Por Jenaro Villamil
Ni toda la información sobre los enfrentamientos, balaceras y ejecuciones en Tamaulipas conmocionaron tanto a una sociedad expectante del teatro de la narco violencia como el caso de bullying contra Héctor Alejandro Méndez, un adolescente de 12 años que falleció por lesiones craneoencefálicas cuando sus compañeros lo lanzaron a una pared, porque así jugaban “el columpio”. La profesora de la secundaria de Ciudad Victoria miró impávida.
El caso, ocurrido el 14 de mayo, alcanzó una notoriedad inusitada en las redes sociales. Las televisoras informaron del asunto dándole una dimensión nacional y generando una ola de indignación. El presidente Enrique Peña Nieto convirtió el tema en causa durante su gira por Tamaulipas. Y ahora el Senado de la República plantea realizar un foro para legislar en la materia. La SEP se dice indignada y plantea medidas emergentes.
La conmoción sólo es equiparable al grado de complicidad social de un fenómeno entre los adolescentes y niños mexicanos que se ha disparado de manera paralela a la “normalización” de la narco violencia, la indolencia frente a la discriminación, el desapego burocrático del sistema escolar al caldo de cultivo de la discriminación en las escuelas, la crueldad exhibicionista en las redes sociales, la disolución familiar, la ira ante las expectativas frustradas, el secreto encanto social frente a los relatos de capos, sicarios y niños que se muestran “muy hombres” porque son capaces de matar por dinero.
Apenas este 27 de mayo se registró otro caso de bullying en Ciudad Victoria entre dos adolescentes de secundarias distintas que se pelearon sin que nadie interviniera: ni prefectos, ni maestros, ni policías. “Hace mucho que dejaron de hacer rondines en las escuelas”, afirmó uno de los padres.
La capital tamaulipeca, como muchas otras ciudades de esta entidad que se arrojó a los brazos de Los Zetas y el Cártel del Golfo, abandonó hace más de un lustro la posibilidad de tener seguridad pública para entrar a las leyes de la selva del crimen organizado. El incremento de la violencia social es equiparable al desastre del monopolio legítimo de la violencia que el Estado ha dejado de ejercer.
Los casos de Tamaulipas han despertado una serie de denuncias y registros de otros más en distintas entidades. El ombudsman estatal de Oaxaca informó que en un año se registraron 24 quejas por bullying en esa entidad, incluyendo las mordidas de un menor a otro. En ese estado es la discriminación por rasgos étnicos, nivel socioeconómico, lengua, discapacidades y entornos sociales diferentes (hijos de madres o padres solteros, hijos de padres divorciados, etc).
En Tijuana, la prensa reportó hoy el caso de un menor que está en riesgo de perder la vista porque sus compañeros le arrojaron un reactivo químico en la clase de laboratorio. Ocurrió en la Secundaria Número 5 Ignacio Manuel Altamirano.
El bullying –término acuñado en Gran Bretaña en los ochenta para describir prácticas de discriminación, violencia y acoso escolar– se ha disparado en todo el país, según datos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en menos de dos años. En 2011, el 30% de los estudiantes de secundaria reportaron algún tipo de violencia. En 2013 subió a 40%.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico señala que México ocupa el primer lugar de bullying a nivel de educación secundaria entre sus integrantes.
Otros estudios advierten que tres de cada 10 niños o niñas que sufren bullyingen el país se suicidan. Las cifras no son exactas porque los estudios son escasos y poco rigurosos.
En Nuevo León dio una conferencia John Halligan, cuyo hijo Ryan se suicidó hace 11 años tras el ciberbullying, la otra cara de la moneda de esta ola de violencia. Halligan advirtió a los padres regiomontanos “que los chicos ya no usan Facebook. Ya hay muchos papás ahí Se han ido a Snapchat y a Ask.fm”.
Halligan hacía referencia a dos aplicaciones (APP) de telefonía móvil que están de moda: Snapchat permite enviar videos y fotos provocativas que supuestamente se borran en 10 segundos. Ask.fm permite comentarios crueles entre los usuarios.
El bullying, como bien lo advirtió Durkheim en su famoso estudio sobre el suicidio, no es un fenómeno aislado, individual o grupal. Es una enfermedad social. En este país que ha vivido diez años de una escalada de violencia real, simbólica y mediática sin freno, no es casual que sean las generaciones que nacieron en “la guerra del narco” y son nativas digitales las que la apliquen y la practiquen.
Algo mucho más urgente que una ley en el Senado o medidas de conmoción social se requieren. Estamos ante el rostro que no hemos querido ver de un Estado y una sociedad que se acostumbraron a minimizar por saturación la violencia que hemos engendrado.
Twitter: @JenaroVillamil
Fuente:www.homozapping.com.mx