El gobierno de Colombia y las FARC anunciaron el miércoles un acuerdo de cese del fuego bilateral, el primer paso para poner fin a uno de los conflictos armados más largos del mundo, que marcó a generaciones y dejó millones de víctimas y pérdidas materiales.
La confrontación provocó más de 220.000 muertos, miles de desaparecidos y millones de campesinos desplazados a las ciudades desde que se iniciaron las hostilidades en 1964.
La ceremonia que oficializará este acuerdo de fin de hostilidades bilaterales se realizará el jueves en La Habana y contará con la presencia del presidente colombiano Juan Manuel Santos y el comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) alias “Timoleón Jiménez” o “Timochenko”.
El Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon indicó que también estará presente para ser testigo de la firma del convenio, así como los mandatarios de Cuba, Venezuela y Chile, los dos últimos garantes del proceso de paz que pronto va a cumplir cuatro años.
El anuncio fue realizado en Cuba mediante un comunicado conjunto leído por un representante del gobierno y otro de los rebeldes en el cual se aseguró que las partes llegaron “con éxito al acuerdo para el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo”.
El texto también informó sobre un convenio para el abandono de las armas por parte de los guerrilleros, seguridad para los rebeldes y activistas de izquierda que quieran hacer política y medidas para detener el paramilitarismo.
En los últimos 15 años el ejército colombiano, apoyado por el gobierno de Estados Unidos, desató una ofensiva que diezmó las tropas del movimiento insurgente y replegó a sus combatientes pero sin derrotarlos, lo que forzó al secretariado de la organización de corte marxista-leninista a sentarse a una mesa de negociación a pactar la paz.
En enero ambas partes solicitaron a las Naciones Unidas el monitoreo del entonces eventual cese del fuego y para que sirviera de instancia de resolución de conflictos surgidos de la desmovilización de los 7.000 guerrilleros armados que tienen las FARC.
Aunque se desconoce el contenido preciso del acuerdo anunciado el miércoles esta es la declaración conjunta más importante de las alcanzadas hasta ahora por las partes de una agenda previamente establecida de seis puntos. De cumplirse, constituye el principio del fin de la guerra.
Aún quedan temas pendientes por negociar relacionados con la desmovilización, la refrendación de los acuerdos para darle soporte jurídico y legal a los mismos a fin de que no sean reformados por un gobierno posterior. El mandato de Santos culmina en agosto de 2018.
“¡Mañana será un gran día! Trabajamos por una Colombia en paz, un sueño que comienza a ser realidad. #SíALaPaz”, escribió Santos en su cuenta de la red social Twitter el miércoles al mediodía tras la lectura del comunicado conjunto.
El mandatario colombiano dijo esta semana que espera tener un acuerdo de paz completo listo para el 20 de julio, cuando el país sudamericano celebra la independencia de España.
El 23 de septiembre en La Habana Santos y “Timochenko” habían fijado para el 23 de marzo la firma de la paz, pero las delegaciones negociadoras reconocieron que les había sido imposible resolver varios puntos de la agenda de negociaciones.
“Para que cese la horrible noche y se abra el camino de la paz y la esperanza”, escribió por su parte el negociador guerrillero Carlos Lozada en su cuenta de Twitter.
Las conversaciones de paz se caracterizaron por el accidentado proceso lleno de tensiones y porque se extendieron más tiempo del que anticipara Santos inicialmente.
Si se alcanza un acuerdo final se extinguiría el último gran movimiento armado de América Latina. Una vez firmado, los colombianos deberán refrendarlo.
En el país quedaría operando el Ejército de Liberación Nacional (ELN) una pequeña guerrilla que desarrolla sus actividades en algunas áreas del país y que podría parcialmente llenar el vacío que dejen las FARC, aunque actualmente el gobierno de Santos adelanta algunos acercamientos para firmar la paz con esa agrupación.
Las encuestas de opinión muestran que las FARC, que según algunas fuentes, en las últimas décadas financiaron su insurgencia con dinero del narcotráfico y el secuestro, son impopulares en muchos sectores colombianos.
La demora en las conversaciones generó además frustración entre los habitantes del país, por lo que la perspectiva de una verdadera reconciliación parece compleja.
El anuncio de cese del fuego y abandono de las armas generó toda clase de apasionadas reacciones en las redes sociales, medios de comunicación y en las esferas políticas y sociales de Colombia.
Para el analista Carlos Lozano, director del semanario Voz del Partido Comunista Colombiano, la noticia proveniente de La Habana “es excelente” porque demuestra en la práctica que el proceso realmente “va por buen camino”.
“Estamos a punto final”, comentó Lozano. “Esto facilita ya las decisiones últimas que falta para llegar a un proceso de paz permanente”, observó.
El exdiputado Sigifredo López, quien estuvo en poder de las FARC por más de siete años, calificó de extremadamente “importante” el anuncio por las implicaciones que tiene la guerra en el país.
El principal opositor del gobierno de Santos y del proceso de negociación con las guerrillas, el expresidente Alvaro Uribe (2002-2010), prefirió “no reaccionar al impulso de las primeras impresiones”. “Vamos a esperar que el gobierno le explique al país qué es lo que ha firmado en La Habana, vamos a leerlo detenidamente y a reflexionar”.
En Washington, el portavoz del Departamento de Estado John Kirby celebró el anuncio y expresó su esperanza de un pronto acuerdo final de paz. Además informó que el enviado especial de Estados Unidos para las conversaciones, Bernie Aronson, asistirá a la ceremonia del jueves en La Habana.
Fuente: AP