Por Ángel Guerra Cabrera
El presidente Joe Biden no está interesado, o no se le ve capaz, de impulsar la paz en Ucrania, lo que hace aún más difícil alcanzar un cese el fuego. Para mayor dificultad, Volodymir Zelensky no es más que una marioneta sujeta a las presiones yanquis y de los poderosos grupos neonazis en Ucrania, por más que nos lo intenten vender como un gran héroe de la patria.
Al parecer, el ocupante de la Casa Blanca se aferra al eventual impulso que a su alicaída popularidad podría proporcionarle la imagen de gran líder del “mundo libre”, construida apresuradamente por la maquinaria mediática desde que a finales del año pasado se agudizó el conflicto con Moscú, debido a la cerril renuencia de Washington a considerar siquiera sus demandas de seguridad, y reforzada, desde que inició la guerra. Por otra parte, es indudable la exigencia sobre Biden de mano dura con Vladimir Putin por parte de muchos legisladores de los dos partidos, aceitados con fondos de las grandes empresas armamentistas, a menudo accionistas de los grandes medios de difusión.
Por cierto, no tiene precedente, en las últimas décadas, la histeria rusófoba y belicista cultivada por esos medios y por las llamadas redes sociales. Además, para sus intereses geoestratégicos, a Washington le conviene prolongar las hostilidades en el país eslavo y de ese modo consolidar la bochornosa subordinación política de Europa, que esta guerra ha llevado a extremos inimaginables, pues lo último que desearía es verla unida y con una política exterior y de defensa independiente que, eventualmente, la convirtiera en un jugador global capaz de llegar a acuerdos por sí misma con Rusia y China. Debilitar a Moscú, y, por consiguiente a Pekín, y perpetuar a Europa como unidad política vasalla atada por la OTAN son objetivos estratégicos fundamentales de Washington en esta guerra. ¿Qué, si no, se busca con el torrente de armamento que fluye incontenible hacia Ucrania, las rondas casi diarias de sanciones ilegales a Rusia y el feroz linchamiento mediático, en particular del presidente Putin, pero también de todo lo ruso?
En relación con las probabilidades de que Biden impulse un cese el fuego, el coronel retirado del ejército estadunidense Douglas Macgregor, profesor de estrategia y autor de cinco libros, señala lo siguiente: El presidente Biden es probablemente renuente a apoyar un cese el fuego que lo expondría al ataque despiadado de los senadores de ambos partidos. Añade: “el estridente discurso de odio de Biden hacia el presidente Putin y hacia el Estado ruso hace difícil, si no imposible, apoyar cualquier cese el fuego que deje a Rusia en control de cualquier cosa en Ucrania”. Lo mismo es cierto –añade el coronel– para cualquier eventual acuerdo que reconozca a Rusia, como mínimo, el control de sus intereses de seguridad en el este de Ucrania. Uno desearía que Macgregor esté totalmente equivocado, pues con la dependencia de Washington que muestran los líderes europeos y la actitud, por parte de éste, de continuar echando leña al fuego en Ucrania, es muy poco el margen restante para encontrar la anhelada salida negociada a esta guerra entre pueblos hermanos.
Por otro lado, la sesgada y desbalanceada resolución de factura gringa acordada en la Asamblea General de la ONU, en lugar de crear un clima favorable a la paz, como algunos creyeron, lo que hizo fue favorecer la histeria belicista y minar aún más el derecho internacional. No deja de ser un hecho muy notable que China, India, Irán, Pakistán, Vietnam, Sudáfrica, Cuba, Bolivia, Nicaragua y otros 20 países se hayan abstenido. Ellos representan aproximadamente la mitad del género humano. Conviene subrayarlo, Venezuela no pudo ejercer el voto por habérsele retirado ese derecho con el argumento de que adeuda su contribución a la ONU.
Debe reiterarse la enorme responsabilidad histórica de Washington y su comparsa europea en el desencadenamiento de este doloroso conflicto. Me limito a citar a un criminal de guerra pero reconocido experto en temas estratégicos y geopolíticos, el mismísimo Henry Kissinger, quien advirtió hace ocho años sobre la centralidad de Ucrania para Rusia: El oeste debe entender que para Rusia Ucrania no puede ser nunca un país extranjero. La historia rusa comienza en lo que fue llamado el Rus de Kiev. De allí se esparció la religión rusa. Ucrania ha sido parte de Rusia por siglos y sus historias han estado intercaladas desde antes de entonces. Muchas de las más importantes batallas por la libertad de Rusia, incluyendo la de Poltava en 1709, se libraron en suelo de Ucrania. La Flota del Mar Negro, medio de Rusia para proyectar poder en el Mediterráneo, está basada, en arrendamiento de largo plazo, en Sevastopol, Crimea. Incluso famosos disidentes, como Alexander Solchenityin y Joseph Brodsky, insistían en que Ucrania era parte integral de la historia rusa y, a propósito, de Rusia: (https://wapo.st/3qbkQPQ).
Twitter: @aguerraguerra
Fuente: La Jornada