Por Oriol Junqueras/ Vicepresidente de Catalunya*
La proclamación de independencia de la República Catalana la semana pasada fue un hito histórico. Demostró que el gobierno catalán, con el apoyo de su población, tiene una prioridad: la libertad de un pueblo al que se le está prohibiendo decidir su futuro. Sin embargo, al gobierno español no pareció importarle que la mayoría de los catalanes quisieran un voto pacífico y democrático para establecer su independencia.
Durante años, los catalanes hemos perdurado ante esfuerzos constantes en contra de nuestro autogobierno. Fue algo aún más evidente después del referéndum del 1 de octubre en torno a la independencia, con acciones legislativas apresuradas para animar a las compañías a que abandonen Cataluña y presiones directas a grandes empresas para que hagan lo mismo.
Este daño a la sociedad catalana es parte de una antigua estrategia del gobierno español, que ha perpetrado decisiones políticas arbitrarias y caprichosas. El Tribunal Constitucional ha suspendido cada una de las iniciativas del gobierno catalán. Sin importar que los temas traten de igualdad de género, energía o economía, todo ha sido frenado a petición del gobierno del Partido Popular en Madrid.
Muchas veces y de muchas maneras hemos intentado alzar la voz por nuestros derechos, pero el gobierno español jamás ha escuchado; siempre nos hemos topado con el mismo muro de incomprensión y rechazo. El gobierno español solo quiere obediencia servil. Por eso intentó detener el referéndum a través del uso indiscriminado de macanas, amenazas y coerción.
Creímos que si votábamos pacíficamente a favor de la independencia, el gobierno español nos escucharía. Sin embargo, solo nos respondieron con violencia perpetrada por agentes uniformados y grupos de extrema derecha que han actuado con total impunidad. Golpear a la gente en nombre de las ideas ahora parece una actitud legítima.
Y ahí es donde pusimos el límite, porque enfatizar la dignidad y validar la voluntad de las personas no podía esperar por siempre. En la batalla por la autodeterminación y el reconocimiento de los derechos, uno no puede ganar con el primer golpe, sobre todo contra un Estado que está tan dispuesto a hacer que su maquinaria aplaste a millones de ciudadanos solo porque quieren votar. Sin importar lo que diga Madrid, Carles Puigdemont y Carme Forcadell aún son los presidentes de nuestro gobierno y nuestro parlamento, respectivamente, y seguirán siéndolo hasta el día en que nuestros ciudadanos decidan otra cosa en una elección libre.
Con el voto aprobatorio del referéndum nació la República Catalana, y está respaldada por la legitimidad de las urnas. Nosotros, los catalanes, necesitamos formular una estrategia común para el tramo restante del camino al establecimiento gradual de un nuevo marco de libertades. En los días venideros, tendremos que tomar decisiones, y no siempre serán fáciles de entender.
La voluntad de Madrid de anular el gobierno autonómico, rechazar el diálogo, limitar los derechos y libertades, perseguir a los representantes de los ciudadanos e imponer la fuerza bruta del Estado nos obliga a perseverar y hacernos más fuertes con tal de prevalecer. Actualmente, en Cataluña hay una disociación clara entre la voluntad democrática de los ciudadanos y el gobierno central, que se ha dispuesto a apoderarse de las instituciones del pueblo y a controlarlas despóticamente.
El gobierno de España ha entrado a Cataluña con la determinación de interferir en el currículo escolar, controlar los medios, poner nuestra policía a su servicio, convertir el país en otra provincia más de una España dividida que no tolera la pluralidad nacional, aplastar cualquier tipo de disidencia, por democrática que sea, y acabar con cualquier esperanza de establecer un diálogo.
No podemos permitirlo. Es esencial crear alianzas sólidas con todos los participantes sociales y económicos que quieren construir un Estado nacional que esté verdaderamente al servicio de sus ciudadanos. A pesar de los obstáculos que están en nuestro camino, debemos seguir adelante. No debemos renunciar jamás al voto como un medio de validar la república y debemos preparar elecciones locales que serán esenciales para la consolidación de esta naciente república.
La usurpación de las instituciones por parte del gobierno español a través del artículo 155 de la Constitución Española, una herramienta que le permite a Madrid tener el control administrativo de Cataluña, ha provocado indignación, y nuestra respuesta a ello se ha vuelto una prioridad.
Ante este ataque, debemos recomponer nuestras fuerzas, perseverar y no tener duda de que, con la civilidad y la actitud pacífica que siempre hemos tenido, seguiremos avanzando tan lejos como lo decidamos.
El valor que este país ha demostrado es tan iluminador y tan fuerte que tarde o temprano dará como resultado la consolidación de la independiente, verdaderamente justa y democrática República de Cataluña.
Fuente: The New York Times