El ministerio de Exteriores carioca da a entender que Rousseff podría suspender su viaje a EE UU
El Gobierno de Brasil ha levantado la voz con fuerza contra las presuntas acciones de espionaje por parte de Estados Unidos contra la presidenta Dilma Rousseff. El ministro de Asuntos Exteriores, Luiz Alberto Figueiredo, que el lunes a primera hora convocó al embajador estadounidense, Thomas Shannon, fue explicito: Brasil sólo aceptará explicaciones “por escrito” del presidente de EE UU, Barack Obama, y en el plazo “de esta semana”.
Sorprende una defensa tan dura de la “soberanía nacional”, más contundente que la respuesta dada, por ejemplo, por otros países —incluso europeos, como Alemania o Italia— ante las mismas acciones de espionaje por parte de Estados Unidos.
Quizá Brasil quiera aprovechar el desagradable hecho de que su presidenta haya estado bajo el punto de mira de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en sus siglas en inglés) para dejar claro a Washington —y al resto del mundo— que se ha acabado ese sentimiento de inferioridad, ese complejo de perros callejeros que, según el escritor y dramaturgo Nelson Rodrigues, siempre ha caracterizado la visión que los brasileños tienen de sí mismos frente al mundo.
O quizá sea el resultado concreto de que Brasil ya no se siente un satélite estadounidense en América Latina, sino una potencia económica y estratégica global que tiene cuentas que ajustar con la geopolítica.
Es, además, un país que a pesar de sus inmensas desigualdades sociales y de sus 14 millones de personas que viven en la extrema pobreza, cuenta con un capital precioso que no tienen otros países emergentes: una democracia consolidada, con una sociedad que goza de todas las libertades y defiende todos los derechos humanos.
El ministro Figueiredo dijo claro que la respuesta no puede venir del embajador de Estados Unidos en Brasil: “El embajador ya ha sido informado de lo que Brasil le está exigiendo y tiene que ser el Gobierno quien dé una respuesta”.
Según Figueiredo, la conversación con el embajador fue “franca y directa”: “En nuestra conversación [Shannon] ha entendido lo que se le ha dicho, porque se ha dicho en términos muy claros. Muchas veces se piensa que la diplomacia consiste en explicar las cosas de forma sinuosa. No lo es. Cuando las cosas tienen que decirse de forma muy clara, se dicen”. Y añadió: “Él tomó nota de todo lo que le dije. Hoy [por el lunes]en Estados Unidos es festivo, pero él se comprometió a entrar en contacto con la Casa Blanca para notificar nuestra conversación y para que nos envíen por escrito las informaciones formales que el caso exige”, dijo el ministro.
Figueiredo dio a entender, por fin, que el viaje oficial de Rousseff a los Estados Unidos, programado para el próximo mes de octubre, quedaba en suspenso hasta conocerse la respuesta de Washington al espionaje sufrido por la mandataria brasileña y sus asesores más cercanos.
“Vamos a conversar con nuestros colegas, tanto de países desarrollados como de los BRICS [Rusia, China, India y Sudáfrica] para valorar como se defienden de este tipo de situación y qué acciones conjuntas se pueden tomar para enfrentarse a un tema grave como este”, afirmó el canciller.
Por su parte, el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, calificó de “violación de la soberanía nacional” las supuestas acciones de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA, en sus siglas en inglés) y advirtió que, de confirmarse la noticia destapada por el programa Fantástico de la cadena Globo, el gobierno de Brasil “acudirá a los organismos internacionales”.
La presidenta Rousseff ha preferido que por ahora hablen sus ministros, pero según informaciones de prensa, en la reunión de emergencia que tuvo con con media docena de ministros prefirió apartar la idea de que se haya tratado de espionaje “político”, algo que haría suponer la frase que aparece en los documentos en los que los Estados Unidos se preguntan si Brasil es “amigo, enemigo o problema” para el gobierno de Obama. Hoy algunos artículos de prensa destacan que los Estados Unidos pueden tener miedo del tipo de relaciones que Brasil sigue manteniendo con el llamado eje bolivariano.
Rousseff prefiere pensar, sin embargo, que se ha tratado de una acción de espionaje que tendría por objetivo la subasta que Brasil debe hacer de los grandes yacimientos de petróleo de la plataforma continental brasileña. Todas las petroleras norteamericanas ya han anunciado que desean participar en un negocio calculado en 15.000 millones de dólares (11.400 millones de euros)
El que el Gobierno brasileño haya querido exigir “por escrito” una respuesta satisfactoria por parte de Washington se debe al hecho de que, en julio, cuando los documentos sacados a la luz por Edward Snowden revelaron que Brasil había sido el segundo país del mundo más espiados por la NSA, las explicaciones que el Gobierno americano ofreció a Brasil fueron solamente verbales.
Estados Unidos afirmó entonces a Rousseff que el tipo de espionaje utilizado podía servir también para el Gobierno de Brasil, que acabó sintiéndose “engañado” por Washington. Ahora que la NSA ha parecido desviarse del blanco hasta llegar a espiar la correspondencia personal de la presidenta, Brasil exige una explicación escrita, es decir, a la luz del sol.
El Gobierno va a aprovechar el hecho del espionaje para tomar una serie de medidas como, por ejemplo, negar la renovación de sus permisos a las empresas (como bancos o empresas telefónicas) que colaboren en las acciones de espionaje. “Las empresas que cooperen en esas operaciones tendrán su licencia de operación cancelada” ha afirmado Paulo Bernardo, ministro de Comunicaciones.
En la nueva reglamentación sobre internet que prepara el Gobierno de Brasil figurará también la obligación de las páginas web extranjeras —como Facebook, Twitter o Google— de almacenar los datos sobre brasileños en Brasil por tiempo limitado, como hoy en los Estados Unidos. Además, el Ejecutivo estudia ofrecer gratuitamente a los brasileños un servicio de correo electrónico cifrado a través de la empresa de Correos.
Fuente: El País