¿Cómo sería la presidencia de López Obrador?

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Por John M. Ackerman

Con la presentación de su Proyecto de Nación 2018-2014 (disponible aquí: www.proyecto18.mx), Andrés Manuel López Obrador ha ratificado que es un hombre de propuestas que busca estabilizar el país, defender las instituciones públicas y liberar la sociedad civil. El debate apenas inicia con respecto a los detalles de cada una de las iniciativas y todavía falta un año hasta que el tabasqueño ocuparía Los Pinos, pero el documento cumple el muy importante papel de romper los mitos y disipar los miedos con respecto a un futuro gobierno de Morena. López Obrador también se adelanta a las otras fuerzas políticas y, como ya es costumbre, fija la agenda para el debate público durante las próximas campañas electorales.

El documento presentado por López Obrador y Alfonso Romo el pasado 20 de noviembre no es un manifiesto ideológico o demagógico, sino un conjunto de propuestas concretas que dan una excelente idea de las acciones prioritarias que se llevarían a cabo a partir del primer día de la nueva administración.

En primer lugar no habrá expropiaciones irresponsables, cancelaciones unilaterales de contratos, desabasto, cacería de brujas, censura o represión. El proyecto desmiente de manera clara y contundente el fantasma del supuesto monstruo populista que el PRIANRD, Enrique Peña Nieto y los medios dominantes han querido utilizar para desacreditar al presidente de Morena desde 2006.

No existe una sola línea en el Proyecto de Nación que implique algún afán de López Obrador de utilizar el poder presidencial para desquitarse con los ricos o ajustar cuentas con sus adversarios. Queda perfectamente claro que el objetivo del presidente de Morena no es dividir el país o centralizar el poder, sino rescatar las instituciones y ponerse a trabajar con nuevas iniciativas en beneficio de la población.

El proyecto propone construir carreteras, trenes, escuelas, hospitales, refinerías, aeropuertos, así como estimular la inversión privada, combatir la corrupción, garantizar Internet libre y gratuito, rescatar el sistema de procuración e impartición de justicia y, sobre todo, apoyar a los jóvenes.

Los recursos necesarios para estos proyectos no saldrán de nuevos impuestos, sino de acabar con la corrupción desbordada que desangra el gobierno, combatir la enorme evasión fiscal e implementar una estricta austeridad en los gastos burocráticos. México es un país rico, con una de las economías más grandes del mundo (número 14 al nivel mundial) y cuenta con una gran cantidad de leyes e instituciones públicas. Sin embargo, hoy la riqueza económica e institucional es desperdiciada por un puñado de oligarcas y corruptos que utilizan su poder para enriquecerse en lugar de apoyar al pueblo.

Una inversión en las prioridades de gasto y de políticas públicas al nivel federal abriría la puerta para un histórico renacimiento de la gran creatividad e innovación del pueblo mexicano. Con un poco de oxígeno para respirar, la sociedad misma se encargará de transformar y desarrollar la nación de la mano con un gobierno legítimo, honesto y democrático.

Dos de los planes más importantes del Proyecto de Nación son el de combate a la corrupción y el de apoyo a la juventud. La agenda de combate a la corrupción incluye siete prgramas específicos que buscan cerrar de una vez por todas la llave al desvío de recursos públicos. Se incluyen iniciativas concretas para acabar con los conflictos de interés, terminar con el lavado de dinero y los flujos internacionales de recursos ilegales, abrir de par en par la transparencia gubernamental y someter a contratistas del gobierno a un estricto régimen de rendición de cuentas.

El ejemplo de López Obrador como un jefe de Estado recto y honesto tendrá un poderoso impacto sobre todo el aparato gubernamental. Pero el tabasqueño tiene claro que no es suficiente. También hace falta fortalecer la transparencia y la institucionalidad democrática para garantizar que todos los servidores públicos en su gobierno sigan su ejemplo.

El programa Jóvenes construyendo el futuro es, quizás, el más ambicioso de todos (véase: goo.gl/mpcpsj). Esta iniciativa busca garantizar que absolutamente todos los jóvenes del país tengan la posibilidad de desarrollarse personal y profesionalmente, sin la necesidad de migrar a los Estados Unidos o colaborar con el narcotráfico. Desde el primer año del gobierno, el proyecto apoyará a 2.6 millones de jóvenes, con becas de estudio, de trabajo o de capacitación.

Simultáneamente, se ampliará la oferta de educación superior para asegurar que todos los que quieran cursar una carrera universitaria puedan hacerlo. Los exámenes de exclusión, mal llamados exámenes de admisión, ya no serán necesarios ya que habrá lugar para todos.

En general, se busca acabar de tajo con el fenómeno de los llamados ninis que no estudian ni trabajan. Becarios sí, sicarios no, es el resumen que suele utilizar López Obrador para referirse al programa.

En suma, el verdadero peligro para México no sería la eventual llegada de López Obrador a Los Pinos en 2018, sino la continuidad del actual régimen de corrupción y saqueo que a lo largo de décadas de malos gobiernos ya ha demostrado su enorme capacidad destructiva.

johnackerman.blogspot.com

Twitter: @JohnMAckerman

Fuente: La Jornada

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