La cantidad de clubes de cannabis que se han abierto en Barcelona, apoyados en una legislación atigua, recientemente ha provocado que algunos expertos digan que la ciudad pronto retará a Ámsterdam. Su ambiente tipo Starbucks es uno de los nuevos atractivos.
Una noche reciente, dos estudiantes universitarios alemanes, de vacaciones, armados con direcciones que habían obtenido en internet, trataban de entrar en uno de los nuevos clubes de mariguana en Barcelona.
No eran miembros. Sin embargo, no importó. Rápidamente encontraron uno cerca del bulevar central de la ciudad.
La Rambla, que estaba dispuesto a ignorar las normas, ayudándolos a escoger entre una docena de variedades de mariguana, a la venta en recipientes plásticos, antes de permitirles acomodarse en un confortable salón para prenderla.
Cuarenta y cinco minutos después, ya estaban de vuelta en la calle, sonriendo. “Estuvo muy bien”, dijo uno de los estudiantes, quien había investigado los clubes de cannabis antes de escoger a Barcelona como destino vacacional. “Vamos a regresar mañana”.
La cantidad de clubes de cannabis que se han abierto en Barcelona recientemente ha provocado que algunos expertos digan que la ciudad pronto retará a Ámsterdam como el destino vacacional obligado para quienes quieren drogarse en paz.
Si bien Ámsterdam ha batallado con el turismo de drogas en los últimos años y ha reducido la cantidad de cafeterías donde es legal comprar y fumar mariguana y “hashish”, en Barcelona y la región catalana de los alrededores, se han abierto cerca de 300 nuevos clubes de cannabis, debido, al menos en parte, a que españoles con iniciativa buscaban formas nuevas de ganarse la vida, dicen expertos.
No es que los funcionarios catalanes hayan dado su consentimiento para este nuevo fenómeno. Los clubes operan de conformidad con leyes españoles de décadas de antigüedad por las que se permite que cualquiera cultive y fume mariguana en privado, o se junten para integrar clubes de cannabis, siempre que se trate de una organización no lucrativa, exclusiva para miembros.
Sin embargo, en los últimos tres años, se han inaugurado nuevos clubes, en particular en zonas turísticas como La Rambla, que, en muchos casos, eluden el espíritu de la ley, si no es que la letra. Si bien algunos rechazan a los clientes que entran de la calle, como los estudiantes universitarios alemanes, muchos ofrecen membresías (unos 20 euros o cerca de 27 dólares) en internet o por teléfono.
Los clubes varían enormemente, desde cuartos en sótanos, equipados con mesas de futbolitos y enormes televisores, a sitios más elegantes con arañas de diseñador y bares de jugos de frutas frescas. Algunos regalan mariguana a quienes la usan con fines terapéuticos, y ven un negocio en esta área. Otros sólo atienden a los usuarios recreativos. Son pocos los clubes que se notan desde la calle.
Por ejemplo, el Club La Rambla Dragon, inaugurado el año pasado, se ubica en la planta baja de un edificio de departamentos. Solo un letrerito encima del timbre (y la presencia constante de jóvenes bizqueando para leerlo) indican su presencia. Tiene el ambiente de una cafetería Starbucks sin ventanas, techos altos y un potente sistema de ventilación que mantiene fresco el aire. Algunos de los fumadores se sientan a mesas con las computadoras portátiles abiertas. Otros, en sofás para ver películas en una pantalla gigante.
Algunos defensores del cannabis dicen que los clubes son un punto positivo para la economía. Si bien no son lucrativos, los defensores dicen que los clubes generan un amplio conjunto de productos decannabis y “hashish”, así como que muchos de ellos también venden alimentos y bebidas, y ofrecen extras a sus miembros, como noches de música y clases para estar en forma.
Alberto Tió, el presidente de la Fedcad, una asociación de clubes de cannabis en la región de Cataluña que incluye a Barcelona, dijo que los clubes tienen ahora 165 MIL miembros, en comparación a prácticamente ninguno hace cinco años. Se formó la asociación en 2011 con solo un puñado de clubes, contó.
Una razón de su crecimiento, señaló, es que los jóvenes vieron en los clubes una forma de ganarse la vida. Otro factor, dijo, es que las nuevas leyes para no fumar en Barcelona, las que entraron en vigor en bares y restaurantes en enero de 2011, provocó que los fumadores de cannabis y también de tabaco, buscaran lugares nuevos donde reunirse.
“La realidad es esta”, dijo. “Los consumidores piensan que es mejor que comprar drogas en la calle”.
SÍ SON UN PROBLEMA
Funcionarios regionales dicen que muchos de los clubes sí atienden, en su mayor parte, a españoles, incluido uno en el que sus miembros son puras mujeres de ochentaitantos años. Sin embargo, funcionarios de Barcelona están tan preocupados por el rápido incremento en tales establecimientos y la creciente fama de la ciudad como un lugar donde drogarse legalmente, que decidieron establecer una moratoria de un año, a partir de junio, a las licencias nuevas, mientras consideran los problemas, como la proximidad a las escuelas.
“Sí, es un problema”, dijo Joan Delort, el jefe de prevención, seguridad y movilidad para Barcelona. “En muy pocos años, tienes un registro enorme de usuarios de cannabis. Es muy difícil determinar lo que realmente está pasando. Pero en 18 meses, tienes clubes que están en locales muy pequeños, que tienen registrados a 4 mil miembros. Es simplemente imposible que puedan tener tantos”.
Algunos de los nombres más grandes en el mundo de la mariguana están aquí. Los Strain Hunters, por ejemplo, un grupo holandés que hace documentales sobre la búsqueda de variedades aborígenes de mariguana en todo el mundo, abrió un club en esta ciudad, en marzo, en una encantadora calle secundaria, no lejos de La Rambla.
Con ventanas unidireccionales que dan al lugar una sensación abierta y espaciosa, pero evitan que los transeúntes miren hacia adentro, tiene el aspecto y el ambiente de un bar elegante. Para quienes quieren empezar temprano, hay café y cuernos recién hechos para desayunar, y los miembros pueden optar por productos más raros, como la resina pura de cannabis en forma de mariposa.
Los sitios web donde hay reseñas de los clubes, como WeBeHigh.org yMarijuanaGames.org, dan altas calificaciones a los de Barcelona, tanto por calidad como por variedad en los productos de cannabis que venden, así como por ofrecer un ambiente muchísimo más agradable que la mayoría de las cafeterías de Ámsterdam, que dicen que, por lo general, ofrecen mariguana vieja.
Una mañana reciente, Olivier Vervaet, de 21 años y empleado de un centro nocturno, estaba en el club Strain Hunters viendo el menú de cannabis mientras tomaba café. “Me inscribí porque, sencillamente, es un lugar increíble para relajarse”, comentó. “Me puedo sentar, alguien me trae una bebida y un toque, y no tengo que preocuparme por la policía”.
La policía había intervenido unas cuantas veces al mes, actuando en contra de clubes atrapados distribuyendo volantes en las calles, por ejemplo. Sin embargo, Edward Sallent, el inspector general de vigilancia comunitaria de la policía regional catalana, dijo que es difícil actuar en contra de los clubes.
“Es una situación compleja porque muchos de los actos y comportamientos no están prohibidos”, dijo. “Vender y traficar son ilegales, pero no el consumo”.
Muchos defensores dicen que los clubes hacen que se reduzca la venta en las calles. Sin embargo, Sallent dice que duda eso. Comenta que los clubes son demasiado nuevos como para saber, exactamente, el efecto que tendrán.
“Puede haber todo tipo de costos”, expresó. “Quizá afecte el valor de la propiedad, ¿quién sabe?”
Fuente: The New York Times