El expresidente mexicano Felipe Calderón recorre en el salón de plenos de la COP26 “como un fantasma buscando con quién hacerse una selfi”
Por Armando G. Tejeda/ La Jornada
El ex presidente de México Felipe Calderón se ha dedicado los primeros dos días de la Cumbre Climática de Glasgow (COP26) a cazar autógrafos o selfis con los hombres más poderosos del planeta para publicarlos en sus redes sociales. Su participación en la reunión multilateral no se debe a nada en concreto: no dará ninguna conferencia, ni participará en debate alguno, ni fungirá de observador o facilitador de una mesa de diálogo.
De hecho, su nombre ni siquiera aparece en la lista oficial de participantes –en la que hay más de 25 mil personas–, pero el ex mandatario fue acreditado con un “excepcional” “pase de cortesía”, que le permite moverse libremente por todas las áreas –muchas de ellas restringidas– de la COP26, según confirmaron a La Jornada fuentes del encuentro multilateral. El documento, blanco con una franja azul, lo emitió la secretaria ejecutiva de la ONU para el Cambio Climático, que está presidida por la diplomática mexicana Patricia Espinosa, quien fue a su vez secretaria de Relaciones Exteriores de México durante el sexenio de Calderón.
Para organizar la Cumbre de Glasgow, la propia ONU anunció un sinfín de restricciones, no sólo por la envergadura del encuentro, sino porque se iba a celebrar en mitad de una pandemia y con el riesgo alto de que un brote precipitara la anulación de la cita. Muchos científicos, representantes de los pueblos indígenas, sobre todo de los países más pobres, y militantes de organizaciones civiles en defensa de la Tierra se quedaron sin poder venir a la COP26. Ya sea porque no pudieron cumplir con los severos requisitos impuestos por el gobierno del Reino Unido y la propia ONU –que en algunos casos exigía una cuarentena de 12 días y una serie de pruebas analíticas– como por la complejidad de viajar hasta Glasgow dadas las plazas limitadas que impuso la organización para evitar concentraciones de gente aún más altas de las que ya se están registrando.
Por eso llama aún más la atención la presencia del ex presidente Calderón, quien no figura en la lista oficial, no forma parte de ninguna delegación gubernamental, tampoco funge de “observador” (condición casi reservada en exclusiva a los científicos, los académicos y los expertos) ni, por supuesto, es periodista de algún medio de comunicación.
Es decir, Felipe Calderón está en Glasgow, pero en la agenda de la Cumbre no figura ninguna intervención suya para hablar del clima, ni para aportar alguna idea o solución para atajar lo que muchos llaman la crisis más grave de nuestra era, ni siquiera hará de facilitador o mediador en alguna de las decenas de mesas que habrá para decidir el futuro del planeta.
Los dos primeros días de la COP26, el ex presidente estuvo presente en las sesiones principales, en las que estaban los hombres más poderosos del planeta y él, con su acreditación de “pase de cortesía” otorgada por la ONU, que en esta Cumbre, con todas las restricciones se hace aún más “excepcional”, se movía libremente por todas las áreas del encuentro. Ni siquiera los representantes de los pueblos indígenas, los científicos o los medios de comunicación tienen tanta libertad para moverse como la que le otorga a Calderón la acreditación excepcional que le facilitó la secretaría de la ONU presidida por su ex canciller.
Un diplomático europeo, quien pidió guardar su identidad, narró algo que le sorprendió mucho de la actitud de Calderón en el salón de plenos: “Va como un fantasma buscando con quién hacerse una selfi”, como lo hizo con el presidente de Estados Unidos (EU), Joe Biden; la canciller alemana, Angela Merkel, o con el ex vicepresidente de EU Al Gore. El objetivo final, como el de cualquier adolescente que persigue a su ídolo, es colgar esas fotografías en las redes sociales. Como hizo con la foto del libro que supuestamente le dedicó y le envió Barack Obama, A Promised Land, en su visita a Glasgow.
Y así, mientras Calderón sigue a la caza de la selfi o el autógrafo, muchos científicos, ambientalistas, líderes de pueblos indígenas amenazados por el cambio climático y sus efectos devastadores, se siguen lamentando no haber podido ir a Glasgow tanto por las restricciones de seguridad como por las limitadísimas plazas.
Fuente: La Jornada