Una pieza clave en la versión que la PGR ha difundido tras la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa es que los estudiantes fueron detenidos y llevados a la base de la Policía Municipal de Iguala antes de ser entregados al cártel de Guerreros Unidos. Pero el juez de barandilla que debería haberlos recibido asegura que no fue así. En esta sexta entrega del reportaje realizado con el apoyo del Programa de Periodismo de Investigación de la Universidad de California en Berkeley, documentos y testimonios fortalecen la versión del juzgador, quien actualmente está solicitando asilo en Estados Unidos y teme por su vida.
Por Anabel Hernández y Steve Fisher/ Proceso
Ulises Bernabé García era juez de barandilla de la Policía Municipal de Iguala, Guerrero, la noche del 26 de septiembre de 2014 —cuando se perpetró la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. En entrevista exclusiva revela lo que pasó esa noche.
En esta sexta entrega de la investigación realizada con el apoyo del Programa de Periodismo de Investigación de la Universidad de California en Berkeley, García asegura en entrevista —desde una ciudad mexicana fronteriza, y a punto de cruzar a Estados Unidos— que los estudiantes jamás fueron llevados a esa base y que tampoco llegaron policías municipales de Cocula, tal como asienta la versión oficial.
Su testimonio y documentos obtenidos para esta investigación revelan que la peor parte de los ataques contra los normalistas ocurrió cuando la Fiscalía General del Estado de Guerrero (FGE), el 27 Batallón de Infantería y la Policía Federal estaban operando en las calles de Iguala.
Una de las partes principales de la versión oficial es que, a las 11:30 de aquella noche, policías de Iguala se llevaron a estudiantes de la calle Juan Álvarez —donde ocurrió una de las agresiones contra los normalistas— a la base de la Policía Municipal. En una versión, la PGR asienta que fueron los 43 y, en otra, que sólo 10 ó 15. De ahí, en dos patrullas de la Policía Municipal de Cocula se los llevaron al paraje Loma de los Coyotes, donde los entregaron al grupo criminal Guerreros Unidos, que supuestamente los asesinó y quemó a la medianoche de ese día en un basurero.
En contraste, García afirma que, en las horas que la Procuraduría General de la República (PGR) dice que los estudiantes fueron llevados a la base, un militar conocido como “Capitán Crespo”, del 27 Batallón de Infantería de Iguala, al mando de un grupo de 12 soldados uniformados y armados realizó una minuciosa inspección en toda la comandancia por más de 15 minutos. Poco después, señala García, llegó al mismo sitio el subprocurador de Guerrero, Víctor León Maldonado, y tomó control de la base por el resto de la noche y hasta las 8 de la mañana del día siguiente.
Ahora se sabe que el nombre completo del “Capitán Crespo” es José Martínez Crespo, y es el mismo militar que fue al Hospital Cristina a amenazar a estudiantes sobrevivientes. El capitán y sus subordinados estuvieron activos toda la noche y hasta el amanecer en las calles de Iguala.
EL 26 DE SEPTIEMBRE
García expresa que el 26 de septiembre sólo hubo seis detenidos, de entre 30 y 35 años de edad, por beber en la vía pública. El último llegó como a las 21:30.
Su versión fue contrastada con las declaraciones ministeriales rendidas por policías municipales el 27 de septiembre, quienes informaron de la detención de seis personas —una en la calle Nayarit, cerca de la panadería Elvia, y cinco en un puesto de revisión policiaco en la carretera Iguala-Chilpancingo— porque iban manejando ebrias.
Los normalistas, en tanto, salieron de Ayotzinapa a las 17:59 horas y a las 20:00 horas llegaron en un camión a una caseta de cobro en las inmediaciones de Iguala, donde ya eran vigilados por policías estatales y federales. Otro camión se quedó en la autopista Chilpancingo-Iguala.
El primer ataque comenzó a las 21:40 horas, luego de que los normalistas tomaran otros tres autobuses de la central de camiones. La segunda agresión fue entre las 22:00 y las 23:00 horas, cuando tres de los camiones en que viajaban fueron cercados por policías en la calle Juan Álvarez, casi esquina con periférico. A las 23:00 horas los agentes se retiraron y los sobrevivientes llamaron a la prensa y a compañeros.
García dice que él nunca se enteró del ataque porque no tenía ningún equipo policiaco: sólo era personal administrativo. Alrededor de las 23:30 horas, el policía responsable de la puerta de entrada de la comandancia le avisó que un militar quería verlo.
EL EJÉRCITO EN LA COMANDANCIA
El militar —que se presentó como “El capitán Crespo”— entró acompañado de cinco soldados, con el pretexto de buscar una motocicleta blanca. Inspeccionó cada rincón de la comandancia: celdas, baños y todas las oficinas. Todavía estaban ahí los seis hombres detenidos, pero ningún estudiante.
“Era la primera vez que lo veía y hasta se me hizo sospechoso porque me dio una palmada en la espalda. Me habló muy como si nos conociéramos”, comenta García. “Le di toda la libertad: ‘Puedes revisar la comandancia’”. La inspección duró cerca de 15 minutos y la unidad castrense se retiró.
Luego de las 23:00 horas, estudiantes sobrevivientes ofrecieron una conferencia de prensa en la esquina de Juan Álvarez y periférico. Aproximadamente a esa hora, un camión en el que viajaban jugadores del equipo de futbol Avispones —que se piensa que fueron confundidos con normalistas— fue baleado en la carretera federal Iguala-Chilpancingo. Tres personas murieron y hubo varios heridos.
Hubo un ataque más: alrededor de medianoche, un comando disparó contra los estudiantes y los periodistas reunidos en Juan Álvarez. Fueron asesinados Daniel Solís y Julio César Ramírez. En una reconstrucción realizada por los alumnos y sus abogados a principios de este año, cayeron en cuenta de que algunos de sus compañeros desaparecidos fueron capturados mientras huían de esa última agresión.
Según la declaración ministerial del estudiante Francisco Trinidad Chalma, aproximadamente a la medianoche varios normalistas se refugiaron en el Hospital Cristina, ubicado a unos metros de la balacera, a donde llevaron a un compañero con una herida de bala en la cara. Ahí llegó el Ejército:
“El que iba a cargo de esas unidades preguntó si éramos los ‘ayotzinapos’. Le pedimos ayuda para nuestro compañero que se estaba desangrando y nos dijo que ‘tuviéramos huevos para enfrentarlo como así hacíamos nuestro desmadre’. Cateó toda la clínica (…) buscaban armas pero nosotros no íbamos armados”.
El estudiante Omar García señaló: “El ejército llegó rápidamente, entró, cortaron cartucho. (…) Nos acusó de que estábamos allanando morada, (…) que nos iban a llevar a todos, pues éramos delincuentes”. Les tomaron fotos y les pidieron su nombre real porque si no, “no los iban a encontrar”.
Un reporte militar ubica a Martínez Crespo como el capitán que fue al hospital.
LA FISCALÍA TOMÓ EL CONTROL
Tras la visita del Ejército, a la base de la policía igualteca llegó el titular de Seguridad Pública municipal, Felipe Flores, con el subprocurador de Guerrero, Víctor León Maldonado. Ellos vieron quiénes estaban detenidos y concentraron al personal. Les informaron que había ocurrido un ataque contra los normalistas y pidieron a los policías sus armas para hacerles peritajes.
El subprocurador se fue, pero la base quedó bajo el control de la Policía Ministerial de Guerrero. En ese momento arribaron familiares de los borrachos detenidos, pagaron su multa y se fueron. El último partió como a las 02:20 horas del día 27. “Me dieron los nombres y liquidaron su multa, la mínima”, explica el ex juez de barandilla García.
La mañana del 27 de septiembre todos los miembros de la Policía Municipal fueron concentrados en el cuartel de la Policía Estatal. “A mí me pasan con el subprocurador y me dice: ‘¿Dónde están los estudiantes?’, ‘¿Cuáles estudiantes? Yo no sé de qué me habla’”, relata García.
León Maldonado le dijo que había habido estudiantes en la base y él le contestó que eso no fue así. García quiso testificar pero no le tomaron su declaración, pero como tampoco lo detuvieron se fue a su casa.
LA PERSECUCIÓN
“Yo no puedo inventar algo que no pasó”, asevera García. “Otra: ¿en qué momento pudieron haber llegado (estudiantes) si el ejército llegó a las 11:30 de la noche a revisarme el área? No encontró nada. Llegaron ellos (los de la Fiscalía). Me dejaron al ministerio público, al policía, al encargado de la ministerial, al perito. Si hubieran llegado estudiantes ellos se habrían dado cuenta”.
La PGR lo citó a declarar el 21 de noviembre. Relató todo y presentó las copias de las boletas de entrada y salida de los seis ebrios detenidos. La PGR no lo aprehendió, pero luego el ejército comenzó a buscarlo.
“A mí me duele ver también que los señores (padres de familia) anden buscando a sus hijos desesperados. Pero me duele más ver que me estén culpando sin que yo tenga nada que ver, mientras que los que a lo mejor sí tienen responsabilidad andan sueltos en la calle”.
Fuente: Proceso