Crisis de Ucrania trastoca agenda de EU

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La doctrina de la contención, que marcó la guerra fría, vuelve a estar al orden del día. La Casa Blanca quería centrarse en Asia, pero Europa regresa al centro de las preocupaciones

Ucrania ha trastocado la agenda exterior del presidente de Estados Unidos, Barak Obama. Hace unos meses, el presidente calculaba que podría dedicar los últimos tres años de su segundo y último mandato a las negociaciones con Irán, a la guerra civil en Siria y al “pivote hacia Asia”: el intento de dirigir los esfuerzos diplomáticos y militares de la primera potencia a contener el ascenso de China. Pero el conflicto en la antigua república soviética no sólo obliga a la Casa Blanca a reformular las prioridades sino que cuestiona algunos pilares de la doctrina Obama.

Un diplomático europeo, con amplia experiencia en las relaciones transatlánticas, explicó hace unos días en un encuentro privado en Washington que Ucrania monopoliza todas las conversaciones con los representantes de la Administración Obama. Sea cual sea el tema tratado, todo desemboca en Ucrania.

En poco tiempo el paisaje se ha transformado. Los paralelismos con la guerra fría están al orden del día. El entusiasmo por la cooperación con Moscú y la creación de foros como el G-20, que además de Rusia incluía a China y otras potencias emergentes, ha dejado paso a debates sobre el regreso de la contención, la doctrina que en 1946 inspiró el diplomático norteamericano George Kennan para frenar el avance de la Unión Soviética sin recurrir a las armas. El Plan Marshall —el programa de ayuda que sentó las bases de la reconstrucción económica en la Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial— fue la primera traducción concreta de la contención.

“Esta es una crisis importante. Sin duda ha ocupado buena parte del tiempo del presidente. Sólo hace falta mirar a la cantidad de llamadas que ha realizado. Y, para un presidente, el tiempo es un bien preciado”, dice, en una conversación telefónica, Steven Pifer, diplomático norteamericano que fue embajador en Ucrania con la Administración Clinton y ahora está adscrito al laboratorio de ideas Brookings Institution. “Estados Unidos hablaba de giro hacia Asia, pero con Ucrania vemos que Europa también necesitará que se le preste atención”, añade.

Obama era quizá el primer presidente de EE UU posteuropeo, no marcado por la guerra fría y sin conexión emocional con el Viejo Continente. Pero el pulso ruso en Ucrania ha vuelto a situar Europa en el centro de las preocupaciones de Washington.

Obama, que nació en Hawai y de niño vivió en Indonesia, iba a ser el primer presidente asiático. Pero en su última gira asiática, que acabó la semana pasada, dedicó casi más tiempo a hablar de Ucrania que de los países que visitaba.

Obama se jugó parte del crédito internacional con el llamado ‘reset’, la puesta a cero de las relaciones con Moscú tras las tensiones por la breve guerra en 2008 en otro país de la órbita rusa, Georgia. Pero el ‘reset’ quedó enterrado cuando la Rusia de Vladimir Putin dio asilo a Edward Snowden —el empleado de los servicios de inteligencia de EE UU que entregó a la prensa los papeles secretos de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional, siglas en inglés)— y cuando meses después fuerzas prorrusas tomaron el control de la región ucraniana de Crimea.

Obama es un típico presidente “de repliegue”, escribe otro diplomático experto en Rusia, Stephen Sestanovich, en el libro Maximalist (Maximalista), una historia de la política exterior norteamericana desde los años cuarenta hasta hoy. Como Dwight Eisenhower en los años cincuenta y Jimmy Carter en los setenta, llegó al poder tras una época de guerras sin victoria y excesos en el exterior de sus antecesores. Como Eisenhower y Carter, el actual presidente es un minimalista, por oposición a maximalistas como George W. Bush.

“Para cualquier presidente embarcado en el repliegue, el éxito de su política no se mide sólo por cómo Estados Unidos logra deshacerse de viejos compromisos”, escribe Sestanovich. En esto Obama ha cumplido: EE UU se retiró de Irak y está a punto de dar por concluida la guerra de Afganistán. Pero el éxito, según Sestanovich, también se mide por su capacidad para evitar que el repliegue despierte los fantasmas recurrentes del declive, y para preservar la influencia de EE UU. Y aquí es donde suelen tropezar los presidentes minimalistas.

Los bandazos de Obama ante la guerra siria —el verano pasado aplazó una intervención militar programada para negociar con el régimen de Bashar El Asad de la mano de Putin— se leyeron en Moscú como un signo de debilidad, recuerda Pifer, aunque esta no sea la explicación principal de la intervención rusa en Ucrania.

“Para Vladímir Putin el acercamiento de Ucrania a la Unión Europea supuso cruzar una línea roja. Yo diría que los rusos habrían intentado hacer descarrilar al gobierno ucranio y desestabilizarlo, independientemente de quién fuese el presidente de EE UU y de si les parecía fuerte o débil”, dice.

Los efectos de la crisis ucrania van más allá de Europa. La resolución de la guerra civil siria y las negociaciones para frenar el programa nuclear iraní requieren la cooperación rusa. Los socios asiáticos de EE UU observan con atención cada gesto de Obama ante Putin y lo interpretan como una señal de lo que Obama hará o dejará de hacer si China les amenaza.

Ucrania pone a prueba el método Obama, el presidente que, tras el fiasco de Irak y la política unilateral de Bush, optó por el multilateralismo, la vía de las sanciones en vez de la guerra y el “liderazgo desde atrás”, expresión acuñada por uno de sus asesores durante los bombardeos de Libia, en 2011, donde, en un primer momento, franceses y británico asumieron la iniciativa. ¿Sirve este método ante Putin?

El historiador Frank Costigliola, profesor en la Universidad de Connecticut y editor de los diarios de Kennan, cree que EE UU ya aplica políticas de contención con Rusia y también con China. El “pivote hacia Asia” es otra manera de limitar la influencia de Pekín en la región Asia-Pacífico.

A Obama no le gusta hablar de doctrina de la contención en el siglo XXI. “Ahora mismo yo no necesito a un George Kennan”, ha dicho.

“Esto significa que no necesita un gran estratega”, opina Costigliola desde Connecticut. Pero añade: “Kennan y Obama comparten una preocupación por los límites en la política exterior, por intentar hacer las cosas con un uso de la fuerza mínimo, y procurar ser hábil en vez de dogmático”. Hace una semana, en Filipinas, el presidente de EE UU dijo casi lo mismo con otras palabras: “Hay tiempos en los que hay desastres y dificultades y desafíos por todo el mundo, y no podemos solucionarlos todos”.

Fuente: El País

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