Por Víctor V. Quintana S.*
Que antes que los sentimientos hablen los números a ver si se comienzan a ahuyentar algunos fantasmas.
Hugo Chávez gobernó a Venezuela de 1998 a 2013. En este lapso, la desigualdad del país se redujo en un 54 por ciento y la pobreza en un 40. La extrema pobreza que en 1998 afectaba al 21 por ciento de la población, ahora aqueja a sólo el 7.3%. En 1998 había 387 mil personas que recibían pensión por vejez: hoy son 2 millones.
La Unesco reconoce que en estos años en Venezuela se acabó el analfabetismo y es el país de la región donde más se lee; además es el segundo país en América Latina y el quinto en el mundo en tener más estudiantes universitarios proporcionalmente a su población.
Durante la gestión de Chávez, se impulsó la producción de alimentos. Gracias a esto, el total de la población desnutrida que en 1998 llegaba al 21 por ciento de la población se redujo al cinco por ciento. Venezuela pasó de importar el 90 por ciento de sus alimentos a importar poco más del 30 por ciento. La desnutrición infantil causaba 25 muertes por cada mil niños nacidos vivos en 1998, ahora sólo causa 13 muertes por mil. En 1998 el país contaba con 18 médicos por cada mil habitantes; hoy con 58. Durante los casi quince años de administración chavista se construyeron una vez y media más clínicas que existían en Venezuela al empezar a desatarse la Revolución Pacífica Bolivariana. Se dice que Venezuela es un país que depende casi en su totalidad de los ingresos petroleros; sin embargo, en estos quince años el gobierno de Hugo Chávez hizo que la recaudación de impuestos igualara a la renta petrolera.
Estos son sólo algunos de los resultados de la Revolución Bolivariana impulsada por Chávez. Un hombre que desde que llegó al poder rompió todos los esquemas. . Si en México duramos setenta años bajo una dictadura de partido, en Venezuela para allá iban dos partidos. En un pacto de élites políticas y económicas los partidos COPEI de ADECO llevaban décadas repartiéndose el poder y también la riqueza petrolera, mientras el pueblo venezolano agonizaba sobre los yacimientos petroleros más grandes de Latinoamérica. Chávez vino a romper el esquema de esa alternancia de cúpulas. Primero a la manera bronca con un intento de golpe militar, no de generales, sino de oficiales medios, de las clases populares contra el gobierno corrupto y neoliberal de Carlos Andrés Pérez, en 1992. Indultado dos años después, rompió el esquema golpista y en una enjundiosa y sorprendente campaña electoral ganó la presidencia de su país en 1998.
Así rompió otro esquema, el de que no hay militar que se convierta a la democracia genuina. Hugo Chávez ganó en total alrededor de quince elecciones y sólo perdió una, el referéndum constitucional de 2007. Fue reelecto presidente en 2005 y 2012. Hugo rompió el esquema de los tecnócratas como Salinas, como Zedillo, como los del equipo de Peña Nieto, que para mirar al futuro del país sólo voltean arriba y al Norte. Chávez se empeñó en encontrar la vía de modernidad de su país volteando hacia la experiencia histórica y al proyecto de Simón Bolívar y desde ahí diseñar un futuro de, con y para su pueblo. Un proyecto no para un futuro que nunca llega, prometido para “cuando crezca el pastel, o seamos productivos”, sino para un aquí y ahora.
Chávez también rompió el esquema de los maniqueísmos. Le tendió mano amistosa a Obama, presidente del país que nunca dejó de buscar su derrocamiento. Le regaló para que se hiciera sensible “Las venas abiertas de América Latina”, señero libro de Eduardo Galeano; le deseó que fuera reelecto en noviembre pasado. Se solidarizó con el pueblo que éste gobierna: erigió un programa para proveer de energéticos baratos que los pobres del noreste norteamericano tengan con qué calentarse los rigurosos inviernos.
Si hoy el proceso de unidad latinoamericana, de integración de nuestro subcontinente tiene un vigor que se antoja imparable, es con mucho por el aporte de Hugo Chávez. Como mandatario solitario, al principio, pero luego convocando a los gobiernos de izquierda de Argentina, de Uruguay, de Brasil, al de Evo Morales, de Bolivia, al de Rafael Correa de Ecuador fue concretando alianzas económicas, políticas como el MERCOSUR, como la Alianza Bolivariana, como Telesur, como el CELAC. Este liderazgo, irritante para muchos, hace que hoy los países más progresistas de nuestra región puedan, por fin, constituir un polo de poder político y económico que no sigue los dictados de la globalización neoliberal y busca una vía latinoamericana al desarrollo con justicia y con derechos para todos.
Por todo esto, porque rompió esquemas no por un gusto contestatario sino porque el único proyecto que llevaba hasta en la sangre era el proyecto de mejorar a su pueblo y su pueblo era toda la patria grande latinoamericana. , hemos de concluir con la frase de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz: “Hermano Hugo, haz partido sin irte, permaneces en la vida y corazón de tu pueblo y los pueblos de América”.
* Víctor V. Quintana S. Maestro investigador de la UACJ y dirigente de Morena en Chihuahua.