Cuando México practicó el apartheid contra los chinos

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Las tropas revolucionarias tomaron Torreón y acabaron con la vida de 303 chinos.

Por Javier Brando/ El Mundo

“Algunos chinos fueron castrados y marcados con hierros candentes”, afirma una exposición del museo mexicano de la Memoria y la Tolerancia que relata un grave conflicto racista ocurrido en el México de las primeras décadas del siglo XX. La muestra rescata un desconocido suceso de la historia del país cuando en el 15 de mayo de 1911 las tropas revolucionarias tomaron la ciudad de Torreón y comenzaron una cacería que acabó con la vida de 303 chinos.

No habla sólo de eso hecho la interesante y autocrítica exposición que intenta alertar de los peligros de la xenofobia, habla de un completo entramado que duró varias décadas y se fue sofisticando hasta acabar en un abrupto “apartheid a la comunidad oriental”en el que el odio racial fue el principal sustento. De hecho, una comisión de ambos países investigó el trágico suceso de Torreón y concluyó que las motivaciones de la matanza fueron “el puro odio de razas y el deseo de saquear y matar”, dice la muestra.

Pero todo comienza antes y termina después de estos hechos. En 1882, Estados Unidos implanta leyes para impedir la entrada de más ciudadanos chinos. Una inmensa comunidad oriental había llegado a tierras norteamericanos alentados por la construcción del ferrocarril y la fiebre del oro. En 1989, bajo el mandato del aperturista presidente mexicano Porfirio Díaz, China y México firman un tratado de Amistad, Comercio y Navegación que atrae a miles de asiáticos al país tanto desde Estados Unidos como desde la propia China.”Trabajaron el el ferrocarril, abrieron comercios, cultivaron campos y formaron familias”, dice la exposición.

Sin embargo, esa bonanza de los “extraños” chinos fue creando recelos y en la próspera localidad de Torreón, donde había censados 600 chinos, comenzó a haber manifestaciones racistas contra su presencia, así como boicots económicos y actos de violencia. La comunidad oriental había conseguido un buen posicionamiento económico.

Fue entonces cuando las tropas revolucionarias de Francisco Madero tomaron la ciudad aquel fatídico 15 de mayo. Los soldados regulares abandonaron la ciudad y la propia Sociedad China de Comerciantes y Obreros de Torreón mando un mensaje a sus ciudadanos, escrito en su lengua, que decía: “Hermanos: !Atención! Esto es serio. Se han cometido muchos actos de injusticia durante la revolución. Los revolucionarios atacarán pronto la ciudad. Es probable que durante la batalla la plebe se levante. Cierren sus puertas y ocúltense. Si penetran en vuestras tiendas no pongáis resistencia, que se apoderen de lo que deseen o estáis expuestos a perder la vida. Eso es importante. Después del ataque procuraremos tener arreglo”.

Lo cierto es para 303 no hubo después. Las tropas revolucionarias entraron en la ciudad al grito de “!Viva Madero. Mueran los chinos!”, relata la muestra. En unas horas 303 chinos eran masacrados y sus cuerpos fallecidos eran acumulados como sacos en carros tirados por caballos mientras los sacaban de la ciudad. Se saquearon también las tiendas.

Cuando se conoció la matanza el escándalo propició una queja formal del Gobierno chino que acabó en una comisión mixta de ambos países que acordó pagar una indemnización de 3,1 millones de pesos. El pleito duró más de 20 años y, pese al acuerdo inicial, la realidad es que México nunca pagó la indemnización comprometida.

Pero no acabaron ahí los problemas de la comunidad asiática. Especialmente en el norte, en el estado de Sonora, el rechazo hacia la comunidad China fue aumentando. Se crearon Ligas antichinas en varias ciudades, se saquearon constantemente sus tiendas y huertos e, incluso, en 1923 se promulgó una ley que impedía los matrimonios mixtos entre mexicanos y orientales.

El carácter xenófobo de aquellos actos se plasmó hasta con carteles donde se enseñaba a un joven de 12 años mezcla entre indio y latino al que se dibujaba alto, fuerte y guapo y, al lado, sel dibujo también de un “producto de la mezcla chino y mexicana” que aparecía enclenque y pequeño.

La exposición narra también como se les obligó a los chinos a vivir en algunos casos en barridas separadas, los niños mexicanos los apedreaban por las calles y se les acusaba constantemente de crear fumaderos de opio. Los actos más humillantes fueron los ya mencionados de llegar a castrarlos, marcarlos con hierros candentes o cortarles sus “culturales” coletas.

Finalmente, ante la presión social, la mayor parte de la comunidad china decidió regresar en 1934 a su país o trasladarse a Baja California totalmente empobrecidos. En su huida se les impidió también llevarse sus muebles o vender a un precio justo los productos de sus tiendas.

“Lo que buscamos es denunciarlo y que no se repita”, dicen los organizadores de una muestra que ha tenido el valor de narrar y denunciar su propio apartheid.

Fuente: El Mundo

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