El papa Francisco confirmó hoy que viajará a México en febrero y que venerará a la Virgen de Guadalupe el 13 de ese mes.
“Viajaré a venerar (a la Virgen de Guadalupe) en su santuario el próximo 13 de febrero. Así pediré todo esto para toda América de la cual es especialmente madre. A ella le suplico que guíe los pasos de su pueblo americano”, dijo el pontífice durante su homilía en español, en una misa con motivo de la fiesta de la Virgen de Guadalupe.
Misa por Latinoamérica, en honor de la Virgen de Guadalupe, en la que el Papa Francisco aprovechó para oficiliar su visita a México, el día 13 de febrero del próximo año. Con el objetivo de pedir a la VIrgen de Guadalupe que proteja al continente americano y conceda a sus hijos entrañas de misericordia y esperanza: “‘¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?’, le decía a San Juan Diego”
El Papa celebra en español y muchos de los cantos, como el de entrada ‘Pueblo de Reyes’, también son en nuestra lengua. Entre los invitados, los embajadores latinoamericanos ante la Santa Sede. A la derecha del altar, un gran cuadro de la ‘morenita’.
La primera lectura del libro de Sofonías en portugués. La segunda lectura, en inglés. Lectura del Evangelio según san Lucas sobre Juan Bautista, que anunciaba un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.
En la oración de los fieles, el Papa, emocionado, rezó por el alma de sus padres.
Algunas frases de la homilía del Papa
“El Señor tu Dios se alegra y goza contigo”
“Dios nos ama tanto que incluso se goza y se complace en nosotros”
“Nos ama con amor gratuito y sin límite y sin esperar nada a cambio. No le gusta el pelagianismo”
“Este amor es el atributo más sorprendente de Dios y la síntesis del mensaje evangélico”
“Misericordia compuesta por dos palabras: mniseria y corazón”
“El corazón indica la capacidad de amar. La misericordia es el amor que abraza la miseria de las personas”
“El Vebo se hizo carne. A Dios tampoco le gusta el gnosticismo”
“Quiso cargar en la cruz con todo el dolor de la existencia humana”
“Ningún pecado puede cancelar su cercanía misericordiosa”
“El mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor de Dios Padre”
“Por más grandes que sean los pecados del mundo, el Espíritu posibilita el milagro de una vida más humana llena de alegría y de esperanza”
“El Señor está cerca, con su madre. ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?, le decía a San Juan Diego”
“María nos levanta en nuestras caídas. ¡Y con qué ternura lo hace!”
“Nos llena de esperanza”
“Nada ni nadie puede robarnos esta paz y esta alegría, a pesar de los sufrimientos y de las pruebas de la vida”
“El Señor con su ternura nos abre su corazón. El Señor le tiene alergia a las rigideces”
“Cultivemos esta experiencia de misericordia”
“Que a ninguna persona le falte nunca la ternura y el consuelo de Dios”
“Le enconmedamos los sufrimientos y las alegrías del continente americano, que la aman como madre y la reconocen como patrona bajo el título entrañable de Nuestra Señora de Guadalupe”
“Que podamos descubrir la ternura de Dios”
“Que nos siga repitiendo ‘No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu madre”
“Que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no admite exclsusión”
“Para pedirle esto viajaré a su santuario el próximo 13 de febrero y pediré esto para toda América”
“Que guíe los pasos de su pueblo americano y sólo le pido una cosa: que le muestra a su hijo, Jesús”
Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco:
«El Señor tu Dios, está en medio de ti […], se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta» (So 3,17-18). Estas palabras del profeta Sofonías, dirigidas a Israel, pueden también ser referidas a la Virgen María, a la Iglesia, y a toda persona, amada por Dios con amor misericordioso. Sí, Dios nos ama tanto que incluso se goza y se complace en nosotros. Nos ama con amor gratuito, sin límites, sin esperar nada a cambio. Este amor misericordioso es el atributo más sorprendente de Dios, la síntesis en que se condensa el mensaje evangélico, la fe de la Iglesia.
La palabra «misericordia» está compuesta por dos palabras: miseria y corazón. El corazón indica la capacidad de amar; la misericordia es el amor que abraza la miseria de la persona humana. Es un amor que «siente» nuestra indigencia como si fuera propia, para liberarnos de ella. «En esto está el amor: no somos nosotros que amamos a Dios, sino que es Él que nos ha amado y ha mandado a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados» (1 Jn 4,9-10). «El Verbo se hizo carne», quiso compartir todas nuestras fragilidades. Quiso experimentar nuestra condición humana, hasta cargar en la Cruz con todo el dolor de la existencia humana. Tal es el abismo de su compasión y misericordia: un anonadarse para convertirse en compañía y servicio a la humanidad herida. Ningún pecado puede cancelar su cercanía misericordiosa, ni impedirle poner en acto su gracia de conversión, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor de Dios Padre quien, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo. Esa misericordia de Dios llega a nosotros con el don del Espíritu Santo que, en el Bautismo, hace posible, genera y nutre la vida nueva de sus discípulos. Por más grandes y graves que sean los pecados del mundo, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra, posibilita el milagro de una vida más humana, llena de alegría y esperanza.
También nosotros gritamos jubilosos: « ¡El Señor es mi Dios y salvador!». «El Señor está cerca», nos dice el apóstol Pablo, nada nos tiene que preocupar. La misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros, en su presencia y compañía. Camina junto a nosotros, nos muestra el sendero del amor, nos levanta en nuestras caídas, nos sostiene ante nuestras fatigas, nos acompaña en todas las circunstancias de nuestra existencia. Nos abre los ojos para mirar las miserias propias y del mundo, pero a la vez nos llena de esperanza. «Y la paz de Dios […] custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús» (Flp 4,7). Esta es la fuente de nuestra vida pacificada y alegre; nada ni nadie puede robarnos esta paz y esta alegría, no obstante los sufrimientos y las pruebas de la vida. Cultivemos esta experiencia de misericordia, de paz y esperanza, durante el camino de adviento que estamos recorriendo y a la luz del año jubilar. Anunciar la Buena noticia a los pobres, como Juan Bautista, realizando las obras de misericordia, es una buena manera de esperar la venida de Jesús en la Navidad.
Dios se goza y complace muy especialmente en María. En una de las oraciones más queridas por el pueblo cristiano, la Salve Regina, llamamos a María «madre de misericordia». Ella ha experimentado la misericordia divina, y ha acogido en su seno la fuente misma de esta misericordia: Jesucristo. Ella, que ha vivido siempre íntimamente unida a su Hijo, sabe mejor que nadie lo que Él quiere: que todos los hombres se salven, y que a ninguna persona le falte nunca la ternura y el consuelo de Dios. Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a entender cuánto nos quiere Dios.
A María santísima le encomendamos los sufrimientos y las alegrías de los pueblos de todo el continente americano, que la aman como madre y reconocen como «patrona», bajo el título entrañable de Nuestra Señora de Guadalupe. Que «la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios» (Bula Misericordiae vultus, 24). A Ella le pedimos que este año jubilar sea una siembra de amor misericordioso en el corazón de las personas, las familias y las naciones. Que nos convirtamos en misericordiosos, y que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no admite exclusiones. A Ella le suplico que guíe los pasos de su pueblo americano, pueblo peregrino que busca a la Madre de misericordia, y le pide que le muestre a su Hijo Jesús.
Fuente: Periodista Digital/ EFE