Por Eduardo Ibarra Aguirre
Sólo el afán de quedar bien con el primer priísta del país, ahora con toda la cobertura estatutaria dada por la XXV Asamblea Nacional, salvo disposición en contrario del llamado arbitro electoral, puede explicar que dirigentes del partido tricolor apuesten a que los logros alcanzados como gobernante por Enrique Peña Nieto “serán factor que influirá mucho en los resultados de las elecciones del 7 de julio”.
Como lo evidencian varias muestras demoscópicas, la mitad de los ciudadanos respalda la gestión de Peña Nieto. Y con este apoyo difícilmente “influirá mucho” en los resultados de los 14 procesos electorales en puerta y respecto de los que Paloma Villaseñor jura que el PRI continuará “su racha ganadora de 2012”, y reconquistará la gubernatura de Baja California, perdida hace 24 años ante Acción Nacional. Derrota de la que aún se recuerda la respuesta de Luis Donaldo Colosio a un amigo que le preguntó: “¿Cómo estás Donaldo”, enseguida de hacer el anuncio formal en Insurgentes y Violeta: “Aquí, terminando de comer sapos”, fue la respuesta.
Menos recomendable todavía es apostar a que los comicios mostrarán la ratificación o no del “apoyo que dan a los gobiernos en turno”, pues si la cosecha de sufragios del Revolucionario no es la mejor, colocarán en situación comprometedora al mexiquense de Atlacomulco, grupo incluido.
El bajo respaldo ciudadano a Peña para tratarse de un gobierno que apenas comienza, resulta explicable si observamos que no existen resultados, ni buenos ni malos, en los temas que más preocupan y por supuesto ocupan a las mayorías: seguridad pública, empleo, poder adquisitivo del salario…
Cierto es también que en el círculo rojo, el de la opinión pública y publicada, le va mucho mejor al esposo de Angélica Rivera. Allí logra que 70 por ciento de sus integrantes lo apoyen por generar un clima político de mayor colaboración multipartidaria, así sea en detrimento del legalmente insustituible papel legislativo de la dos cámaras, y de coadyuvar a la mayor fractura de las dirigencias de Acción Nacional y de la Revolución Democrática.
Cuenta por supuesto, la reforma educativa en términos constitucionales y lo que en materia de telecomunicaciones trabaja el Senado. Son grandes definiciones, conceptos, órganos y lineamientos demasiado importantes, publicitados exageradamente y sin respaldo en hechos concretos que tardarán buena parte del sexenio para ser observados por el ciudadano común.
Y mientras lo anterior sucede, aparece la inmediatez. Los reclamos partidistas por el añejo contubernio entre el gobierno y su partido, el otrora PRI-gobierno –denominado así por los que durante una docena de años erigieron el PAN-gobierno y fracasaron–, en las contiendas electorales.
Jesús Zambrano da por hecho la realización de una mesa paralela a la del Pacto por México entre las directivas de los partidos y el gobierno federal. Con enternecedora candidez anuncia que “con piso disparejo no aceptaremos que durante el proceso electoral nos quieran ver la cara”. Que el Ejecutivo federal “debe ser garante de generar las condiciones para una cancha equilibrada”. Ahora se entiende mejor por qué lo elogian tanto prominentes hombres y mujeres del Institucional.
Del mismo partido, Alejandro Encinas exigió: Es momento de que los municipios no sean tratados como patitos feos, y denunció que la Cruzada Nacional contra el Hambre “es por los votos, dado que la mayoría de los 400 municipios que están en el programa se hallan en zonas urbanas donde perdió el PRI las elecciones pasadas”. De ese tamaño, mientras su compañero de partido pero no de sector, pide peras al olmo.
Fuente: www.forumenlinea.com