Por Luis Hernández Navarro
Al senador por Sinaloa Daniel Amador Gaxiola le gustan las fiestas en grande. Apenas hace unas semanas, para celebrar que cumplió 57 años de edad, organizó una pachanga a la que asistieron más de 10 mil personas. No faltaron la bebida, la comida y la música. Senadores, alcaldes y políticos locales fueron invitados especiales.
En la francachela, efectuada en el ejido Celestino Gasca, a 139 kilómetros de la capital de Sinaloa, se sirvieron callos de hacha, langosta, camarón, ostiones, aguachiles y codornices. Con la esperanza de solicitarle algún favor, muchos maestros llegaron en 50 autobuses rentados. En cambio, otros convidados al besamanos, como la senadora Diva Hadamira Gastélum, el secretario de Gobierno, Gerardo Vargas, y el presidente municipal de Cualiacán, Aarón Rivas, arribaron en helicóptero.
Daniel Amador Gaxiola es el el cacique sindical de la sección 53 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Militante del PRI desde joven, es actualmente secretario de la Comisión de Educación del Senado y entusiasta defensor de la reforma educativa. No ha tenido empacho en decir que la nueva norma es de vital trascendencia y favorable para los trabajadores de la educación y los estudiantes. Aunque tiene 24 años sin tocar un gis y es propietario de la Escuela Normal Antonio Martínez Atayde, defendió apasionadamente, desde la tribuna, la Ley del Servicio Profesional Docente.
Por lo pronto, la adhesión incondicional del senador Gaxiola y el resto de los charros del SNTE a la reforma educativa provocó ya que, en estados como Veracruz y Campeche, los maestros de base destituyeran a sus líderes y ocuparan los locales sindicales. Ellos están convencidos de que esos representantes institucionales los traicionaron y es necesario quitárselos de encima. En muchos lugares está en marcha la reconquista del sindicato por los profesores de banquillo, y los líderes institucionales se han puesto nerviosos.
Desde su fundación en 1979, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ha luchado por democratizar el SNTE. Pero hoy no es la única fuerza sindical en demandarla. La democratización del gremio es una aspiración creciente de la nueva disidencia magisterial en su conjunto, que exige también abrogar la reforma constitucional en materia de educación y sus leyes secundarias.
La nueva insurgencia magisterial es un movimiento social, nacional, emergente y de masas. Movimiento social, porque agrupa informalmente a maestros y colectivos de docentes para frenar la reforma educativa, desarrollar un proyecto pedagógico alternativo y democratizar el sindicato. Nacional, porque está presente en todo el país. No hay un solo estado en el que no tenga presencia desde septiembre. Emergente, porque, aunque la CNTE es su columna vertebral, su influencia va mucho más allá de ella. Espontáneamente, miles de profesores no pertenecientes a la coordinadora se han incorporado a las movilizaciones. De masas, porque en todo el territorio nacional las acciones de protesta han sido realizadas no por pequeños grupos de activistas, sino por multitudes de docentes, que suman, conservadoramente, 750 mil maestros. La SEP tuvo que reconocer que sólo en la ciudad de México han suspendido labores más de 32 mil docentes, a pesar de que en su momento declaró que no lo había hecho más de 6 mil.
Estos miles de maestros que hoy se incorporan a la lucha y no son aún parte de la CNTE la ven con respeto y admiración, y participan en las paros cívicos a los que convoca. De entre ellos han surgido nuevos liderazgos estatales y confrontado a los dirigentes institucionales del SNTE, a los gobiernos locales y a las autoridades educativas federales. En algunos estados, como Tamaulipas, el movimiento surgió de una convocatoria en las redes sociales. En otros, como Baja California Sur, de sus métodos tradicionales de organización.
Se trata –tomando prestado un concepto de Zygmunt Bauman– de un movimiento líquido. Según el filósofo polaco, la metáfora de la liquidez (los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen) es la adecuada para aprehender la naturaleza de la fase actual de la modernidad, pues no hay pautas estables ni predeterminadas en ella. Así, el nuevo movimiento magisterial, con sus oleadas, sus desbordamientos regionales, sus protestas sorpresivas y escurridizas, y su corrosiva fluidez, puede caracterizarse como un movimiento líquido, imposible de encajonar en esquemas rígidos.
Nada parece detener esta insurgencia. Ni las campañas en contra en los medios, ni el desalojo del Zócalo de la ciudad de México, ni la represión física directa en varios estados, ni los descuentos, ni las amenazas de castigos y despidos, ni las ofertas de arregloslocales, ni los sobornos a líderes, han podido frenar sus protestas. Según la encuesta de Parametría, siete de cada 10 entrevistados en la capital del país opinan que las autoridades deberían negociar con los maestros de la CNTE; el uso de la fuerza pública es un recurso que sólo 26 por ciento consideró viable.
Nuevos desbordamientos magisteriales masivos se vislumbran ya en el estado de México y en las escuelas normales del país. La semana pasadatomaron las calles de la ciudad de México los alumnos de las normales rurales. La coordinación nacional del sistema avanza ante la sentencia de muerte que la reforma dictó al normalismo. Y, en un hecho inusitado, el pasado jueves padres de familia ocuparon escuelas primarias en las zonas rurales del Distrito Federal en rechazo a la reforma educativa. Se trata de una acción que, muy probablemente, se reproducirá en delegaciones como Iztapalapa.
Por lo pronto, este despertar magisterial propició que los charros del SNTE estén al borde de un ataque de nervios. Rebasado por el descontento de los docentes, cuestionada su permanencia al frente del sindicato, Juan Díaz de la Torre rogó al gobierno que le eche la mano y despida a los maestros inconformes. Sin amilanarse, los profesores democráticos recordaron que si alguien sobra en el tablero sindical es él, y que su lugar está en la cárcel, al lado de Elba Esther Gordillo, de la que fue cómplice. No les falta razón.
Twitter: @lhan55
Fuente: La Jornada