China, S.A.

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Viajamos por China justo antes de que se celebre el XVIII Congreso Nacional de Partido Comunista en el que los dirigentes tendrán que decidir si frenar el ingreso del capital privado dentro del propio Estado

Mientras, hace apenas unas semanas, 10.000 policías reprimieron brutalmente una protesta de trabajadores industriales por la decisión de Apple de dejar de ensamblar el Iphone en este páis por “políticas fiscales poco favorables” y una mano de obra cada vez más cara.

¿Qué modelo de país se está construyendo?

 

Por Bostjan Videmsek*

Estamos en una sala de la elitista Universidad de Estudios Políticos. Durante las últimas décadas, esta ilustre institución ha servido como semillero de peces gordos del partido. Un estudiante pequeño y frágil de movimientos erráticos, tez blanquecina y peinado a lo Hitler nos habla mucho del glorioso pasado de la universidad, y aún más del futuro invencible de China. Tiene diecinueve años. Aunque da la sensación de estar completamente perdido –tanto en el tiempo y el espacio como en la traducción-, sus convicciones son férreas.

La aterradora seriedad del estudiante, sumada a la imagen de sus compañeros exhaustos frente a la pantalla del ordenador en la biblioteca de la universidad, es un fascinante contraste a lo que se ve en las calles del centro de Pekín. En la última década, se han convertido en un campo de batalla para los arquitectos especializados en rascacielos, centros comerciales de lujo y otros templos de la comunicación robotizada. En China ir de compras se ha convertido en una necesidad básica. Tanto para la población local como para los visitantes resulta prácticamente obligatorio.
Pero, ¿qué pasó con el comunismo?

Quizás deberíamos simplemente llamarlo de otra manera: capitalismo comunista global, por ejemplo. Sea lo que sea, deberíamos por lo menos denominarlo correctamente: al fin y al cabo, parece ser lo que guarda el futuro para todos nosotros. Aquí y ahora. O, parafraseando el eslogan oficial de Shanghai, capital comercial del mundo: El futuro empieza ahora.

La dictadura preferida
Pregunto a Li Jiahua, vicedecano de la universidad, cómo su institución, escuela de la línea dura del Partido Comunista de China, se las había arreglado para adaptarse al cambio socioeconómico radical de los últimos veinte años. “Simplemente nos dejamos llevar. Desde luego hemos tenido que hacer frente a innumerables retos. El creciente progreso de nuestro país dio lugar a muchas preguntas. Así que inauguramos programas de economía y gestión financiera, aunque el grueso de nuestro currículum aún consiste en estudios sociales y políticos. Nos dimos cuenta de que nuestra tecnología estaba anticuada. Teníamos que resolver muchas cuestiones sobre la marcha. Pero me gustaría recalcar que la educación moral es aún el núcleo de nuestra institución”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estudiantes de la Universidad Tsinghua prueban una nueva plataforma on line. (AP Photo)

 

En los últimos veinte años, el perfil de los estudiantes de este nido ideológico también ha cambiado mucho. Lo que antes era alguien sumiso a la línea del partido con devoción por los uniformes militares, es ahora un consumidor digital totalmente subordinado a su dictadura preferida. Las camisas militares han dejado lugar a prendas de diseño, o por lo menos a los “falsos originales” de las marcas más prestigiosas del mundo. La agria cara del guarda rojo ha sido reemplazada por una sonrisa perfecta. ¡Ama más! es el eslogan de una de las marcas europeas de automóviles  que más se escucha últimamente por Pekín. Puede que esa bestia llamada China haya estado dormida durante siglos, pero se está convirtiendo en la fantasía de todo gurú del mercado libre.

La mejor forma de describir el ambiente en Pekín es evocando algún clásico futurista. Piensa en Blade Runner mezclado con Minority Report. Multitudes de jóvenes corren por las calles, siempre con prisa. Es de esperar. Mientras crecen, el tiempo en China pasa más rápido que en cualquier otro lugar del mundo. A medida que te abres paso entre las multitudes, en seguida aprendes la única regla que sigue regulando los flujos de peatones en Pekín: “¡Yo primero!” Pero aún en medio de todo este bullicio, los jóvenes siempre encuentran un momento para mirar sus cámaras, sus portátiles y sus móviles posmodernos. Un formidable ejército de artilugios grabando desapasionadamente cada instante, cada cara y cada acción en este infierno consumista. Con un cuerpo de inteligencia de tal magnitud, ¿para qué necesita el Estado servicios secretos? Con sus frenéticas oleadas de gente, las calles de las ciudades más ricas de China son ahora más uniformes que nunca. También hay muchos mas eslóganes, solo que ahora están escritos en el agresivo lenguaje de las agencias publicitarias, diseñados para entrar en el lóbulo frontal y empezar a susurrar sobre necesidades insatisfechas. ¡Ama más!, desde luego.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(AP Photo)

 

La pesadilla de Orwell
La economía china ha crecido durante los últimos treinta años. Los obstáculos se fueron quedando por el camino uno tras otro. El periodo de crecimiento ha sido tan rápido que sólo Estados Unidos se mantiene por delante del creciente kraken. Y ni siquiera los EEUU podrán aguantar mucho más. Durante treinta años, el crecimiento económico arrasó con todo lo que encontró en su camino, aprovechado hábilmente todas las ventajas ofrecidas por el comunismo totalitario. Los jefes del Partido se han acostumbrado a hacerse pasar por absolutistas ilustrados, pero hace mucho que se convirtieron en meros ejecutivos de esa madre de todas las corporaciones llamada República Popular de China.

En semejante entorno, los derechos de los trabajadores y los estándares medioambientales son como mucho temas de tercera categoría. Las masas humanas y lo que queda de naturaleza están completamente subordinadas al crecimiento, que puede ser visto tanto como una secta o como un trastorno obsesivo compulsivo. Puede que el futuro empiece ahora, pero también es indescriptiblemente aterrador. Especialmente cuando las seductoras empleadas femeninas del Centro de Planificación Urbana de Shanghai, capital del futuro, te muestran proyecciones en 3D de cómo será la ciudad dentro de pocos años. En este espectáculo de ciencia ficción se pueden observar todo tipo de detalles. Pero sólo faltan las personas. Pero, ¿para qué ser mezquino? Eldeus ex machina reinante tiene un plan claro: el ciudadano del futuro es alguien que no siente dolor, alguien que ha sido socialmente diseñado para perder tanto sus reflejos como su capacidad de reflexión.

Mientras reflexiono sobre esto, las trabajadoras invocan frases cuidadosamente seleccionadas. El futuro. Ahora. Armonía. Una ciudad mejor. Una vida mejor. La ciudad digital. Felicidad. Esta es la lengua de nuestro tiempo, y por ahora no tiene oponente. Tanto, de hecho, que quizás la Corporación sienta pronto la necesidad de crear un enemigo lo suficientemente débil. Parece que 1984 se ha retrasado unas tres décadas, pero aún así se avecina. La música clásica de mal gusto que acompaña esta presentación futurista no podría ser más apropiada para lo que es claramente una pesadilla orwelliana a la vuelta de la esquina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pase de modelos de moda china (AP Photo)

 

El fin de la Historia 2.
Las llamadas democracias occidentales ya no están en posición de dar órdenes ni lecciones a China, mucho menos sobre derechos humanos. El partido comunista ha conseguido poner en marcha la corporación más grande de todas, a sí mismo. De hecho, esta ultra-corporación es tan poderosa que puede permitirse reflexionar sobre sí misma e incluso alguna crítica templada. Sin embargo, esta crítica se limita a asuntos económicos. Como dijo el macroeconomista del Partido Zhao Heng, “sólo cuando hayamos resuelto las cuestiones económicas estaremos preparados para afrontar los temas políticos”. Sonó como un anticipo del XVIII congreso del Partido. En él, los dirigentes tendrán que decidir si frenar a las fuerzas del capital privado que, mediante su eficiencia y saber hacer, han comenzado a invadir la Corporación estatal misma. La otra opción de los cabecillas del partido es dejar a un lado lo poco que les queda de comunismo y someterse completamente al libre mercado. No lo tienen fácil: corren un riesgo enorme de cualquier forma.

Nuestra fuente diplomática, que ha trabajado en Rusia, Ucrania, y la República Democrática del Congo, opina que el Partido aún no está preparado para ceder el control. Supondría un golpe demasiado grave a la estabilidad y sin duda desencadenaría una ola de malestar social. Ya están teniendo lugar huelgas y protestas en toda China. La semana anterior a nuestra visita,diez mil policías reprimieron brutalmente una protesta de trabajadores industriales en el centro del paísdonde se ensambla el último modelo del Iphone. ¿La razón?Apple argumenta que por unas “políticas fiscales poco favorables” y a una mano de obra cada vez más cara, la compañía occidental ha decidido trasladar su operación a Vietnam y a Tailandia. Siempre hay alguien más pobre y más débil al que explotar. Y así el miedo a perder clientes occidentales es una de las razones por las que las numerosas huelgas y protestas que están teniendo lugar en China no tienen apenas difusión, tanto aquí como en el extranjero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(AP Photo)

 

Escuchando atentamente lo que decía el economista del partido Heng, pude discernir algunas de las otras razones detrás del juego de fuerzas del Partido. “Parece que estamos sanos”, me dijo, “pero tenemos problemas que, si dejamos sin resolver, pueden resultar muy perjudiciales para nuestro bienestar. Desde hace un tiempo, nuestro crecimiento económico se viene reduciendo. Los indicadores económicos no son tan robustos como antes. Este año, el PIB aumentará un 7,6%. Para que la economía crezca de una forma que garantice suficientes empleos nuevos, deberíamos estar creciendo al 8%. Hemos dejado atrás los tiempos de crecimiento de dos dígitos. El mayor riesgo para la bajada de crecimiento es la inestabilidad social y, como consecuencia, el malestar social. Esto debe evitarse a toda costa. Por supuesto, es algo de lo que todo el mundo debe preocuparse, no sólo China. Nuestro objetivo es ofrecer diez millones de empleos nuevos cada año. En los últimos años, este objetivo no ha sido del todo posible. Si el crecimiento baja del 7 por ciento, será necesario hacer despidos masivos”.

A Zhao Heng no le gustan los tópicos. Este tipo de sinceridad es un fenómeno completamente nuevo en China, pero no deberíamos ser demasiado optimistas. Es un mero signo de la omnipotencia del Partido, del dominio incontestado que tiene sobre cada aspecto de la sociedad china. Para mí, el Dr. Heng da la sensación de ser el portavoz ideal para el tipo de fuerza bruta que puede permitirse ocasionalmente mostrar alguna debilidad  por razones puramente estratégicas, por supuesto.

“Los treinta años de crecimiento económico pronunciado también causaron muchos daños colaterales”, continuó. “Hemos visto un aumento brusco en la diferencia entre ricos y pobres. La mayor parte de la riqueza está ahora en manos del 20% de la población. La clase trabajadora gana, y gasta, muy poco. Los pobres tratan de ahorrar algo de dinero desesperadamente. Tienen miedo a que pronto se vean obligados a ocuparse de sus propias pensiones y sanidad, por no hablar de la educación de sus hijos. Los ricos, por otro lado, tampoco gastan mucho. Al fin y al cabo, la mayor parte de sus necesidades ya han sido cubiertas. Además, la población china está envejeciendo rápidamente. Dentro de no mucho, los problemas para tener un sistema de pensiones sostenible no serán menos graves que los de Europa”.

El Dr. Zhang me dio la sensación de saltar constantemente entre los principios básicos del neoliberalismo y la social democracia. Por otra parte, no se hace ilusiones sobre la viabilidad actual y futura del modelo Europeo del Estado del bienestar. Al fin y al cabo, al enfrentarse a su primera crisis de identidad seria, la mayor parte de Europa ha cambiado de bando rápidamente y se ha embarcado en el tipo de orgía neoliberal de la que nunca se recuperará completamente.

“Los problemas causados por el progreso sólo pueden ser resueltos con el progreso”
Así que, ¿está el Partido por fin preparado para abrir la puerta al capital privado? ¿Prepara el XVIII Congreso una gran sorpresa? ¿Está China preparada para añadir S.A  a su invencible nombre?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(AP Photo)

 

Unas veces, el Sr. Heng sonaba como un profeta; otras, como Jeffrey Sachs –cerebro detrás de la doctrina del shock- a principios de los noventa. “La escala de los incentivos que el Estado dio a la economía redujo enormemente las oportunidades de los inversores privados”, dijo. “Las compañías privadas no siempre lo tienen fácil para conseguir créditos. En el campo, los precios de los inmuebles están bajando, pero en las ciudades siguen subiendo. El Estado está vendiendo sus tierras; en algunos lugares, se ve obligado a venderlas a mitad de precio. Por otra parte, la venta de tierras estatales aporta casi la mitad de todo el presupuesto local. En conjunto, los negocios con tierras han demostrado ser muy rentables para el Estado. De esta forma, el papel de nuestro gobierno se ha reforzado, y el poder de los mercados se ha reducido. Nuestras exportaciones también tienen dificultades. El conservadurismo económico está en auge. El modelo económico actual de China no tiene ninguna posibilidad real de sobrevivir. Sólo llevaría a un aumento de los precios, así como al malestar social y a una contaminación sin restricciones. La reforma inevitable es la clave, pero está claro que esa reforma va a molestar a mucha gente. El progreso siempre trae sus propios problemas, el tipo de problemas que sólo pueden ser resueltos con más progreso. En cuanto se haya implementado la reforma económica, la reforma política seguirá sin duda. Por encima de todo, debemos aumentar nuestro consumo interno y asegurarnos de que podemos sobrevivir por nosotros mismos”.

En una pequeña ciudad del centro de China, en una meseta encima de Bin Xian, las autoridades locales plantaron unos cuantos huertos y trajeron a unos 7.000 campesinos de los pueblos cercanos. Todo esto ocurrió dentro del contexto del “proyecto de reconstrucción del campo”, que es parte de un programa llamado oficialmente “Luchando contra la pobreza”. Esto nos fue explicado exhaustivamente en una lúgubre sala de reuniones por un trío de miembros locales del Partido. Ya que la rápida urbanización de China contribuyó en gran medida a empobrecer el campo, donde aún viven dos tercios de la población, pregunté al político cómo había afectado a su comunidad local el éxodo a las grandes ciudades. Tras intercambiar miradas silenciosas, el líder gritó la cifra: “¡5.600!”. Tras indagar un poco más, supe que ese era el número de personas que habían dejado los pueblos cercanos en los últimos años.

Se nos llevó a hacer un tour por uno de los pueblos, aparentemente el centro de la lucha local contra la pobreza. La arquitectura me resultó extrañamente parecida al estilo colonial sudamericano, sólo que con unos cuantos barrotes más en las ventanas. Otra cosa que me llamó la atención fue el considerable esfuerzo que se había llevado a cabo para que las casas nuevas parecieran aún más antiguas que aquellas a las que reemplazaban. Me recordó a las famosas palabras del general montenegrino Slobodan Praljak durante la destrucción de Dubrovnik en 1991: “Reconstruiremos Dubrovnik, lo haremos aún más bonito y más antiguo de lo que era”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Una escena del tráfico en Beijing, China (AP Photo/Robert F. Bukaty)

 

El pueblo, un parque de atracciones al estilo del Show de Truman, estaba prácticamente desierto. También los campos cercanos, y los huertos con sus inusuales manzanas rosas. Sólo se nos permitió entrar en una de las “unidades residenciales”. El pasillo estaba decorado con un busto de plástico de Mao, algunas flores de plástico, una radio de plástico y una fotografía (en un marco de plástico) de una pareja joven de aspecto extraordinariamente feliz. Dudé mucho que el dormitorio, donde la humedad había hecho que se desconchara la mayor parte del yeso, hubiera visto muchas escenas de felicidad conyugal. La cama era doble, pero de estilo militar, y había tenido tan poco uso que unas cuantas arañas habían tejido sus redes encima de las sábanas. Sin embargo, en esta casa fantasma, se nos alentó enérgicamente a fotografiar el bodegón totalitario formado por un ordenado montón de manzanas rosas y unos cuantos tallos de maíz.

-“¿Dónde están los habitantes de esta casa?”, pregunté a nuestro guía turístico designado por el Partido: “¿Trabajando en el campo quizás?”
-“Están en casa”,espetó. “Están descansando”.

Pero no había nadie a la vista. Eso fue lo que más me sorprendió de mi visita al campo chino. El vacío. El silencio atronador. Lo que los planificadores de enormes proyectos en Pekín suelen llamar daños colaterales. Entonces los burócratas europeos, siempre tan preocupados por los derechos humanos, tuercen el gesto, escriben sus informes, y todo se olvida.
El espectáculo debe continuar.

Sin embarg,o las imágenes de deshumanización no remitían ni al volver al turbio valle. La ciudad de Bin Xian, con una población actual de 350.000 personas, se está expandiendo a propósito. En las grandes ciudades no hay más sitio para recién llegados del campo. Además, la industria en ciudades como Pekín y Shanghai se ha vuelto demasiado cara, así  que las autoridades la están trasladando rápidamente al campo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(AP Photo)

 

Esta segregación económica interna es la causa de un desarrollo realmente extraño. Mientras a las afueras de Bin Xian se ha construido un parque de 5 kilómetros abarrotado de monumentos baratos, el centro de la ciudad está lleno de prostitutas muy jóvenes y tiendas de de bebidas alcohólicas de importación. Por la tarde, no paraban de llegar al hotel futurista donde estábamos alojados coches terriblemente caros, habitados por recién llegados emprendedores chinos. La mayoría llevaban “acompañante”. Las habitaciones aquí ofrecían a sus huéspedes una impresionante selección de juguetes sexuales de alta gama. Los miembros de nuestra pequeña expedición nos preguntábamos que era exactamente lo que el Partido trataba de comunicarnos llevándonos allí a pasar la noche. ¿Amar más?

Para concluir esta etapa de la gran producción teatral llamada nuestra visita guiada a China, nuestros guardaespaldas nos llevaron a ver un enorme edificio moderno que servía tanto de orfanato como de residencia para mayores. Pero incluso este sitio estaba prácticamente desierto. Unos cuantos ancianos, con la cara tan morena que parecía que acababan de venir de una semana arando en el campo, jugaban a las cartas con una baraja completamente nueva y nos sonreían como si fuéramos una delegación de jovencitas ligeras de ropa venida para llevarles directos al paraíso. Como debe ser en un edificio fantasma en un pueblo fantasma, el resto de habitaciones estaban habitadas sólo por el silencio.

Me quedé mucho rato mirando a los miles de guerreros de terracota excavados hace unos cuarenta años en los alrededores de Xian. Esta antigua capital de la región es ahora una de las ciudades que más crecen de China. Un hormiguero gris e indescriptiblemente contaminado donde miles de torres idénticas y sin alma aparecen setas después de la lluvia. Incluso aquí, en las provincias, el futuro comienza ahora.

El Partido, la Corporación, tiene ahora a sus propios guerreros de terracota. Hordas y hordas y hordas de mano de obra barata dando lugar a lo que los políticos se apresuran en denominar un éxito. Estas nuevas legiones de terracota son las mejores tropas de choque de la Corporación en el campo de batalla global, tanto en sentido económico como político. Añade un nuevo portaviones o diez para aumentar la seguridad, y desde luego que el futuro empieza ahora.

 

* Bostjam Videmsek es autor del libro 21st Century Conflicts: Remnants of War(s).

 

Fuente: www.PeriodismoHumano.com

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