¿Qué pasa cuando el presidente de la primera potencia del mundo se enoja? Silencio inquietante, parece que todo va a explotar. Al menos así lo revela el hombre de más confianza de Barack Obama, esa persona que está siempre a su lado, atento a todo lo que él precisa día y noche. El que lo asistió desde que el presidente estadounidense era precandidato en 2007.
Se trata de Reggie Love, un exbasquetbolista de la Universidad de Duke que fue mano derecha de Obama por 5 años y ha cruzado el país con él como candidato, organizándole y sirviéndole las comidas, llevando su equipaje, comprándole ropa, desafiándolo al basquet o incluso cuidando a sus hijas Malia y Sasha. Love acaba de publicar sus memorias, “Power Forward: My Presidential Education”, donde describe un costado poco conocido del presidente: qué pasa cuando se enoja.
Muy pocas veces Obama se exaspera en público. Una vez se enojó con un periodista que lo interrumpió durante un mensaje en los jardines de la Casa Blanca para criticarlo por su política migratoria. “Espere que termine de hablar, no me gusta que me interrumpan”, le dijo con vehemencia. Pero luego, cuando finalizó, le respondió al reportero lo que quería saber.
Pero poco se sabe del Obama en la intimidad. Love, que acompañó al candidato en la campaña, “cuando nadie creía en él”, relata que una vez, en medio de un vuelo, se dio cuenta de que se había olvidado la valija de Obama. “Me agarró un ataque de pánico”, escribe Love. “Yo rezaba, quería tener tiempo para poder encontrar la valija y que por un milagro la pudiera traer de vuelta antes de que él se diera cuenta de que había desaparecido”. Love pudo contactar a un asesor de campaña que avisó al servicio secreto de la valija perdida. Con el mayor sigilo el equipo pudo finalmente hallarla y enviarla a la ciudad donde estaba el candidato que había ido a debatir con sus rivales de la campaña. “Cuando llegó la valija, yo estaba muy aliviado porque ya estaba a punto de resolver el problema, pero fue justo en ese momento cuando Obama se dio vuelta y me dijo: “¿Hey Reg, donde está mi valija?””.
“Está en camino”, respondió Love. “¿Qué significa que está en camino?”, replicó Obama. “Viene de Florida”. “Dejaste mi valija en Florida”, dijo lentamente Obama. Y luego vino lo que Love describe como lo peor de hacer enojar al presidente: el silencio.
“El silencio te hace sentir peor que si te hubieran reprendido”, escribe Love. Obama no le habló más en todo el viaje. “Pensé que estaba despedido, pensé que en cualquier momento él rompería la tensión y me gritaría”. Pero no: una vez que llegaron a la oficina del campaña, Obama pidió una habitación privada para poder hablar con él. Con voz “calma y firme”, Obama comenzó: “Escuchame Reggie, creo que sos un gran muchacho. Pero (hizo una larga pausa) si no podés hacer este trabajo puedo conseguir a otra persona que lo haga. Tu tienes un trabajo y si yo tengo que ocuparme de eso también, entonces no me estás facilitando que yo haga mi trabajo. Trabajemos juntos, Reggie. Ayudame a hacer mi trabajo”. Se levantó y se fue.
Otro día Love agendó demasiadas actividades de campaña juntas en pocas horas. “Obama se dio vuelta y entre dientes me dijo: “Reggie esto es un lío”. Y su mano derecha, en una jornada de gran cansancio y estrés, le replicó al candidato: “Bueno, si no te hubieras demorado tanto en el almuerzo, no hubieran habido problemas”.
“El aire se volvió denso”, cuenta Love en sus memorias. “Fue como una calma inquietante antes de que un tornado arrasara y levantara toda tu casa. Nadie decía nada”. Según Love, Obama ni lo miró, se dirigió a otro asesor y le dijo: “Marvin, hablá vos con Reggie porque yo no estoy teniendo esta conversación con él”.
Love también cuenta que Obama es muy meticuloso con su comida y prefiere alimentos lo más saludable posibles cuando está en el ajetreo de campaña. En general prefiere pollo o pescado grillado, sandwiches o ensaladas. “Pero a veces quiere algo específico” y cuenta que una vez pidió “taquitos” y se enojó porque no pudo conseguirlos. “Son los únicos 30 minutos que tengo para mí y ahora ni siquiera puedo disfrutar mi comida”, le dijo.
Fuente: Clarín