Argentina busca penalizar acoso sexual callejero

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Por Débora Rey

Todas las mañanas, cuando salía de casa, Aixa Rizzo tenía que mentalizarse para tolerar un aluvión de expresiones y comentarios inapropiados de carácter sexual de los electricistas que trabajaban en una construcción en su barrio.

Al principio eran observaciones inocuas, aplausos o silbidos. Pero luego de varias semanas se convirtieron en un sartal de vulgaridades sobre su cuerpo o fantasías sexuales expresadas en público.

Un día, tres de los hombres la siguieron a casa y Rizzo no tuvo otra salida que rociarles gas pimienta en la cara. Los hombres la insultaron y le dijeron que estaba loca, pero al final se fueron.

“Fue todo un mes que me gritaban cosas. No podía salir tranquila de mi casa”, dijo Rizzo en entrevista con The Associated Press. “Duró un montón de tiempo la obra. Primero eran cuchicheos, aplausos, ruidos, silbidos. Y después guarangadas (vulgaridades) más contundentes. Era como una pasarela para que me gritaran cosas”.

Frustrada por esta actitud tan común en Argentina, Rizzo subió un video a YouTube que tuvo más de medio millón de visualizaciones, en el que la joven de 20 años relataba que aún después de hacer hecho una denuncia por acoso ante las autoridades, que en un principio no querían recibirle argumentando un vacío legal, “los señores ahora están cantando” consignas que la invitan a tener una relación sexual.

Su caso tuvo fuerte impacto en la opinión pública en momentos en que los medios de comunicación reportan, casi a diario, casos de mujeres asesinadas brutalmente. En Argentina, un país de 41 millones de personas, ocurre un feminicidio cada 30 horas según cifras de La Casa del Encuentro, organización no gubernamental dedicada a tratar esta problemática.

Pese a la gravedad del asunto, no hay estadísticas oficiales.

La impotencia frente a los feminicidios llevó a que miles de mujeres se movilizaran en todo el país el pasado miércoles bajo la consigna “Ni una menos”, en una enorme manifestación contra la violencia de género.

El Congreso argentino y la legislatura de Buenos Aires iniciaron el debate de sendos proyectos de ley para prevenir y castigar el acoso sexual callejero, con penas que van desde multas económicas de 10 a 800 dólares a tareas comunitarias.

“Las mujeres salimos todos los días a la calle y recibimos groserías, tocamientos, un montón de situaciones violentas que están naturalizadas”, dice Rizzo. “Todas nos quejamos y nadie nos da importancia, piensan que es algo natural, parte del folklore argentino y que va a existir siempre…. La cultura de la violación existe y hay una impunidad total”.

Hasta la propia presidente Cristina Fernández se pronunció contra estos piropos. “Hay otras violencias previas, anteriores, que van creando silenciosamente las condiciones del golpe final. Algunas son cotidianas y hasta festejadas: el piropo?”, dijo en su cuenta de Twitter que tiene 3,8 millones de seguidores.

“Grosero, soez, bajo, que una piba tiene que `aguantar’ porque… si después de todo iba con esa minifalda, ¿qué querés que le digan?”. Justificación cínica escuchada no solamente entre hombres”, se lamentó la mandataria.

En Argentina, así como en la mayoría de los países latinoamericanos, la igualdad de género afronta muchas dificultades, cuando no profundas contradicciones. Ante la ley, las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres y, al menos en el país austral, hay más mujeres que hombres matriculadas en las universidades.

La persona más poderosa del país es mujer, pero la cultura machista es un fenómeno generalizado. Desde taxistas y obreros hasta ejecutivos de traje y corbata silban a las mujeres con frecuencia o les dicen cosas en la calle.

Para la diputada Victoria Donda, del partido de izquierda Proyecto Sur, e impulsora de uno de los proyectos de ley para combatir el acoso callejero, “el piropo es la punta de iceberg donde se manifiesta la violencia de género”, dijo.

“¿Por qué los hombres comentan sobre el cuerpo de las mujeres en la vía pública, ¿para seducirlas? ¿Para empezar una relación? No, eso es mentira”, dice Donda. “Es una forma de sentir que tienen el poder sobre el cuerpo de la mujer”.

La legisladora también propone realizar campañas de concientización en escuelas y lugares de trabajo.

Como estas conductas no se encuentran penalizadas por la ley, un grupo de mujeres creó en Facebook Acción Respeto, un canal de denuncias para los casos de acoso callejero.

Allí pueden leerse cientos de testimonios como el de una embarazada de seis meses que dice que “un hombre me siguió desde un comercio hasta mi casa diciéndome cosas. Entonces me doy vuelta y le digo: `¿No ve que estoy embarazada?’ y me contestó: `Justamente, mamita, así me gustan…'”.

Son también numerosos los casos de estudiantes adolescentes que confesaron padecer traumas por hombres que las seguían mientras les susurraban al oído groserías en alusión a su vestimenta de colegialas.

Una encuesta realizada por Acción Respeto en 2014 reveló que el 94% de las 1,169 mujeres consultadas fueron acosadas sexualmente en la calle y que el 38% dijo que la primera vez que enfrentó el acoso tenía menos de 13 años.

El 89% manifestó que no le gustan los comentarios sobre su cuerpo o su aspecto en el espacio público, una elocuente cifra que contradice la creencia de muchos hombres de que a las mujeres les agradan esta clase de piropos.

“A mí que me digan `que linda sonrisa’, bueno me río y no digo nada. Ya que te digan `ay mamita’ o esas cosas no me gusta para nada”, dijo la estudiante Susana Godoy, 20 años, a la AP. “Aunque parezca una cosa mínima hay tipos que ya se sacan, que te dicen guarangadas con una violencia y parece que te van a pegar. Voy caminando y un señor me dice cosas en el oído, pero ya no gusta, te da miedo”.

“Si van sacar una ley me parece perfecto. Ojalá sea un freno para estos tipos que están locos”, agregó.

Según el proyecto de ley de la diputada Donda, que tiene la finalidad de combatir los comentarios sexuales agresivos pero no los elogios a la ropa bonita o a un corte de pelo, las mujeres podrán denunciar en una fiscalía o una comisaría una situación de acoso sexual en la vía pública.

Un juez evaluará la queja, entrevistará a testigos, si los hay, determinará si el acusado cometió la contravención y fijará una multa. La normativa no prevé penas de prisión.

Sin embargo, a Orlando Britez, un trabajador de la construcción de 23 años, le preocupa que los hombres puedan ser castigados si las mujeres creen que sus comentarios son demasiado agresivos.

“No me gusta, que no lo pongan. Uno se va a tener que aguantar y no da gusto, a veces hay que descargar lo que uno quiere decir realmente”, dijo mientras trabajaba en la reparación de una calle.

“Si decimos cosas buenas, ¿qué hay de malo en eso?”, se preguntó su compañero Elio Borlio. “Las cosas como, `Mira lo hermosa que eres”.

Perú aprobó en marzo una ley para prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos, incluido el transporte, que castiga conductas hasta con 12 años de prisión. Los agravantes son mayores si la víctima tiene menos edad, si hubo violencia, amenazas o si el acosador es profesor o tiene alguna autoridad académica sobre la víctima.

Al momento no hay sancionados, ni cifras oficiales. El último sondeo conocido en 2013, realizado por un colectivo llamado `Paremos con el acoso callejero’, encontró que en la capital nueve de cada diez mujeres fueron víctimas de acoso, mientras que en otras regiones del país lo eran siete de cada diez.

“Cuando se introdujo en el Código Penal la figura del acoso laboral también fue muy controvertido. `¿Cómo probás el acoso sexual?’, decían. Es siempre la palabra de uno contra otro. Y hoy nadie lo discute”, aseveró la diputada Donda.

Fuente: AP

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