Por Francisco Javier Pizarro Chávez
“El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”
Aristóteles. Filósofo Griego
La concepción del mundo no es un saber; es una parte esencial de la vida del ser humano y de la sociedad de la que forma parte, un sistema de ideas generalizadas sobre el mundo en su conjunto, sobre los procesos naturales y sociales que en él se producen y sobre la actitud del hombre ante la realidad circundante, mediatizada por exigencias, intereses, tareas o ideales de carácter social e individual.
En esta entrega de Reflexiones en Voz Alta, abordaremos dos ejes fundamentales históricos de la concepción del mundo: La Filosófica y la Religiosa. La primera a cargo de un servidor, autor de un Ensayo sobre Corrientes Filosofías Contemporáneas, publicado en 1982 por la Escuela Normal Superior de la Laguna, en Gómez Palacio, Durango y, la segunda, aporte del periodista y maestro del periodismo de la religión Juan Manuel Andazola.
La Filosófica (FJPCH)
A diferencia del sentido común y de la religión, la filosofía se caracteriza por ser una forma teórica de asimilación del mundo. Mientras que el sentido común adquiere una estructura sumamente heterogénea y está influido por ideologías disímbolas que hacen que las ideas, opiniones y representaciones sean a menudo contradictorias, y se expresen de una manera no coherente, la filosofía –aun y cuando su contenido no sea científico—siempre se presenta como una concepción teóricamente sistematizada que no constituye un reflejo directo de la realidad, pero sí un grado más alto de generalización que el que puede darse a nivel de la conciencia empírica.
Se diferencia también de las concepciones religiosas del mundo ya que éstas parten de principios dogmáticos que mediante mitos y hierofanías (manifestación de lo sagrado) son presentadas como verdades que no requieren ser demostradas, sino que simplemente se cree o no en ellas. Para la religión (todas) la explicación racional del mundo es sustituida por el acto de fe, es decir no razonada, aunque en algunos casos razonable, siempre que sea presentada al ser humano en forma de palabra y de signo.
La filosofía es una concepción del mundo, pero no la concepción del mundo misma. Como concepción filosófica expresa un conjunto de ideas, encuadradas básicamente en el marco del problema fundamental de la filosofía que etimológicamente en griego, significa “amor a la sabiduría” y la Real Academia Española, define como “un conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”.
En general, la filosofía estudia las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. El análisis de la conciencia social desde el punto de vista de su desarrollo histórico, sociológico y del conocimiento, nos revela que la filosofía forma parte de la conciencia social expresión cimera de la ideología que es un reflejo del ser social, mediatizado por los intereses y necesidades de la clase social a la que corresponda y exprese.
La relación dialéctica entre conocimiento e ideología demuestra que el grado de subjetividad de una visión del mundo, estará siempre en dependencia del grado de acercamiento que ésta tenga de la realidad, por lo que los valores y conocimientos de una filosofía dada, dependen ante todo de la objetividad que exprese ya sea en el ámbito valorativo o cognoscitivo.
Eje central de toda concepción filosófica del mundo es la relación entre el ser y el pensar. La identificación de la filosofía como concepción del mundo, conlleva, obligadamente una serie de temas y problemas que le son ajenas.
La confusión entre filosofía y concepción del mundo se originó a mediados del siglo XIX, época en el que el desarrollo del conocimiento de las ciencias particulares (Astronomía, matemáticas, física y química (Alquimia) estaban en ciernes, por lo que la filosofía metafísica se asumió como “Ciencia de las ciencias”
Las pretensiones de la filosofía de convertirse en concepción del mundo a partir de su propia sistematización y al margen del conocimiento real del mundo, tuvieron su más alta expresión en el sistema hegeliano que según Engels, fue un aborto colosal, pero también el último en su género.
La superación de la ciencia significó el fin de la filosofía especulativa. El positivismo negó la necesidad de toda “concepción filosófica del mundo” a la que calificó de convencional y superflua.
El irracionalismo excluyó también a la filosofía del campo del saber científico, solo que, partiendo del extremo opuesto al positivismo, ya que consideró que la concepción filosófica no era una reflejo real y objetivo del mundo, sino una filosofía de la vida y de la existencia.
La filosofía solo puede brindar una visión real del mundo si se apoya en los datos proporcionados por las ciencias particulares, las generaliza y las confronta de nuevo con los resultados de la práctica y se orienta en el sentido de que el mundo debe ser explicado a partir de sí mismo.
Al expresar y orientar la conciencia del hombre en el sistema de sus relaciones sociales, en su interacción con la naturaleza, la concepción del mundo proporciona un conjunto de valores y orientaciones básicas que influyen decisivamente en la conducta y en la vida de los seres humanos, clases sociales, grupos e individuos, que Antonio Gramsci, sintetizo de esta manera: “la concepción del mundo es conciencia y ética” y señaló que “entre el hecho puramente intelectual y la norma de conducta, hay con frecuencias contradicciones”.
Y se preguntaba con ironía y profunda agudeza “¿Cuál será pues, la concepción real del mundo; la aseverada lógicamente como manifestación intelectual o la resultante de la verdadera actividad de cada cuál que se encuentra implícita en su obrar? Y puesto que el obrar es siempre un obrar político, ¿No se puede afirmar que la filosofía real de cada quién está cabalmente contenida en su política? Hay se los dejo para que lo reflexionen.
La religiosa (Juan Manuel Andazola)
La Pandemia del Covid 19 y otras calamidades que azotan al mundo en estos momentos ha llevado a miles de millones de seres humanos a replantearse el sentido de la existencia de la humanidad, el mundo y Dios.
Los desastres naturales que derivan de la agudización de las crisis económicas, políticas y sociales en estos momentos han llevado a muchas personas a voltear hacia las teorías catastrofistas más diversas, el supuesto cumplimiento de oráculos y desenlaces provenientes de los avisos premonitorios del fin del mundo o de la existencia humana, entre los cuales acomodan como un gran referente el libro bíblico del Apocalipsis.
Mucho piensan y se preguntan ¿Acaso no serán estos signos apocalípticos el fin de los tiempos? Lejos de esa idea generalizada, el verdadero sentido de ese texto que ocupa el último lugar de la Biblia, es otro: La palabra apocalipsis significa “revelación”, entendida como la “develación de los misterios de los últimos tiempos” y la conciben como la serie del conjunto de desastres que han de azotar a la humanidad toda, pero no en sentido de la derrota sino del triunfo.
En ese sentido hay que entender las “catástrofes” envueltas en ese libro en un lenguaje lleno de símbolos que retoman la experiencia del pueblo hebreo y de su literatura, la cual expresa la experiencia de un Dios liberador, desde el libro del Éxodo con la liberación de Egipto, el mito del paraíso terrenal donde el ser humano era el rey de la creación asentado en el libro donde Yahveh le da la potestad al hombre de nombrar a todos los seres de la tierra y dominarlos, simbología retomada con un nuevo sentido en el último capítulo del Apocalipsis (22), así como la experiencia de los profetas de Israel del anuncio por orden de Yahveh de la vuelta a la práctica de la justicia, la piedad, la misericordia y la atención al desvalido en particular con pobres y con los que sufren.
La imagen de un Dios justiciero que condena la dominación, la opresión, el abuso y las injusticias, anuncios de los profetas auténticos que se contraponen a los falsos profetas del rey que aprobaban y aplaudían todos los actos de abuso del Rey, por lo que los profetas auténticos por cumplir con el mandato de Dios fueron rechazados, martirizados, decapitados, torturados y perseguidos, por el anuncio de la verdad.
La figura central del Apocalipsis es Cristo, simbolizado en el Cordero, su triunfo sobre la maldad, la mentira y la opresión que castiga a quienes cometieron el mal. Así tiene sentido el juicio, ocurre sí en medio de las catástrofes expresadas con plagas, con los famosos jinetes del Apocalipsis y otros símbolos.
Por razones de espacio, concluyo esta concepción religiosa del mundo, con la reflexión del Teólogo Aliaga Girbés. “El libro del Apocalipsis del profeta Juan, habla de un cambio que provocará una “catástrofe”, esto es, un giro en el estado de cosas existentes”.
La “catástrofe”, en su etimología la palabra deriva del griego καταστροφή (katastrophe – ruina, destrucción) y está formada de las raíces κατὰ (kata = hacia abajo, contra, sobre) y στροφή (strophe = voltear), o sea “voltear hacia abajo”. O sea, dar un vuelco a las cosas hacia abajo, pero no hacia lo peor, como algunos lo entienden, sino al contrario de lo establecido. “Catástrofe”, eso es, un giro en el estado de cosas existente”.
“Pero este cambio deberá darse mucho más en el orden espiritual que en el natural o físico, siendo éste un reflejo de lo espiritual”. En la praxis esto significa una concepción del mundo que va en contra de lo establecido, es subvertir el orden de un sistema dominante y dominador por algo nuevo.