- Por César López Linares
- 19 marzo, 2024
“El Ñacas” y “El Tacuachi” son dos sicarios del estado de Sinaloa, México, que deambulan entre el narcotráfico, la política, el empresariado y problemas domésticos como los de cualquiera, según palabras de su creador. Se trata de dos criminales ficticios que hacen sus fechorías con impunidad y cinismo, mientras retratan la cultura alterna que se ha derivado de la presencia del crimen organizado en ese país.
Los personajes son los protagonistas de una popular tira cómica elaborada por el caricaturista Ricardo Sánchez Bobadilla que se publica en el semanario Ríodoce, medio sinaloense ganador del Premio Maria Moors Cabot 2011.
Bobadilla y otros caricaturistas mexicanos usan el humor y el dibujo para burlarse de la narcocultura y el crimen organizado en México, al tiempo que hacen visible la tragedia y el surrealismo del narcotráfico y critican la ineficiencia de las autoridades para combatirlo.
“El Ñacas y El Tacuachi” surgió en 2008, cuando Bobadilla y un grupo de caricaturistas sinaloenses fundaron la revista La Locha. Para esa época, el entonces presidente Felipe Calderón había iniciado una guerra contra los cárteles de la drogaque desató una ola de violencia que persiste hasta la fecha. Los fundadores de la revista notaron que el narcotráfico era nota de todos los días en los medios locales, pero siempre se abordaba desde la nota roja, dijo Bobadilla.
“Cuando empezamos a hacer cartón abordando el tema del narcotráfico, lo que queríamos era visibilizarlo. La narcocultura está ahí y nosotros agarramos esos elementos para hacer humor y visibilizar que hay un problema”, dijo Bobadilla a LatAm Journalism Review (LJR). “Una de las funciones importantes de la caricatura es un poco banalizar, que yo creo que sucede cuando te ríes de algo, y en este caso también [sirve para]sobrellevar un poco la tragedia”.
“El Ñacas y El Tacuachi” llegó a Ríodoce en 2010 y pocos años más tarde Bobadilla fue invitado a publicar su tira en la revista de sátira política El Chamuco, la cual tiene alcance nacional. Y en 2023 los personajes llegaron al mundo de los libros con “Narkomics presenta: El Ñacas y El Tacuachi. Sicarios a la orden”, una compilación con lo más representativo de la serie.
Entre los elementos de la narcocultura que Bobadilla utiliza para satirizar a los miembros del crimen organizado en su caricatura están su vestimenta, su modo de hablar, su ostentosidad, sus extravagancias y las mujeres exuberantes que los acompañan, entre otros.
“Sería muy osado decir que en el asunto del narcotráfico hay vetas humorísticas, pero la verdad es que sí las hay, porque también es un fenómeno cultural en donde hay de todo: maneras de hablar, música, modas, etcétera”, dijo a LJR Patricio Ortiz, otro caricaturista mexicano que aborda el tema del narcotráfico en sus dibujos. “Todo eso es en lo que yo más me meto, en esa cuestión cultural que sí tiene muchos filones humorísticos”.
Patricio, como es conocido, es uno de los miembros fundadores de El Chamuco. Fue él quien propuso a Bobadilla publicar “El Ñacas y El Tacuachi” en la revista al darse cuenta de que las situaciones de Sinaloa retratadas en la tira se repetían en otros estados del país, por lo que le pareció importante darle visibilidad a nivel nacional.
El objetivo principal de la caricatura es justamente ése: denunciar y criticar al poder, de acuerdo con Francisco Portillo, profesor especializado en caricatura política de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Y no solo se trata de criticar al poder oficial, sino también a los poderes fácticos, como muchos consideran al narcotráfico.
“Ese poder puede ser gubernamental, puede ser económico, puede ser político, o de cualquier otro tipo. Si hay algo mal en la sociedad, se hace la crítica en la caricatura como se hace en un artículo de opinión”, dijo Portillo a LJR.
La caricatura que se burla de elementos de la narcocultura lleva implícita una crítica a las autoridades que no han logrado combatir eficazmente el problema y han permitido que la situación haya llegado tan lejos, agregó el profesor.
“Es legítima la crítica al gobierno, al Estado, a las autoridades encargadas de combatir el narcotráfico y a la ineficacia que tienen en cuanto a poder disminuirlo de la forma que la sociedad quisiera”, dijo.
Otra tira que retrata satíricamente la narcocultura es “Quica y Pimpón”, del caricaturista Antonio Helguera, ganador en dos ocasiones del Premio Nacional de Periodismo de México y quien falleció en 2021. La caricatura, que narra las anécdotas de una anciana casi sorda y ciega y su sobrino narcotraficante, está basada en situaciones que Helguera escuchaba en Lagos de Moreno, Jalisco, una ciudad acechada por la violencia por presuntamente formar parte de una región disputada por dos cárteles.
“Todo lo que retrató básicamente era lo que escuchaba de sus vecinos. Básicamente retrataba lo que pasaba a su alrededor y que es exactamente tan surreal, que no le quedaba otra más que retratarlo”, dijo a LJR el periodista y caricaturista Rafael Pineda, director de El Chamuco, conocido públicamente como Rapé. “Antonio Helguera publicó unos cartones sumamente poderosos periodísticamente […]. Han sido cartones que van a estar en los libros de Historia de lo que ha sucedido en este tema del narcotráfico en México”.
Rapé considera que hacer humor de situaciones trágicas como el narcotráfico responde a una dinámica humana de reírse de las desgracias para hacerles frente de mejor forma. Pero también considera que es parte de la tradición artística y cultural que existe en México alrededor de la muerte.
En el terreno de la caricatura, Rapé dijo que esa tradición se remonta a José Guadalupe Posada, el litografista del siglo 19 que popularizó las “calaveras” o “catrinas”, dibujos de esqueletos con atuendos elegantes que actualmente forman parte del folklore del Día de Muertos en México. Posada trabajó como ilustrador de publicaciones dirigidas a la clase trabajadora y recurría a dibujos de las calaveras para hacer crítica social.
“La tradición de la caricatura que nos heredó Posada también hay que tomarla en cuenta: reírnos de la muerte ha sido parte de nuestra tradición de vida”, dijo Rapé. “Hay toda una serie de eventos y manifestaciones humanas alrededor del narcotráfico y alrededor de la muerte en México que sí me sorprenden. Hay gente que condena este tipo de trabajo, pero yo como caricaturista, conociendo la historia de la caricatura política mexicana en este país, la entiendo perfectamente”.
Burla peligrosa
Productos culturales que abordan el tema del narcotráfico, como canciones, películas y series de televisión, son señaladas frecuentemente de hacer apología del crimen organizado. Y los cartones políticos que abordan el tema no han sido excepción.
Pero, a diferencia de las series de televisión y las canciones que retratan a los narcotraficantes como héroes, los caricaturistas entrevistados consideran que sus tiras y cartones no ensalzan a estos personajes. Por el contrario, se burlan de ellos y de la cultura a su alrededor.
“Es muy difícil que alguien, después de ver el libro de Bobadilla, quiera ser narcotraficante porque básicamente es un humor muy chistoso, muy ridículo, muy absurdo que no entra en el mismo terreno de las narcoseries”, dijo Patricio. “En mi caso, me burlo de los valores del mundo del narco, que son absolutamente ridículos: las mujeres operadas, la música, los narcocorridos y la vida ostentosa y demás. Mi trabajo es burlarme de todo eso”.
Los caricaturistas que dibujan sobre el narcotráfico son conscientes del peligro que representa para el periodismo abordar aspectos del crimen organizado en México. Desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico en 2006, más de 130 periodistas han sido asesinados en ese país, de acuerdo con cifras del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ).
Sin embargo, a diferencia de los periodistas que reportan sobre criminales y cárteles, los caricaturistas evitan hacer referencias específicas a capos o grupos criminales que pudieran ponerlos en peligro.
“Más bien [lo que retratamos]son temas, tienen que ver obviamente con la violencia. Incluso cuando hay alguna situación particular que estoy tocando, me refiero a la situación, pero no me refiero a los cárteles ni a los personajes”, dijo Patricio.
Bobadilla vive y trabaja en Sinaloa, estado considerado uno de los epicentros del tráfico de drogas en México y el lugar de origen del cártel del mismo nombre, cuyo líder era Joaquín “El Chapo” Guzmán.
El caricaturista ha vivido muy de cerca la violencia del narcotráfico contra los periodistas. El primer medio en el que trabajó como cartonista, A Discusión, sufrió el secuestro y asesinato de su director, el periodista Humberto Millán, en 2011. En 2017, cuando ya trabajaba en el semanario Ríodoce, vivió el asesinato de Javier Valdez, fundador del medio. Y en 2022 fue asesinado Luis Enrique Ramírez, columnista de El Debate, otro de los medios donde Bobadilla publica cartones políticos.
“En todos los medios en los que yo he trabajado ha habido algún evento de violencia hacia los periodistas. […] Yo estoy muy consciente del peligro que es publicar en medios locales”, dijo Bobadilla, “Imagínate tú a Javier [Valdez], que ya había recibido un premio internacional, que ya era reconocido y salía en medios nacionales, lo asesinaron sin ningún miramiento… Imagínate cualquier periodista acá. Realmente nos sentimos vulnerables”.
Bobadilla es originario de Tierra Blanca, uno de los barrios de Culiacán con mayor movimiento de criminales y drogas. Para el caricaturista, eso significa que en cualquier momento puede toparse con miembros del crimen organizado.
“Yo me acuerdo que el maestro Helguera dibujó al ‘Chapo’ vestido de mujer, como prostituta. Nosotros jamás podríamos hacer eso aquí, porque nosotros podíamos ir cruzando la calle y nos podíamos encontrar al tipo, o a sus secuaces”, dijo Bobadilla. “Yo sé que me leen, porque Ríodoce es un periódico que lee el narcotráfico. Ahí salen, se reflejan”.
De acuerdo con Rapé, a quienes sí deben señalar los caricaturistas con nombre y apellido –tal como lo hace un periodista en un reportaje– es a las autoridades responsables de que el narcotráfico siga operando.
“Ésa es la principal responsabilidad que tenemos, señalar quién tiene la culpa de que el narcotráfico esté tan insertado en México”, dijo Rapé. “Sería sumamente peligroso que nos burláramos de un narcotraficante, pero ¿quién tiene la culpa de eso? Pues las autoridades que lo siguen permitiendo, pues hay que seguirlo señalando”.
Polarización contra el humor
El cartón político en México tiene una tradición de izquierda, de acuerdo con Bobadilla. Muchos de los moneros más respetados de las últimas décadas en ese país, como Rius, Helguera o El Fisgón, han surgido en medios considerados de izquierda, como el diario La Jornada o la revista Proceso.
Sin embargo, la polarización que se ha agravado bajo el mandato del Presidente Andrés Manuel López Obrador ha llevado a algunos caricaturistas a tomar partido en el enfrentamiento entre quienes critican y quienes defienden al gobierno.
“Sigue habiendo muy buenos caricaturistas de un lado y de otro. Sin embargo, yo creo que este apasionamiento y esta polarización brutal ha generado un fenómeno que a mí me parece bastante lamentable, que estás de un lado completamente o estás del otro completamente”, dijo Patricio.
En medio de este enfrentamiento, el humor de los cartones y las tiras ha sido la principal víctima, agregó el caricaturista.
“Con esta polarización que genera mucho encono se ha perdido mucho la parte del humor en las caricaturas”, dijo Patricio. “Los caricaturistas están más enfocados en hacer rabiar a sus enemigos que en aprovechar algunas oportunidades para [retratar]el humor y el absurdo”.
Esta división es interesante, pero peligrosa, considera por su parte Bobadilla, por el nivel de influencia que puede llegar a tener un género de opinión como es la caricatura política, sobre todo en la época actual, a pocos meses de elecciones presidenciales y cambio de gobierno en México.
“Yo creo que hay una lucha mediática y ahorita una lucha electoral que los involucra a ellos [los caricaturistas]como opinadores y que influyen muchísimo”, dijo Bobadilla. “Un solo cartón te puede decir muchas cosas, más de lo que te puede decir una columna de opinión. Esta polaridad te hace reflexionar”.
Rapé dijo que existe el riesgo de que, en medio del actual clima político e ideológico en México, la caricatura política pierda su responsabilidad periodística. Como todo género de opinión, dijo, la caricatura política debe estar respaldada por rigor editorial.
“Yo lo único que espero y deseo es que no se pierda la importantísima necesidad de hacer caricatura muy bien informada, muy pensada, y que no caiga en bulos históricos o periodísticos”, dijo. “La opinión se debe de trabajar a fuego lento, no puede ser algo reaccionario, tiene que ser algo que se debe revisar, se debe corroborar, se debe leer, pensar y en este caso, dibujar, con mucho cuidado”.
“Esta publicación fue publicada originalmente por LatAm Journalism Review”