Por Álvaro Cuadra
Como en una novela por entregas, las declaraciones de Michelle Bachelet anunciando su regreso a Chile cierran un largo capítulo de espera e inaugura otro, el de la carrera presidencial. Tal y como se ha dicho, el escenario que dejó la ex mandataria es hoy muy distinto. Durante los años de su ausencia, y de su silencio, muchos sectores sociales se han movilizado en el país, la expectativas son otras. Muchos chilenos han manifestado su malestar con el actual estado de cosas, entre ellos, estudiantes, minorías sexuales, minorías étnicas y sectores de regiones en diversas partes del país.
Frente a la nueva realidad de la sociedad chilena, resulta indispensable que la candidatura Bachelet ponga sobre la mesa un programa de gobierno capaz de encantar a sus adherentes, respondiendo a las demandas de los distintos movimientos sociales. Este aspecto es ya un problema complejo nada fácil de concretar, pues supone y exige una serie de negociaciones y consensos entre los partidos que constituyen su base de apoyo político, partidos muy dispares que ya han mostrado roces entre ellos. Lo que resulta claro es que el clásico diseño concertacionista de reformismo débil y apegado al actual orden constitucional no resulta del todo satisfactorio en el momento actual.
Alcanzar un mínimo de consensos entre los suyos es para Bachelet un desafío mayúsculo. Sin embargo, mucho más difícil es lograr que su candidatura sea capaz de seducir a una amplia mayoría de chilenos que se abstuvieron en los últimos comicios. Hay un 60% de electores que no votaron. Es cierto, una elección presidencial no es equivalente a una elección de alcaldes y concejales, pero si no hay propuestas nuevas y audaces, el hastío de gran parte de la población bien pudiera ser el mismo que ya se manifestó.
Otro desafío de la candidatura Bachelet es su capacidad para enfrentar a una derecha en el gobierno, dispuesta a destrozar su figura, recordando el clima de corruptela e incompetencia que caracterizó a la Concertación durante los últimos años de su gobierno. De hecho ya se ha insistido en su responsabilidad política en lo acaecido el 27/F de 2010. La estrategia de la derecha va en una doble dirección, por una parte insistir en las propias debilidades de la candidata y, por otra parte, subrayar la falta de virtudes cívicas de su entorno.
Por último, la candidatura de la señora Bachelet deberá hacer frente a las críticas mordaces a la izquierda de su candidatura. Estas candidaturas “no binominales” tienen claro que no tienen nada que perder y mucho que ganar erigiéndose como una oposición radical al “modelo”, denunciando el binominalismo que, le guste o no, representa la candidatura concertacionista. Por el momento, la única certeza de cara a las próximas elecciones presidenciales es que el retorno la señora Bachelet marca el inicio de la carrera a la Moneda.
* Álvaro Cuadra es investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS.
Fuente: Alainet.org