Por Gabriela Rodríguez
Más de tres siglos de ocupación española determinaron la adscripción religiosa mayoritaria de las y los mexicanos, y es a partir de los años 40 cuando se registra una disminución de católicos en el país, principalmente porque muchos pasan a ser evangélicos y protestantes hasta alcanzar 8 por ciento en la actualidad, así como por el crecimiento de la población sin religión, la cual pasó en 10 años de 3.5 a 4.6 por ciento; el 5 por ciento restante está configurado por judíos, mormones, islámicos, budistas y miembros de la iglesia ortodoxa.
Cada día es más claro que esa gran masa de 83 por ciento de católicos mexicanos muestra un sincretismo que combina ritos occidentales con prácticas animistas enraizadas en las culturas originarias, además de una diversidad de formas de vivir el catolicismo. Entre los ritos de mayor permanencia está el del matrimonio religioso, al cual recurre la mitad de las parejas unidas o casadas, en tanto que la unión libre y el divorcio se han doblado como prácticas en la última década (Panorama de las religiones en México, Inegi, 2010).
Según la Encuesta Nacional de Opinión Católica 2014, presentada recientemente por la organización Católicas por el Derecho a Decidir, AC ni siquiera la idea de Dios es común a toda la feligresía. Para más de la mitad de encuestados/as la idea de Dios se parece más a la de alguien que perdona (señalada más por adultos mayores) mientras para 38 por ciento se parece más a la de alguien que protege.
Se trata de una imagen que está mucho más cercana a la del Jesucristo redentor, muy pocos tienen ideas más cercanas al Dios creador que describen los textos del antiguo testamento: 5 por ciento lo identifica como alguien que pone reglas y 3 por ciento como alguien que castiga y premia.
La secularización de la sociedad o la menor fuerza que la población mexicana otorga a la religión en su vida cotidiana se confirma cuando 84 por ciento se considera algo católico o poco católico y solamente 14 por ciento se asume como muy católico/a: a esta última categoría se adscribe solamente 6 por ciento de las y los chilangos, territorio cosmopolita en todo el sentido cultural de la palabra.
La tercera parte de católicos/as acude a misa una o más veces por semana, como obliga la norma, se trata de una práctica que se da especialmente entre quienes viven en el Occidente del país (Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit y Querétaro), en tanto que 35 por ciento sólo concurre a misa en ocasiones especiales, y así lo hace más de la mitad de quienes viven en el Distrito Federal. El 64 por ciento de las mujeres católicas reza frecuentemente, y de tal manera lo hace 51 por ciento de los hombres.
Entre los datos más interesantes que se dieron a conocer, muy relevante parece la pregunta relativa al valor católico que consideran más importante: el amor (34 por ciento), el respeto (32 por ciento) y el perdón (17 por ciento) fueron los valores más señalados. Nuevamente se señalan valores que concuerdan con la imagen del Cristo salvador descrito en los evangelios. Pero es de llamar la atención, el bajo lugar que ocupa el valor de la libertad, el de la obediencia y el de la justicia, los cuales fueron señalados como el más importante por 4 por ciento de la feligresía.
Considerando que tanto la libertad como la obediencia y la justicia son valores fundacionales de la democracia, habría que preguntarse: ¿por qué no ocupan el más alto nivel estos valores entre la población católica de México? ¿Cómo fortalecer la democracia y el poder ciudadano de una población que no le da importancia a la libertad ni a la justicia? ¿Qué relación tienen estos valores con la impunidad y la corrupción? ¿Con qué otros factores culturales se vinculan esas valoraciones?.
Cuestiones cuya complejidad no tendría por qué ser razón para evadirlas. Múltiples contradicciones caracterizan la forma católica de vida a la mexicana, donde el valor del amor es paralelo a muy altos grados de violencia dentro y fuera de la familia. Donde ministros religiosos defienden a migrantes y a víctimas de la violencia, en tanto que los propiosnarcos y criminales dieron la bienvenida al Papa, rezan a San Judas o a su propio santo, San Malverde, y ofrecen tregua durante la Navidad y el Año Nuevo.
Twitter: @Gabrielarodr108
Fuente: La Jornada