Éste es un lugar donde cada burro tiene su día para brillar, un pequeño pueblo justo al norte de Ciudad de México que da a las bestias de carga una oportunidad de demostrar su valía.
Hasta 40.000 personas acuden a la feria anual de burros en Otumba para ver a los animales competir con disfraces y correr por un circuito con jinetes en el lomo. Los turistas abarrotan el recinto ferial, adornados con falsas orejas de burro y degustando la cocina clásica de feria, como la versión local de los burritos —un platillo popular tanto en el norte como en el sur de la frontera entre México y Estados Unidos.
Los disfraces de los burros aluden a temas tan variados como el sistema de chófer Uber a los templos prehispánicos, y este año Donald Trump supuso toda una categoría. Cuatro familias vistieron a sus burros imitando al aspirante a la presidencia de Estados Unidos, que ha prometido levantar un muro en la frontera para mantener fuera a migrantes mexicanos a los que describió como “violadores”.
Adolfo García Aguilar, que trabaja en una granja de ganado, dijo que su familia decidió vestir a su burro con corbata roja, botas negras y peluca rubia. “A ver cómo nos va. A ver si nos corren con todo y el burro”, bromeó Aguilar antes del concurso de disfraces.
Otros animales disfrazados de Trump mostraban carteles en los que afirmaban ser el auténtico Trump o prometían dedicar los 12.000 pesos del premio a levantar un muro entre Otumba y Teotihuacán, una famosa ciudad preazteca con pirámides que se encuentra cerca.
Pero ninguno de ellos tuvo mucho éxito con el público en la 51ra feria anual de burros. Los aplausos del público eligieron a los ganadores: burros que imitaban a un pitufo, un bombero y un auto de Uber.
Zeus Laredo, un profesor de física que acudió con amigos, dijo que prefería al que finalmente resultó ganador, un burro vestido como Papá Pitufo al que asistía un séquito de gente disfrazada de pitufos.
Otumba fue un importante mercado de burros durante la colonización española. La localidad se encontraba en un cruce de caminos importantes en la ruta a Ciudad de México, y los animales llevaban cargas pesadas y viajeros.
Hoy, sin embargo, los agricultores utilizan tractores y camionetas, y la población de burros está en declive.
El animal que ganó la carrera de jinetes es más una mascota que un trabajador. El jinete ganador, Wilfrido Lemus Corona, de 12 años, aprendió a montar a Veso cuando su abuelo lo colocó encima del burro cuando tenía apenas 6 años para llevarlo por los campos, explicó la madre del campeón, Patricia Corona Espinosa. Familiares y amigos alzaron al pequeño jinete por los aires el domingo después de su tercera victoria consecutiva. También se llevó a casa 12.000 pesos en efectivo, unos 700 dólares.
Ante el descenso en la población de burros, la familia Flores, de Otumba, decidió abrir un santuario financiado con donaciones llamado “Burrolandia”. En el centro viven 30 burros, que según explicó Germán Flores habrían terminado sacrificados de no haber sido acogidos. Allí viven el resto de sus días pastando, y reciben visitas de turistas los fines de semana.
La mayoría de los burros del santuario proceden de campesinos que o bien ya no podían mantener a los animales o ya no tenían espacio, tras mudarse lejos de sus granjas.
Otumba confía en que su festival anual conciencie sobre el destino de estos animales, comentó el organizador de la feria Juan Carlos Chávez.
“Los burros son unos animales maravillosos”, comentó. “Son animales que según dicen no entienden, pero sí entienden. Son animales muy, muy obedientes”.