CIDE, ¿núcleo de una red de intereses?

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“¿Qué queda entonces de aquel CIDE que ideó la Maestra Trinidad Martínez Tarrago y del que nos narró en su testimonio después que se lo arrebató el entonces Presidente José López Portillo? Vale verdaderamente la pena revisar este testimonio sobre una institución que tristemente, desde aquel incidente, parece que nunca volvió a ser lo mismo”.

Por Hernán Garza Villarreal* y Guadalupe Correa-Cabrera

La discusión sobre el estado actual de la educación superior, la ciencia y la tecnología en México es clave pues en estas áreas se fundamenta el desarrollo y el futuro en general de nuestro país. Por ello, no es menor el debate que existe actualmente con relación a la extinción de los fideicomisos y al liderazgo del Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C. (CIDE). Desafortunadamente, esta discusión parece haberse tornado fundamentalmente política y anti-intelectual, dando lugar a debates estériles que desvían la atención con comparaciones irracionales y ahistóricas. Al mismo tiempo, intentan colocar algunos—de manera torpe y desesperada—a una pugna interna relacionada verdaderamente con temas de corrupción y privilegios, en el centro neurálgico de la lucha por el poder político en México y por los espacios perdidos de una élite económica y política que apoyó—también desde la academia—un proyecto que ensanchó la brecha de los ingresos entre pobres y ricos en nuestro país.

Dicho proyecto tampoco generó el desarrollo que nos prometieron los tecnócratas, quienes se adueñaron de la educación superior en los espacios de élite a finales del siglo pasado y en las primeras dos décadas del presente. La transición democrática que facilitaron—y que ahora toman como estandarte algunas de las élites intelectuales mexicanas del pasado reciente—afianzó la dependencia de nuestro país al gran capital nacional y transnacional, cuyos centros de operaciones residen en el mundo desarrollado occidental. Así, los adalides de la democracia republicana dentro de las élites universitarias se aferran con uñas y dientes a los espacios y a los recursos que una vez los privilegiaron con creces, y que los convirtieron en lo que parece que fueron y siguen siendo, una “oposición controlada” por los intereses capitalistas.

En la defensa al CIDE que el pasado 2 de diciembre hace el Dr. Mauricio Merino [quien se precia de haberse “mudado, enhorabuena (del CIDE) a la Universidad de Guadalajara (UDG) en 2020”]en el marco del décimo seminario internacional “Corrupción y Política en América Latina”, el académico mencionó la existencia de una serie de estudios al interior de la institución sobre transparencia, ética pública, Gobierno abierto, denuncias de fraudes al erario público (como los del Programa de Apoyos Directos al Campo o PROCAMPO), entre otros. Todos estos documentos fueron producidos por la denominada Red de Rendición de Cuentas (RRC), una organización que, según el Dr. Merino, “el CIDE hizo nacer”. Dicho esfuerzo cristalizó en el Instituto de Investigación en Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción (IIRCCC) del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA) de la UDG. [Nota: Vale la pena revisar su página web y analizar con todo cuidado los miembros de la red que aparecen en la parte de abajo: https://www.rendiciondecuentas.org.mx/somos-2/].

El que es “buen juez, por su casa empieza”, pero eso parece no importar cuando se trata de ser oposición.1/ Así, en un ejercicio de defensa de las labores del CIDE, el ahora académico de la UDG nos presenta, en su intervención de principios de diciembre, 15 años de publicaciones de la RRC denunciando corrupción, que culminaron con el ominoso sexenio de Enrique Peña Nieto. Como parte de esta discusión, el concepto de “oposición controlada” puede venir a la mente de los detractores del neoliberalismo cuando se recuerda el presupuesto que recibía el CIDE por parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Cabe mencionar que hasta hace poco, cerca de la mitad de los 900 millones de pesos anuales canalizados para los fideicomisos de los Centros Públicos de Investigación (CPI) estaban destinados al CIDE.2/ Efectivamente, algunos críticos de la élite intelectual que apoyó a la tecnocracia neoliberal en México podrían pensar en la existencia de una “oposición controlada” operando desde Santa Fe y Guadalajara, más que en agentes de cambio autónomos, como nos lo quiere hacer sentir el Dr. Merino.

La red de rendición de cuentas de la que hablamos está formada actualmente por una lista de agentes públicos y privados, nacionales e internacionales que, como se dijo anteriormente, bien vale la pena examinar. Destacan organizaciones como Artículo 19, Mexicanos Primero, el Instituto Federal Electoral (IFE), el Instituto Mexicano para la Competitividad, A.C. (IMCO), entre muchos otros, cuyo financiamiento y redes económicas y políticas (nacionales y transnacionales) es preciso analizar. Los objetivos primordiales de una red de transparencia y combate a la corrupción como ésta parecen loables. Sin embargo, en ningún lugar encontramos sus propios mecanismos de “rendición de cuentas”, es decir, aquellos que ellos mismos exigen a todo el mundo. Me recuerda a investigaciones tan importantes como las de los “Panama Papers” o “Pandora Papers” del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) y su red de financistas. Pero igualmente, esto no parece importar cuando la oposición es “controlada”, aparentemente por el gran capital transnacional que domina los espacios políticos.

En el caso de la RRC, no queda claro cuánto del presupuesto del Conacyt fue destinado a los trabajos de la misma en los tiempos de gloria del CIDE. Este es un dato que es muy relevante conocer. Es desde aquí de donde la rendición de cuentas del presupuesto público debe partir, y no con una serie de publicaciones de denuncias aparentemente inocuas encimadas una sobre otra. Existe otro organismo dentro del CIDE parecido a la RRC: el Laboratorio Nacional de Políticas Públicas (LNPP)3/, el cual es dirigido por el Dr. Eduardo Sojo Garza-Aldape, quien fuera Coordinador de Asesores de la Oficina de la Presidencia en el Gobierno de Vicente Fox Quezada, Secretario de Economía con Felipe Calderón y presidente del Inegi de 2008 a 2015. Este Laboratorio Nacional cuenta entre sus aliados con la Fundación Ford, la Coparmex y el Consejo Coordinador Empresarial. Analizando estas redes, podemos preguntarnos ¿en dónde queda el interés de la nación en este “Laboratorio Nacional”? En realidad, la dirección general del LNPP pareciera más un inmejorable puesto para el retiro dorado de un funcionario que no le han sido suficientes tres décadas de servicio público para dejar un legado en la administración pública mexicana.

La Red de Rendición de Cuentas y el Laboratorio Nacional de Políticas Públicas tienen muchas similitudes con el Grupo Consultivo de Ayuda a la Población más Pobre (CGAP por sus siglas en inglés)4/, un consorcio de agencias públicas y privadas creado con fondos del Banco Mundial en 1995, con la misión de ampliar el acceso a los servicios financieros para los pobres. El CGAP tiene como administrador general y sede de su Secretaría al mismísimo Banco Mundial, institución emblemática del Consenso de Washington. Sin embargo, su gestión ha estado a cargo de la Fundación Ford (2008), la Fundación MetLife, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Mastercard, así como de instituciones financieras privadas.

Estas últimas han hecho aportaciones económicas significativas para impulsar sus agendas como la inclusión financiera. Al mismo tiempo, lo hacen para proteger sus intereses, como proteger sus concesiones bancarias de la entrada de las empresas de telecomunicaciones y plataformas socio-digitales en los mercados de pago. Estamos entonces hablando de una especie de club de ricos que estudia la pobreza. Sin embargo, en su sistema de gestión, dicho esquema considera dos elementos que es preciso resaltar. Se trata de las evaluaciones externas, tanto de la relevancia de sus trabajos, así como de la efectividad de los mismos. Estos ejercicios de “contrapeso” sirven para blanquear los propósitos de las fundaciones y empresas privadas donantes en el caso del CGAP, un “falso pudor” que ni siquiera encontramos en las dos organizaciones ligadas al CIDE (la RRC y el LNPP) capturadas por los intereses privados de los que hablamos.

¿Qué queda entonces de aquel CIDE que ideó la Maestra Trinidad Martínez Tarrago y del que nos narró en su testimonio después que se lo arrebató el entonces Presidente José López Portillo? Vale verdaderamente la pena revisar este testimonio sobre una institución que tristemente, desde aquel incidente, parece que nunca volvió a ser lo mismo.5/ Aquí y ahora parecen ser visibles los vínculos de la institución con el gran capital nacional y transnacional en las ramas de investigación y periodismo. Catedráticos e investigadores del CIDE y algunos programas han tejido importantes relaciones con influyentes organizaciones de la sociedad civil como Mexicanos Unidos Contra la Corrupción y la Impunidad (MUCCI)—financiadas por grandes capitales mexicanos (y extranjeros) que influyen grandemente en política nacional con agendas bien definidas, deseando ahora recuperar los privilegios perdidos. En este contexto, es curioso cómo loables investigaciones como la “Estafa Maestra” han tenido la virtud de denunciar universidades públicas, pero podrían ser selectivas con algunas instituciones de educación superior que son ahora sus aliadas.

El presente análisis intenta desmarcarse de los “dimes y diretes” en la lucha por el poder político en México. Es preciso evitar tergiversar la discusión sobre el futuro de la educación superior, la ciencia y la tecnología de nuestro país con luchas ideológicas que terminan sólo por apoyar intereses mezquinos. Cabe destacar la manera en la que el gran capital ha capturado y controlado los espacios de crítica, al periodismo, la academia y a la oposición—pagando lealtades al mejor postor. Intentamos con este análisis abordar el conflicto del CIDE desde otra arista. Y nos encontramos en medio de una comunidad estudiantil, de académicos y de investigadores atrapada entre una genuina voluntad de aprender y generar conocimiento nuevo y las perversas intenciones de quienes controlan la institución.

Noreena Hertz en El Poder en la Sombra: La Globalización y la Muerte de la Democracia (Planeta, 2002)6/ nos advertía ya hace veinte años que la democracia y los derechos humanos son solo una fachada para el capitalismo y nos explicaba cómo las grandes corporaciones controlaban los gobiernos. Esto lo hacen usurpando las funciones del Estado y beneficiándose de subsidios públicos, pero controlando las instituciones y convirtiéndolas en un arma política mucho más eficaz que las urnas. Joan Roelofs en su libro Fundaciones y Política Pública: La Máscara del Pluralismo (SUNY Press, 2003) hace una crítica similar a las organizaciones de la sociedad civil capturadas por el gran capital transnacional. Bajo esta lógica, sería posible pensar en lo que pasa en el CIDE como una pugna por el control de uno de los centros neurálgicos de intereses capitalistas globales que operan sus complejas redes de transmisión para desarticular al Estado.

No debemos confundir las demandas de autonomía o el llamado a respetar a la ciencia que tramposamente hacen quienes defienden al CIDE con estos mecanismos de apropiación privada de los organismos públicos. Por lo coordinado de la reacción en torno al cambio del rector del CIDE, todo indica que este pudiera ser el nodo central de una red de intereses privados internacionales disfrazados de académicos, cobijados por las oligarquías locales.


Notas:

1/ ́ Véase: García Partida, Juan C., 2016, “La Familia de Raul Padilla”, en El Respetable, 19 de junio, http://elrespetable.com/2016/06/19/la-familia-de-raul-padilla/.

2/ Poy Solano, Laura, 2020, “Demanda el Conacyt a Empresas para que Devuelvan Fondos”, en La Jornada, 23 de octubre, https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2020/10/23/demanda-el-conacyt-a-empresas-para-que-devuelvan-fondos-2147.html. Según esta nota, con relación a los fideicomisos de los CPI, de los cerca de 900 millones de pesos que llegaron a sumar el total de los fondos, “96 por ciento [se concentraba]en cuatro o cinco centros, y cerca de la mitad en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE)”.

3/ Sobre el LNPP y sus miembros véase: https://lnpp.cide.edu/index.php.

4/ Sobre el CGAP y sus miembros véase: https://www.cgap.org/about/member-organizations yhttps://openknowledge.worldbank.org/bitstream/handle/10986/28056/576400%20NWP0Box31am0 review0v30issue01.pdf?sequence=1&isAllowed=y.  

5/ Véase “Orígenes y Creación del CIDE: Testimonio de la Maestra Trinidad Martínez Tarrago,” vol. XX, núm. 43, 2005, pp. 343-366, https://www.redalyc.org/pdf/413/41304315.pdf.

6/ La versión electrónica gratuita de este libro puede encontrarse en: https://espaebook.gratis/el- poder-en-la-sombra.

* Hernan Garza (@hernangarzav) / Twitter

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