Por Martín Moreno
“Una mala persona nunca podrá ser un buen periodista”:
Kapuscinski.
+Manipulada, imprecisa, su información sobre Hugo +El fondo: que se perdone a secuestradores
Cuando en el periodismo se mutila información con dolo, manipulándola para algún fin ajeno a buscar la veracidad sobre un caso, nuestra misión se pervierte y se envilece. Una cosa es el error entendible –nadie está exento de ello-y otra, muy diferente, es la ruindad deliberada.
Y la portada de la revista Proceso (1961) de esta semana – la más lamentable, triste y desafortunada de su historia-, nos pone un ejemplo rotundo de cómo no hacer periodismo: con versiones incompletas y amañadas; de cómo se puede corromper el oficio más bello del mundo: con suposiciones dolosas sobre la muerte de Hugo Alberto Wallace Miranda, declarada, detallada, narrada y confirmada por sus propios secuestradores y verdugos; de cómo utilizar al periodismo para propósitos oscuros: que secuestradores y asesinos no sean juzgados y castigados.
Así actuó Proceso esta semana. Su portada: “El Caso Wallace da un vuelco. Nuevas pruebas documentales ponen en duda incluso que Hugo Alberto, el hijo de la señora Wallace, realmente haya muerto” –cabeza tan inexacta como la propia información de su reportera Anabel Hernández-, pretende sembrar dudas sobre la muerte de Hugo Wallace.
Primera imprecisión: no son “nuevas pruebas”. Siempre han estado en el expediente del caso.
Proceso cometió una cadena de infortunios con el Caso Wallace. Errores – llamémoslos así por el momento-, que otro medio, bajo un mínimo de rigor periodístico, simplemente no hubiera publicado o le hubiera dado otro manejo informativo.
Con el Caso Wallace, la revista Proceso una de tres: o aceptó manipular deliberadamente la información, ignorando aquello que los desmintiera; o sus editores han entrado en decadencia periodística, arrastrando con ella a la revista, o se han convertido en un medio cuyos contenidos comienzan a no ser confiables. O tal vez una mezcla de las tres.
Como periodista, escribo hoy sobre este asunto por una razón de ética profesional: soy el autor del libro “El Caso Wallace”. Hasta cierto punto me siento con la responsabilidad periodística de aclarar algunos detalles hoy tergiversados en Proceso.
Siempre he visto y leído a Proceso como un medio necesario. Lo he dicho: Julio Scherer es el periodista más importante de México. Hoy, Scherer ya no está en Proceso. ¿Hubiera publicado Julio Scherer la portada sobre El Caso Wallace? Proceso tiene una pluma y una libertad ganada. Yo también las tengo. Y ganadas en buena lid.
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1) Redacta la reportera Hernández, en Proceso, que del celular de Hugo Alberto Wallace Miranda entró una llamada al número 55-54-56-30-24, el uno de noviembre de 2005. (Hugo fue secuestrado el 11 de julio de ese año), insinuando así que Hugo estuviera vivo. Esta información es inexacta. ¿Por qué?
Primero: porque la llamada se recibe el 30 de septiembre de 2005, y no un mes después. ¿Y por qué está incluida en el expediente del Caso Wallace? Pues porque la propia Isabel Miranda de Wallace, madre de Hugo, fue la que denunció, ante la PGR, que se hizo una llamada el 30 de septiembre desde el celular de su hijo. Isabel –como la mayoría de los familiares de personas secuestradas-, siguió pagando el celular de su hijo para detectar –como así ocurrió-, cualquier llamada que se realizara después del plagio y así tener alguna pista. ¿Si realmente estuviera vivo Hugo, habría denunciado Isabel ésta llamada? Por supuesto que no.
Aquí la prueba. Recurro a la Averiguación Previa PGR/SIEDO/UEIS/146/2005. Petición dirigida por Isabel Miranda Torres (madre de Hugo Alberto) a la Agencia del MP de la Federación:
“Con fecha del 26 de octubre del año en curso, presento escrito, ante esta representación social, donde manifesté que usaron el equipo telefónico Telcel con número 0445591972269 que pertenece a mi hijo Hugo Alberto Wallace Miranda, y desde dicho equipo llamaron al teléfono número 0445554563024, y al respecto quiero ampliar que el dueño del teléfono según me informaron en la compañía telefónica pertenece al señor José García Sepúlveda, con domicilio en Retorno 23 de Cecilio Robelo, número 50, colonia Jardín Balbuena, delegación Venustiano Carranza, en México DF…
“Asimismo, solicitó se tomen de inmediato las medidas de apremio que marca la ley para el efecto de que se asegure a esta persona, ya que es muy importante en la presente indagatoria. México D.F. 1 de noviembre de 2005”.
Hasta aquí el escrito.
Segundo: ¿Qué dijo en su declaración ministerial, respecto a esa llamada, José García Sepúlveda? Textual:
“No recuerdo quién me hizo esa llamada (del número de Hugo Alberto) pero regularmente siempre me llaman personas conocidas…
“Quiero señalar que hace aproximadamente un mes, sin recordar la fecha ni la hora, recibí una llamada de un número que no conozco y no recuerdo, pero seguramente en el detalle de llamadas aparece, en la cual la voz de una mujer me dijo: éste es el teléfono de Walas (sic), a lo que manifesté que no. Enseguida me dijo: usted lo conoce, trabaja para él, y respondí a la mujer que yo no conocía al tal Walas, y que ese teléfono era mío, y que mi nombre era José García Sepúlveda. Enseguida la mujer colgó…como que se molestó porque le dije que no conocía a Walas…
“Otra llamada rara que recibí fue el día uno de noviembre de dos mil cinco, a las 3:28 horas, llamada que no contesté pero me dejaron un mensaje que decía: Qué onda, mira, ando hasta la madre güey, ya sé que te fallé ´pero me vale verga. ¿Qué? Aquí puto…qué onda güey. Mírame, aquí pisteando güey. ¿Sabes qué güey, sabes quién me jugó…?, y se corta la llamada. El número de donde me marcaron es el 5552081512, número que no conozco y tampoco conozco la voz de la persona que habló…”.
Hasta aquí parte de la declaración de García Sepúlveda.
En el texto de Proceso, Hernández asegura que del celular de Hugo Alberto se hizo la llamada con el mensaje arriba citado (el de las groserías). Esto es mentira. ¿Por qué? Como ya lo leímos líneas arriba, el mensaje provenía del celular 55-52-08-15-12, según lo declaró ministerialmente García Sepúlveda porque así quedó registrado en su celular. El celular de Hugo era el 5591972269, como fue declarado ante las autoridades.
¡Qué curioso! La reportera no vio ni leyó u omitió, en todo caso, que García Sepúlveda, apenas dos líneas después de la frase que ella publica en Proceso, daba a conocer el número del celular del cual provenía dicho mensaje, el cual, por supuesto, no correspondía al de Hugo Alberto Wallace.
Información mutilada. Y manipulada.
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Otra “prueba” que maneja la reportera Hernández en Proceso, es que Hugo Alberto Wallace Miranda tiene dos actas de nacimiento: una con su nombre, y otra bajo el nombre de “Hugo Alberto Miranda Torres”. ¿Y? Aún en caso de que fueran documentos oficiales, no se comprueba que ambos documentos correspondan a la misma persona. Son dos nombres diferentes. Es de primer año.
Aún más: en los CURP publicados en la revista, aparece el de “Hugo Alberto Wallace Miranda” (nombre real de la persona secuestrada y asesinada), y otro de “Hugo Alberto Miranda Torres”. En este segundo CURP, en la parte inferior derecha, aparece la siguiente leyenda: “Existe una posible inconsistencia en esta CURP, verifíquela…”.
¿Tampoco vio la reportera este aviso?
Lo cierto es que aun existiendo dos actas de nacimiento de la misma persona – no es el del caso que nos ocupa porque no está comprobado-, eso no significa que Hugo Alberto no haya sido plagiado y ultimado por sus secuestradores. O que equivalga a que está vivo.
Y eso lo deberían saber ya los editores de Proceso. Lástima.
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¿Cómo se ha pretendido ensuciar y contaminar el secuestro y crimen de Hugo Alberto Wallace Miranda? Con embustes. Bajo presiones directas a involucrados.
Cuando Juana Hilda González Lomelí –integrante de la banda de secuestradores de Hugo-, confesó –su video está en las redes-, cómo secuestraron y asesinaron a Hugo Alberto, su defensa reclamó que Juana Hilda había sido torturada. Jamás lo comprobaron.
Cuando Brenda Quevedo Cruz –otra de las integrantes de la banda-, fue capturada, también se dijo que había sido torturada. Nunca fue comprobado.
¿Qué calidad moral pueden tener Brenda Quevedo (secuestradora sometida a juicio legal) o las personas que la rodean y que aconsejan a los involucrados en El Caso Wallace, de una u otra forma, para que a la primera oportunidad digan que fueron torturados?
Leamos ahora parte de la declaración ministerial de Edith Nava Sánchez, ex esposa de Jacobo Tagle Dobín, uno más de los integrantes de la banda de secuestradores, cuando se reunió con quien ella identifica como “la mamá de Brenda Quevedo Cruz”.
Aquí sus palabras incluidas en la AP PGR/SIEDO/UEIS/575/2010:
“Llegando como a las 2 o a las 3 de la tarde, estaba presente la mamá de Brenda Quevedo Cruz y un periodista de la revista proceso, no lo conozco, pero si lo veo por fotografía sí lo reconozco. Me di cuenta que la mamá de Brenda fue quien armó todo eso…y comenzó a decirme que no cayera en el juego, que no estuviera en la cárcel gente inocente, que tenía que cooperar con ellos porque Jacobo era mi esposo y el padre de mi hijo y que Brenda era una persona que jamás había hecho algo malo y que los estaban inculpando por algo que no habían hecho. Recuerdo que el periodista se llama Jorge Carrasco, quien me seguía diciendo que no tuviera miedo de ayudar a Jacobo, diciéndome que sólo tenía que decir que me habían obligado a decir todo lo que había dicho, eso me lo dijo la mamá de Brenda, dándome cuenta que quizá el periodista estaba grabando porque había dejado en la mesa un aparatito negro, y querían que dijera que todo lo que había dicho aquí, lo había dicho mediante tortura pero esto no sucedió, a mí no me torturaron, me decían que me habían pegado papeles en el escritorio para que yo dijera todo lo que tenía que declarar pero eso no es cierto…”.
En su declaración ministerial, Edith revela parte de lo que Jacobo Tagle le comentaba sobre los plagios de la banda:
“…le cortamos la oreja a un puto de la Zona Rosa y se la enviamos a su familia, después de escuchar eso yo empecé a alejarme de él ya que se ponía a contar cómo se llevaban a cabo el secuestro del hijo de la señora Wallace diciendo que nunca lo van a encontrar porque él y César se habían encargado bien de deshacerse de él; también se pone a contar de cómo fue que secuestraron al señor del lote de autos; también dijo que de un señor que secuestraron un BMW él fue quien se encargó de ir por el dinero en una moto; también en una ocasión me contó que habían secuestrado a un niño, por lo que después de este tipo de comentarios me fui alejando…”.
Hasta aquí la declaración de Edith.
Los secuestros confesados.
Por eso no se encuentra el cuerpo de Hugo Alberto: porque, como dice Jacobo, él y César (Freyré) se “habían encargado bien de deshacerse de él”.
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En mi calidad de autor del libro “El Caso Wallace”, fui demandado, junto con la Editorial Santillana/Aguilar, por Paciana Cruz –madre de Brenda Quevedo Cruz-, por el presunto delito de daño moral. La denuncia fue desechada por el Juez y por la Corte. ¿Qué quería Paciana? Dinero. Pedían diez millones de pesos.
Aquí algunas –tan sólo algunas-, de las precisiones sobre El Caso Wallace. Del secuestro y muerte del ciudadano Hugo Alberto Wallace Miranda a manos de la banda de secuestradores integrado por César Freyré, Juana Hilda González Lomelí, los hermanos Castillo Cruz (ya sentenciados), Brenda Quevedo Cruz y Jacobo Tagle Dobín.
¿Cuál es la intención de fondo al querer ensuciar el proceso legal sobre El Caso Wallace? Presionar al Juez que lleva el caso. Influir en él. Sembrar dudas sin comprobar. Convertir a Brenda Quevedo en la Florence Cassez mexicana.
Que lo sigan haciendo, aunque tendrán que armarse de mucha paciencia: las sentencias contra Brenda y Jacobo son como un viaje en ferrocarril: hay varias paradas, pero la estación final es inevitable y tiene un destino: la cárcel de por vida.
Lo veremos.
Twitter: @_martinmoreno
Fuente: Sin Embargo
Aquí puedes leer completo el reportaje de Proceso al que se alude en este texto:
http://hilodirecto.com.mx/el-caso-wallace-da-un-inquietante-giro/