Un proyecto conjunto del Fondo Sectorial Secretaría de Energía Conacyt-Hidrocarburos con el Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM, único en el mundo y que hubiera solucionado problemas de Pemex como la obstrucción de ductos, además de permitir el diseño óptimo de mezclas de petróleo, quedó trunco. La división del equipo investigador y los directivos implicados, junto con un costoso accidente, provocaron que la casa de estudios diera por terminado el trabajo. Ahora las partes se acusan de fraude, conflicto de interés y robo de propiedad intelectual.
Por Marta Durán de Huerta/ Proceso
“¡Son unos rateros, corruptos, ladrones, esa punta de bandidos los de la UNAM!”, afirma el doctor Sergio Quiñones dando un manotazo en la mesa que hace saltar la grabadora.
Dirige sus cañonazos verbales hacia el Instituto de Investigaciones en Materiales de la Universidad Nacional Autónoma de México: “¡Falsificaron mi firma, desviaron recursos, se clavaron los impuestos cobrados a los miembros del proyecto pero no los pagaron a Hacienda. Decomisaron mi laboratorio, me acusaron de conflicto de interés y de daño patrimonial para hacerme a un lado y robarse mi teoría de la fricción!”.
El ingeniero químico con posgrados en Minesota pierde los estribos al recordar el proyecto conjunto del Fondo Sectorial Secretaría de Energía Conacyt-Hidrocarburos con el Instituto de Investigaciones en Materiales (IIM) de la UNAM, titulado Estudio reológico y caracterización físico-química para el desarrollo de correlaciones aplicables a crudos pesados, abreviado como SCH160015.
“Me corrieron del IIM porque no me presté a encubrir malos manejos; querían plagiar mi trabajo, quedarse con mi propiedad intelectual y derechos de autor”, denuncia.
La investigación obtuvo un financiamiento de más de 86 millones de pesos, arrancó en 2012 y terminó exitosamente en 2016. Debido a la guerra entre el doctor Quiñones y la UNAM, cada bando tiene la mitad de los resultados, que sólo sirven juntándolos. El software, lo más importante del proyecto, aún está en manos del doctor Quiñones y del doctor Rolf Mertig, en Alemania.
Hernán Quiroz, uno de los científicos que participó en la investigación, explica:
“Este gran proyecto, que conjuntó industria y ciencia, dio como fruto datos y mediciones que no los tiene nadie en el mundo. En términos muy sencillos, ciertas mezclas de petróleo forman un tapón en los oleoductos; para liberarlos hay que detener la producción y eso cuesta millones de pesos. Con nuestros descubrimientos podemos evitarlo. Los resultados son el pilar de futuras investigaciones y descubrimientos científicos. Somos pioneros, y el esfuerzo de las 15 personas que participamos en el proyecto SCH160015 no debe quedar en el olvido. Sin proponérnoslo, alcanzamos la vanguardia mundial en el tema. Sería una tragedia que los egos queden por encima de la ciencia.”
Mezclas
El doctor Quiñones describe el SCH160015: “México está malbaratando su mejor petróleo; lo mezcla con crudos pesados de muy mala calidad para obtener un producto estándar y eso Pemex lo hace al tanteo, con poca información. Lo que yo le ofrecí fue la posibilidad de predecir esa mezcla y quitarle incertidumbre”.
–¿Cuenta Pemex con un mecanismo para conocer la calidad de las mezclas? –se le pregunta.
–No, no lo tiene ni México ni ninguna otra compañía en el mundo. Yo le puedo ahorrar a Pemex miles de millones de dólares. Mi teoría de fricción da certeza en la predicción de parámetros de calidad, como la viscosidad. “Existe una aplicación benéfica, viable e inmediata… Yo propuse el proyecto más grande en la historia del Instituto de Investigaciones en Materiales. Gané la convocatoria (2010-03), conseguí el dinero y un descuento de los proveedores, armé el equipo técnico con estudiantes y (15) posdoctorantes mexicanos, además de especialistas extranjeros que formaron un comité asesor; formé un equipo de excelencia. Llegamos a ser 30 investigadores”, subraya el ingeniero, que radica en Alemania.
La compañía petrolera Schlumberger participó recolectando muestras de crudo en 23 yacimientos petroleros del país. Se llevaron al IIM de la UNAM para ser analizadas en el Laboratorio de Investigación de Flujo y Tecnología de Petróleo (LIFTP), que costó 30 millones de pesos y fue montado en el IIM especialmente para el SCH160015. Con el 60% del dinero del proyecto se pagaron los servicios de Schlumberger.
Un investigador que participó en ese proyecto aceptó hablar bajo condición de no revelar su identidad, pues teme represalias porque firmó una carta de confidencialidad:
“Se compró el mejor equipo de medición, pero a nosotros no nos dieron ropa de protección, ni mascarillas ni calzado especial. No había campanas de extracción. Estuvimos respirando vapores venenosos por varios meses, hacinados y en contacto con material muy tóxico. En el IIM nuestros vecinos se quejaron del olor de los azufres. Sinceramente tengo mucho miedo de las consecuencias que eso tenga para mi salud. El doctor Quiñones pasaba mucho tiempo en Alemania, donde vive, y él no lo sufrió, pero nosotros sí. Tardaron mucho en reubicarnos.
“El mal genio y el autoritarismo del doctor Quiñones convirtió el proyecto en un infierno. Al principio todos lo apoyaban y lo admiraban, pero se fue peleando con todo el mundo; abusó de nuestro compromiso con la ciencia, de nuestro entusiasmo, de nuestra amistad (…) Si no eres su incondicional, te considera traidor, conspirador. Fue la peor época de mi vida y quisiera olvidarla.”
Reómetro capilar
El doctor Quiñones solicitó la construcción de un reómetro capilar para medir la viscosidad de petróleo pesado en condiciones extremas en los yacimientos de crudo. El IIM tiene varios reómetros pero se necesitaba uno más grande y más potente, que además recreara la presión submarina. A solicitud expresa del doctor Quiñones, responsable técnico del proyecto, la UNAM contrató los servicios de la empresa alemana F-Thermo. El Consejo Interno del IIM tuvo sus dudas antes de aprobar la solicitud a dicha compañía porque era de dominio público que Quiñones participaba en dicha empresa.
Hubo una junta entre científicos y autoridades del IIM y después de sopesar los pros y los contras, decidieron darle luz verde a Quiñones y construir el reómetro con F-Thermo en Alemania. El mismo Quiñones hizo el oficio de compra y estableció el monto y la condición de que todo se pagara por adelantado. La adquisición del reómetro no se sometió a licitación; fue por adjudicación directa. La dispensa de licitación fue solicitada por el doctor Quiñones mediante el oficio IIM/ DIR/423/ 1212, el 30 de octubre de 2012, y fue autorizada por la entonces directora del IIM, la doctora Ana María Martínez.
El pago a F-Thermo Services GmBh fue por 4 millones 101 mil 440 pesos, equivalentes ese año a 240 mil 300 euros, según la factura fechada el 12 de septiembre de 2013 mediante el oficio IIM/SCH 160015/ E3011. De ese monto, 3 millones 921 mil 740 pesos cubrían la fabricación del reómetro y los 179 mil 700 pesos restantes eran para pagar a personal alemán que daría cursos para capacitar a los científicos de la UNAM en la calibración y uso del reómetro.
Un año después, Quiñones volvió a solicitar dinero destinado a pagar un entrenamiento para él mismo en F-Thermo, según la factura fechada el 12 de septiembre del 2013. Se expidió el cheque 0000246 del banco HSBC a favor de Intercam Casa de Bolsa por 10 mil euros, a nombre de Sergio Fernando Quiñones por concepto de “training of UNAM personnel-stage 2”.
La compañía F-Thermo no construyó el reómetro capilar sino que fungió como intermediaria. “La Universidad Ruhr en Bochum, Alemania, tenía un prototipo y lo habían hecho para polímeros. Lo que hicimos fue ampliarlo para aplicarlo en petróleo. Conseguimos más de 200 mil euros de recursos concurrentes”, afirma Quiñones.
Agrega: “Ya con una idea de cómo desarrollar el equipo nos dimos cuenta que nos faltaba dinero, poco más de 200 mil euros. Al final terminó costando 400 mil. La solución fue que el Instituto Fraunhofer nos apoyara. La Fundación Fraunhofer nos otorgó la tercera parte del financiamiento”.
Según Quiñones, la condición para tener el apoyo de ese prestigiado instituto fue que la empresa solicitante tuviera nacionalidad alemana. F-Thermo sirvió como intermediaria.
Enemigos íntimos
La relación entre los miembros del proyecto SCH160015 se fue deteriorando a lo largo de 2013. La primera crisis estalló cuando, a decir del doctor Quiñones, la entonces directora del IIM, la doctora Ana María Martínez, el secretario administrativo, Efraín Díaz Martínez, y la coordinadora de proyectos, la doctora Rocío de la Torre “se confabularon para robar”.
Sostiene el ingeniero químico: “Firmé el cheque número 237 por 500 mil pesos. Minutos después Rocío me dijo que la secretaria había cometido un error y que había que repetir el trámite. Firmé el cheque número 238 por medio millón de pesos. Los dos cheques están fechados el 26 de septiembre de 2013. El oficio que acompañó el segundo cheque (E3013) era duplicado del E3012 y habían escaneado mi firma. Los cheques fueron cobrados y Ana María Martínez se negó a explicar qué hicieron con el dinero”.
El 14 de mayo de 2015 Quiñones presentó una denuncia de hechos ante el Ministerio Público (AP PGR/DF/SZS-II/868/2015) y la ratificó el 9 de agosto y el 20 de noviembre de 2016.
La entonces directora del IIM, Ana María Martínez, declinó dar una entrevista al respecto. Sin embargo, la doctora De la Torre afirma, indignada:
“Las acusaciones son totalmente falsas. Nadie desvió un centavo y eso lo demuestran las diversas auditorías de la UNAM. No hay manera de desviar nada; el dinero se da por asignación y en etapas muy controladas.”
La doctora De la Torre fue expulsada del equipo por Quiñones el 4 de marzo de 2014. A partir de una serie de descalificaciones y correos electrónicos que le envió el doctor Quiñones, ella levantó una queja formal ante las autoridades universitarias. El doctor Quiñones fue suspendido por unos días. Él lo interpreta: “Ese fue el primer intento por correrme”.
Quiñones sostiene que pidió al IIM la compra de una bomba para la cámara/horno de temperatura controlada con valor de 700 mil pesos para el laboratorio. Señala que para ello se emitió el cheque 708, pero no se compró nada y el dinero nunca regresó al Fondo.
–¿Cómo supo usted que no se compró la bomba?
–Porque me llegó de la empresa la cancelación del pedido y Ana María Martínez no devolvió el dinero. Se lo quedó.
Quiñones acusa al IIM de quedarse con 33% del salario, correspondiente a los impuestos que no llegaron a Hacienda pese a que se cobraron a ocho personas contratadas por honorarios para el proyecto. El doctor Israel Betancourt, actual director del IIM, aclara que ello ocurrió por inexperiencia en un cambio de metodología con el Certificado de Firma Digital. “Todo ese dinero está aquí (casi 5 millones de pesos) y regresará al Fondo Sener-Conacyt”, dice.
Auditorías
El doctor Betancourt explica que la Auditoría Interna de Área Específica de la UNAM 2013-165 detectó irregularidades en el informe contable del 30 de abril de 2015, cometidas por el responsable técnico del proyecto SCH160015, Sergio Quiñones.
“La UNAM descubrió el conflicto de interés y daño patrimonial que el doctor Quiñones provocó a esta universidad”, señala el director del IIM.
–Si se sabía en la UNAM que Quiñones vivía en Alemania y que era miembro de F-Thermo, ¿por qué se aceptó que dicha empresa construyera el reómetro? –se le plantea.
–Nunca dijo que era fundador, gerente general y socio mayoritario con 70% de las acciones de F-Thermo.
–¿Cómo supo el IIM que es dueño de 70% de las acciones?
–Solicitamos esa información a las autoridades alemanas, a través de su embajada en México. El proyecto ha tenido cuatro auditorías; una está actualmente en curso a cargo del Conacyt. En la segunda se descubrió que Quiñones había pedido un entrenamiento para él en su propia compañía (F-Thermo) con un costo de 10 mil euros y la UNAM lo pagó.
En el oficio IIM/SCH 160015/ E 3007, del 12 de septiembre de 2013, consta que Quiñones pidió al secretario administrativo del IIM, Antonio Efraín Díaz Martínez, el pago de 10 mil euros por un curso de capacitación a su nombre. Además, el doctor Betancourt muestra la factura de F-Thermo, fechada el 9 de septiembre de 2013, a pagar en el banco Sparkasse Köln, oficio IIM/SCH 160015/ E3011 (cheque 241).
Por autorizar el pago de los 10 mil euros, el contador Efraín Díaz fue sancionado con la suspensión de funciones y salario por un año. Quiñones afirma que esos 10 mil euros los usó para pagar los viáticos que el contador Efraín Díaz negó para tres científicos de la UNAM que fueron a capacitarse en Alemania.
El oficio con el que la UNAM retira del cargo al doctor Quiñones y lo inhabilita por 10 años para trabajar en la casa de estudios dice que el imputado no aportó algún elemento que corroborara su dicho y “se observa que se trata de una simulación del investigador”.
El 4 de enero de 2016 la Dirección General de Responsabilidades Inconformidades y Registro Patrimonial (EXP.PAD/01/2015) envió al doctor Quiñones una notificación firmada por Humberto Moheno Diez. Según dicho oficio, la relación laboral con Quiñones terminó oficialmente el 29 de enero de 2016. Se le acusó formalmente de obtener pagos no procedentes que suman 179 mil 700 pesos por concepto de capacitación, cuyo costo estaba incluido ya en la adquisición del reómetro.
También se le acusó de conflicto de interés por ser accionista y gerente de la empresa a la que se contrató para hacer el reómetro y dar la capacitación. Como responsable técnico del proyecto, él mismo autorizó el pago de ambos conceptos.
Poco tiempo después del despido de Quiñones, la entonces directora del IIM, Ana María Martínez, decomisó el equipo del laboratorio; no sólo los aparatos de medición sino las computadoras, los reportes y mucho del trabajo avanzado.
Pero no todo quedó en manos de la UNAM. Antes de eso el doctor Quiñones había pedido que se enviaran algunas muestras de petróleo a Alemania, donde las analizó. Es el caso del fluido obtenido del campo Tekel, de la Sonda de Campeche, que por ser uno de los crudos más pesados del mundo su investigación provocó que el SCH160015 se demorara medio año más.
El accidente
El investigador universitario Hernán Quiroz trabajó varios meses en la Universidad Ruhr, en Bochum, donde con dos doctorantes alemanes armó el reómetro capilar para enviarlo a México.
“Cuando estuvo listo lo metimos desarmado en dos cajas enormes de madera. Calculo que la más grande pesaba más de mil kilos. Cuando regresé a México me enteré de que a los transportistas se les había caído del montacargas y que el reómetro se había dañado”, relata Quiroz.
El siniestro ocurrió en marzo de 2016 y fue reportado con el número 1-430-2015-M2266 por la empresa Cargo y Servicios Profesionales en Alemania. Quedaba la duda: ¿repararlo o construir uno nuevo? El IIM optó por cerrar el proyecto, cobrar el seguro por pérdida total y olvidarse del asunto.
Al preguntarle el motivo de esa decisión, el doctor Betancourt responde: “Las mediciones fueron hechas con otros reómetros de la UNAM y del Politécnico, lo que nos mostró que el reómetro capilar no era en verdad tan necesario y el proyecto concluyó. Por otro lado, los costos de reparación o de hacer uno nuevo eran casi del doble de lo que pagó la UNAM por el siniestrado”.
El 28 de agosto de 2015, cuando Quiñones ya estaba fuera de la UNAM, el contador del IIM, Efraín Díaz, le solicitó al director del Instituto Fraunhofer, Eckhard Weidner, que le informara cuánto costaría reparar el reómetro o, en su defecto, la construcción de uno nuevo. La respuesta de Weidner fue que uno nuevo costaría 400 mil euros (6 millones 800 mil pesos).
“Estas cifras contrastan con el pago del primer reómetro, de 175 mil 300 euros; uno nuevo costaría casi el doble que el primero”, subraya el doctor Betancourt.
Sobre eso dice Quiñones: “Yo di instrucciones precisas de que el reómetro se asegurara por 370 mil 300 euros (equivalentes en ese entonces a 6 millones 295 mil 100 pesos) porque su valor real era de 400 mil euros”. Y denuncia: “¡Cobraron un seguro por más de 370 mil euros, pero sólo devolvieron a la cuenta 175 mil!”.
Por su parte, Betancourt subraya: “El precio original de la construcción del reómetro fue de 175 mil 300 euros. Según el oficio que nos envió el doctor Quiñones, la reparación costaría entre 100 y 200 mil euros más. Por esta razón la UNAM decidió cobrar el seguro por pérdida total y olvidarse del tema”.
La aseguradora Royal and Sunalliance Seguros México, S.A. de C.V., pagó 2 millones 748 mil pesos, que regresaron a la cuenta del proyecto, como consta en el certificado de depósito 0041672.
Ya en conflicto con la UNAM, Quiñones envió oficios, cartas y correos electrónicos a todas las instancias involucradas en el proyecto y les comunicó que él era el único encargado de las gestiones del proyecto SCH160015. También giró instrucciones a los proveedores en Alemania para que le negaran todo tipo de información a cualquier persona de la UNAM; él sería su único enlace.
El doctor Betancourt señala que lo más importante del proyecto SCH160015 no era el reómetro capilar sino el software Vis-Cal-Pemex (viscosity calculation) que permitiría a la petrolera el diseño óptimo de mezclas mediante una predicción precisa de propiedades clave de calidad.
La elaboración del Software Vis-Cal para el cálculo de propiedades reológicas y termofísicas de las muestras de petróleo fue encomendada, a petición del doctor Quiñones, a la compañía alemana GluonVision. Betancourt enfatiza que el doctor Rodolfo Mertig (fundador y único miembro de la compañía) es amigo de Quiñones y que por eso le dio el contrato.
Todos los entrevistados de la UNAM afirman que el Vis-Cal se pudo elaborar en el Instituto de Matemáticas de la propia casa de estudios.
Fuente: Proceso