Por Sanjuana Martínez
Es un palacio volante, una mansión en el cielo, un alcázar para vivir en las nubes, un castillo de ensueño… Enrique Peña Nieto ya no tiene su casa blanca, pero pronto estrenará su nuevo avión presidencial, una auténtica residencia de lujo que costó 7 mil millones y medio de pesos, un 350 por ciento más del precio original.
Con 70 millones de pobres y en el que 24.6 millones de personas no cuentan con el ingreso promedio para adquirir una canasta básica de aproximadamente mil 743 pesos, el ostentoso avión representa un derroche para las condiciones económicas de México, aunque el señor Peña Nieto no lo considera así y lo estrenará el 18 de diciembre, pocos días antes de la llegada de Santa Claus.
Su nuevo juguetito, un Boeing 787 Deamliner, no tienen los líderes de los países más poderosos del mundo como Estados Unidos, China o Rusia, pero a Peña Nieto esto tampoco le importa.
El ‘caprichito’ nos costará a todos los mexicanos 467.3 millones de pesos anuales durante 15 años, es decir, hasta el 2027. Nosotros, nuestros hijos y nietos seguirán pagando aunque el avión tiene una vida útil de solo 25 años y más de mil 211 millones de pesos de mantenimiento.
Los invito a un paseo por su interior: tendrá una elegante área de trabajo de 14 asientos, 24 asientos más para altos y medianos funcionarios y sus acompañantes. Además de 42 asientos para personal de apoyo y representantes de los medios de comunicación.
El juguetito de Peña Nieto será casi absolutamente silencioso, así como los modernos aires acondicionados minisplits, ya que las góndolas del motor están diseñadas para reducir los niveles de ruido en el exterior e interior hasta en un 60 por ciento.
Entre sus muchas monerías y adecuaciones que costaron 100 millones de pesos (una baratija), tiene las ventanas súper modernas, con un 30 por ciento más amplias y lo más importante, en lugar de bajar o subir las cortinas, los pasajeros simplemente podrán ajustar el brillo de los vidrios de para que sean transparentes o bien, oscuras.
El único problemita del capricho del inquilino de Los Pinos es que, este avión es demasiado grande, mide 25 metros de ancho por 70 de largo, y no cabe en el hangar presidencial, por lo cual habrá que ampliar ese lugar, algo que nos costará la cantidad de mil millones pesos.
Para guardar bien el juguetito será necesario remodelar todo el hangar, pero ya se sabe que está nueva área tendrá nada menos que estacionamiento para 520 vehículos, canchas deportivas, comedores, helipuertos con capacidad de seis aeronaves. Este hangar debió estar listo en agosto, pero se retrasó convenientemente y será entregado el 30 del presente mes, algo que nos costará 23 por ciento más.
Y si todavía les aguanta el hígado, les tengo una mala noticia: los mexicanos no podemos conocer más detalles del interior del avión, ni del contrato para su compra, ya que el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras) lo calificó de “reservado”. Y el INAI, el Instituto Nacional de Acceso a la Información, todavía se está pensando si transparentar los documentos o seguir demostrando que dicha institución fue creada para simular.
La otra cuestión importante, es que la inversión millonaria para remodelar el hangar presidencial no servirá de mucho, ya que solo podrá ser utilizada por cinco años, debido a que el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) contará con otro espacio para el señor Presidente, los políticos y los funcionarios.
Como ustedes saben, la gran obra del sexenio peñista es la construcción de este nuevo aeropuerto con una inversión de 170 mil millones de pesos. El gobierno ya lanzó las primeras 21 licitaciones sin escuchar otras propuestas que plantean remodelar el actual y la base militar de Santa Lucía para no gastar semejante cantidad en tiempo de crisis y ahorrarse 100 mil millones de pesos.
Pero claro, el señor Peña Nieto vive en un mundo paralelo. A él no le importa que haya 28 millones de pobres alimenticios que no acceden a la canasta básica, ni 70 millones de personas que viven bajo el umbral de la pobreza, él lo que quiere es estrenar.
Y su Santa Claus se llama Felipe Calderón. Fue el ex Presidente quien pactó la compra de este Boeing 787-8 en el 2009 como parte de su flotilla que durante su administración contaba con 361 unidades de vehículos terrestres, marítimos y aéreos.
Sinceramente la adquisición de este avioncito resulta un insulto para los mexicanos; es una afrenta, un derroche innecesario, un escandaloso despilfarro. ¿Dónde está la estrategia de austeridad obligada para este y todos los gobiernos de México?
Lo más grave es que en esta etapa de crisis económica profunda como la que padecemos, el señor Peña Nieto todavía se está pensando vender o devolver su juguete.
Por lo pronto, solamente ha solicitado a la Secretaría de Hacienda y a otras entidades un estudio para ver si el nuevo avión representa o no un beneficio. “Podemos eventualmente venderlo, o mantenerlo para ciertos fines”, dijo al señalar que no puede tomar esta decisión en un “arrebato”.
Más bien, ha quedado claro que la adquisición de este avión obedece a un “arrebato” del señor Calderón, cuyas debilidades y problemas de salud ya conocemos.
El nivel de desconexión de la clase política con los ciudadanos es absoluto. Lo demuestra esta declaración de Peña Nieto: “Algunos piensan que el avión del Presidente está dispuesto para su comodidad, pero está dispuesto para el trabajo del Presidente, para desplazarse rápidamente, y gran parte de los pasajeros es la prensa”.
¿Ustedes qué piensan?
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