“Lo dijo Jacobo”, fue una muletilla utilizada durante décadas para confirmar un dato o bendecir un rumor; AristeguiNoticias es el nombre de un portal de información digital construido en torno a la reputación de la conductora de radio (momentáneamente sin radio); Gutiérrez Vivó era capaz de modificar los flujos de tráfico gracias a la credibilidad que merecían sus reportes viales.
Los periodistas de renombre terminan siendo una especie de notario público de los hechos sociales. Dan fe ante la opinión pública de que las cosas sucedieron como ellos las describen, de la misma manera que uno confía que la escritura de un propiedad contiene el nombre del dueño y un domicilio fidedigno porque el documento porta un sello notarial.
La manera en que cada periodista o medio de comunicación se gana el privilegio de “ser creído” por un público más menos vasto, varía en cada caso. Pedro Ferriz lo consiguió mediante un estilo coloquial y campechano, cargado de sentido común aparente, y una habilidad indudable para explotar la exasperación del ciudadano derivada de la corrupción y la burocracia; pero eso sí, asegurándose siempre de atacar al funcionario de segundo nivel, al político caído en desgracia, nunca al soberano fuese estatal o nacional. Logró convertirse en líder de audiencia en ciudades del interior del país por su tono aparentemente crítico, aunque hiciera programas patrocinados por el gobernador de la entidad.
El caso de Gutiérrez Vivó obedece a otros motivos. Se convirtió en autoridad sobre la vida metropolitana gracias a su exhaustiva cobertura de las calles del Distrito Federal. La flotilla de motos, autos e incluso helicópteros desplegados en las primeras horas de cada mañana lo convirtieron en el verdadero monitor de la vida urbana en las últimas dos décadas del siglo pasado. A medida que adquirió fuerza propia sus puntos de vista se fueron independizando de las versiones oficiales, hasta convertirse en un referente incómodo para el poder.
Jacobo Zabludovsky es el Darth Vader de la información en México; el Walter White en sentido inverso; el Dr. Jakyll y Mister Hyde de las noticias en la historia contemporánea del país. De representante y vocero del Imperio a detractor del emperador. En ambas facetas fue un profesional puntilloso, muy trabajador, culto. Su estilo sobrio valió lo mismo para un barrido que para un regado, pero en ambos papeles fue sumamente eficaz; como Mae West, cuando fue buena fue muy buena, cuando fue mala fue peor. No voy a juzgar a Zabludovsky luego de la profusa cantidad de obituarios vertidos en los últimos días. Lo critiqué cuando fue esbirro de Televisa y celebré su micrófono crítico cuando se independizó. Pero sí creo que le faltó a él mismo hacer un deslinde con su pasado y ofrecer al público, a su público, una explicación. A nadie puede negársele una segunda oportunidad, pero tampoco podemos vivir como si el pasado no existiera.
El caso de Carmen Aristegui es distinto. Profesionalmente ella nació libre e independiente, al principio haciendo mancuerna con Javier Solórzano. No es el caso de Jacobo ni el de Gutiérrez Vivó que se hicieron críticos a medida que conquistaron autonomía y fuerza propia. Carmen es la que es desde el principio (obviamente con mayor experiencia y oficio al pasar los años). Su capacidad para generar confianza y credibilidad le fueron abriendo espacios y micrófonos cada vez más importantes hasta convertirse en la periodista más influyente del país. En mi opinión su éxito tiene que ver con varias razones, pero destaco tres: una obsesión auténtica por los entresijos de la vida pública como pocas veces he visto (una periodista 24/7); una honestidad a toda prueba para resistir las los elogios o presiones del poder; una empatía genuina con las causas de los desprotegidos pero un respeto aún mayor por su convicción de que los hechos deben hablar por sí mismos. Por eso es que Carmen hace periodismo de dossier: notas larguísimas de veinte minutos para profundizar en un caso, en lugar de optar, como hacen otros, por un editorial sumario y condenatorio que zanja las cosas en dos minutos (en detrimento de la información).
Cada quien se gana la credibilidad como puede. Y una vez que esto sucede, estos “notarios periodistas” que dan fe de los hechos públicos se convierten en personajes fundamentales en la formación de opinión. Por lo mismo, cuando no son funcionales al soberano terminan por ser sumamente incómodos al poder. Se les intenta comprar, deslactosar o arrinconar. Ninguno de los mencionados hasta aquí se encuentran ante las cámaras y los micrófonos desde los cuales ejercieron su influencia. Jacobo por causas biológicas. Los demás por razones que tienen que ver más bien con la infamia y el autoritarismo del sistema.
Fuente: SIN EMBARGO