Un agente antinarcóticos estadunidense que solía ser ejemplar y que se valió de su puesto para darse una vida de lujo con automóviles caros, fiestas en yates y joyería de Tiffany fue sentenciado el jueves a más de 12 años en una cárcel de Estados Unidos por asociación delictuosa para lavar dinero con un cártel colombiano.
Pero incluso cuando José Irizarry reconoció sus delitos, culpó a ex colegas de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos de promover una cultura de corrupción que lo insensibilizó a las implicaciones de infringir la ley.
“Cuando mi cliente ingresó a la DEA fue entrenado en cómo ser corrupto, fue entrenado en cómo infringir la ley”, declaró su abogada María Domínguez.