Carta abierta a Claudia Ruiz Massieu

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Por José Steinsleger
Estimada señora:

Me dirijo a usted con la esperanza de que me ayude a disipar algunas dudas acerca del curso de la política exterior mexicana. Dudas relativas a un sentimiento individual, antes que a sesgos ideológicos, simpatías políticas o intereses económicos.

Yendo al grano, apunto lo fundamental: ¿sigue estando México en América Latina? Digo México en cuanto a Estado, pues en otro sentido siempre me ha sido grato abordar en Chapultepec o Indios Verdes un vagón de Metro de la ahora Ciudad, y sentir que me trasladaba a barrios similares a los de Bogotá, Santiago, Sao Paulo o Buenos Aires. Y no a los de París, Moscú, Madrid o Nueva York.

Aunque lo vistan con sedas, encajes y ejes viales que abruman al ciudadano de a pie, México respira en el crisol de pueblos que desde la heroica época del Benemérito convenimos en llamar América Latina. Y que gracias a la revolución, devino en auténticamente universal y cosmopolita. Época en la que al mundo le bastaba oír la voz Méxicopara sentir júbilo, respeto, cariño, admiración.

Así aprendí a querer y conocer el país que no me vio nacer, pero en el que (me late) estiraré los tenis en paz. Aunque quién sabe… Vivo en una pequeña ciudad cercana a la capital, y en lo que va del año que empieza hubo 45 asesinatos. Con todo, y a conciencia de que temerario sería tentar al demonio, creo que en Estados Unidos me sentiría más inseguro que en México. Porque en este país habrá miles de víctimas, pero en aquél hay miles de locos que hacen política, diseñando sistemas de seguridad que luego nos venden a dos por uno.

Retomo el asunto. En 2007, el ex embajador de Ecuador en México, Galo Galarza Dávila, se hizo la misma pregunta: ¿Está México en América Latina? Diplomático de carrera, escritor de fuste, Galarza manifestó que de haber formulado esa pregunta hace algunos años en las calles de Quito, Guayaquil o Cuenca, “…la respuesta habría sido un sí rotundo, categórico, casi ofendido. Pero si la hiciéramos ahora en esas mismas calles, a lo mejor los entrevistados lo piensan dos veces…”

Agregando: “¿Qué pasó? ¿Es que los ecuatorianos se hicieron demasiado al sur, y los mexicanos demasiado al norte, como esa estupenda novela de Saramago titulada La balsa de piedra, debido a extraños efectos geográficos de la gravedad? ¿Es que los sistemas educativos y los medios de prensa se han descuidado, y no dan a México la importancia que antes le daban? ¿Qué es exactamente lo que ocurrió? ( El Financiero, 6/3/07)”.

En abril de 2014, en visita oficial, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner agradeció la intervención de México en favor de Argentina frente a la Corte Suprema de Estados Unidos. Fue con motivo de la ofensiva de los fondos buitres de Wall Street. Caso cuyas derivaciones superaban la suerte del país rioplatense en ­particular.

Una vez más, México y Argentina unidos para el bien de nuestros pueblos. Así, luego de haberse recibido 42 nominaciones remitidas desde embajadas argentinas en el mundo, organizaciones no gubernamentales y diversas personalidades de distintos países, el Ministerio de Asuntos Exteriores decidió otorgar el Premio Internacional de Derechos Humanos Emilio F. Mignone 2015 a un mexicano ejemplar: el padre Miguel Concha Malo.

En los primeros días de diciembre, antes de partir a Buenos Aires, el padre Concha expresó: Este premio es un reconocimiento para las luchas latinoamericanas por los derechos humanos, en especial para el pueblo de México. Afirmando que “…los procesos de defensa de derechos humanos en Latinoamérica, desde abajo y al lado de las víctimas, se convierten en signos de esperanza… en posibilidades para la confluencia de los diversos países en este continente…”

Sigue: Hoy necesitamos de la solidaridad de los pueblos del Sur para detener la espiral de impunidad, corrupción, violencia y muerte que parece incontenible en México, la cual es propiciada por los intereses geopolíticos imperialistas, y por las grandes corporaciones internacionales, pero igualmente por la omisión y falta de cumplimiento de las obligaciones constitucionales que tiene el Estado para con los derechos humanos del pueblo mexicano.

Comprenderá usted que hay cosas de la política exterior que sólo pueden comentarse en un artículo periodístico. Por ejemplo, no entendí bien cuando en su reciente participación en la plenaria de los grupos parlamentarios del PRI y el PVEM expuso usted que el gobierno de Enrique Peña Nieto quiere que la defensa y la promoción de la agenda democrática y de los derechos humanos “…sea un sello distintivo de nuestra política exterior”, etcétera.

Y a continuación, aseguró que la llegada en Argentina “…de un gobierno de corte más afín al nuestro nos permite contar con un aliado en la región”. Perdón, señora… ¿Afín a qué? ¿aliado de México en qué sería el nuevo gobierno argentino, que fuera de hacer negocios, criminalizar la protesta social y entregar nuevamente el país al FMI y los fondos buitres, nada le interesa de los dolores y alegrías de nuestros pueblos?

Fuente: La Jornada

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