales cuya crueldad va en ascendencia, no es difícil creer las amenazas de los secuestradores virtuales, pues por un lado saben extraer información de sus víctimas y por otro podrían estarlas vigilando desde tiempo atrás, con lo cual engañan a cualquiera.
Los secuestradores virtuales llevan a cabo prácticas que conjugan la extorsión telefónica y el método de violencia psicológica propia del secuestro presencial. No hay nada de improvisado en este delito, ni en quienes lo practican. Las entidades en que más casos se han denunciado son el Distrito Federal, Morelos, Puebla, Estado de México y Tlaxcala. En la Ciudad de México las primeras bandas denunciadas utilizaban hoteles de paso en Tlalpan y el dinero era entregado por el Ajusco. Esta modalidad se propagó a otros estados. En los procedimientos hay dos formas de cobro: a través de dos o tres cuentas bancarias y depósitos en Coppel y Elektra, o Bancomer y Banamex (con los menos). La mayoría se exige en efectivo en un lugar determinado. Le sorprendería la cantidad de personas que han entregado dinero a cambio de su familiar.
Lo que usted debe saber en caso de secuestro virtual:
1) No responda números desconocidos. Registre de inmediato la llamada y déjelo sonar. Si es alguien que en verdad les quiere contactar, dejará mensaje.
2) No responda a números bloqueados, nunca. Advierta a la gente conocida que si le va a llamar debe desbloquear su número.
3) Aleccione al personal de su casa y oficina. Que no den absolutamente ninguna información a ninguna persona extraña bajo ninguna circunstancia.
4) Si recibe una llamada que diga que es alguna autoridad, ya sea Policía Judicial, Federal o Ejército, pídale su nombre y apellido, apunte el número del que llamaron. Cuelgue y llame al 066 o 086 para reportarlo. Ninguna autoridad llama por teléfono si le está investigando. Ninguna.
5) Lleve a cabo una junta familiar, instruya de este tema a toda la familia, comprométanse a aprender de memoria al menos dos números fijos de emergencia en caso de que algo les suceda. Pónganse nombres claves para que la familia sepa que es una emergencia real; especialmente hágalo con niñas, niños y adolescentes, los más propensos a ser engañados.
6) Como ya hemos dicho en columnas anteriores, la Policía Federal y la PGR han entrenado a negociadores que le deben atender en un caso de secuestro. Los negociadores deben acompañarle, hágales caso. Le recomendará que pague una pequeña suma y posponga el pago final. La mayoría de los secuestros virtuales no duran más de 24 horas, pues en la medida en que el tiempo avanza la probabilidad de detectar las llamadas incrementa.
7) Enseñe a sus hijos e hijas a no dar su número a extraños. Si alguien desconocido llama diciendo que algo malo le ha pasado a papá o a mamá, debe colgar, apagar su celular de inmediato y pedir ayuda a una persona adulta conocida.
8) Discuta como acto de responsabilidad la cantidad e información personal que muestran en Facebook, tanto adultos como menores de 18 años. Es una fuente ideal de perfiles secuestrables.
Esta es una nueva modalidad de las famosas extorsiones en que los que llamaban apostaban a que la familia creyera el secuestro sin llamar a la persona supuestamente abducida. Reúna a su familia un domingo y hagan su estrategia contra el secuestro virtual, nunca subestime la inteligencia de niñas y niños para entender el peligro. Comparta la información con las y los empleados del hogar, a ellas y ellos también les amenazan y engañan los secuestradores. No creo que debamos vivir con miedo, sino aprendiendo a conocer la realidad y a prevenir el peligro.
@lydiacachosi
Fuente: Sin Embargo