Apple y la maldición de la compañía dominante

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El historial de crecimiento de Apple es asombroso. El precio accionario de la compañía se ha elevado en más de 300 veces desde su cotización pública. Recientemente se convirtió en la primera compañía en la historia en alcanzar una capitalización de mercado de 700,000 millones de dólares, lo que le da un valor mayor que todas las bolsas de valores de México, Rusia o Arabia Saudita. En el primer trimestre de su actual año financiero, Apple generó más de 30,000 millones de dólares en efectivo. A ese ritmo, pudiera pagar toda la carga de deuda de Grecia en un plazo de tres años, según The Economist.

Aunque las ventas del iPod y la iPad se han estado reduciendo, más de un 1 por ciento de la población mundial compró un iPhone en el último trimestre. Las ventas generales fueron 30 por ciento más altas que en el mismo trimestre un año antes. La próxima gran esperanza es el Apple Watch, que pudiera ser lanzado el 9 de marzo.

A fines de los años 90, cuando el auge de las empresas punto com estaba en su apogeo, se habría esperado que una compañía que creciera tan rápidamente se hubiera negociado a una proporción de precio-ingresos de 100, o al menos 70 u 80. A principios de marzo, sin embargo, con base en predicciones de ingresos de 8.50 dólares para el año actual, la proporción de p/e de Apple es de solo 15. Ese es el tipo de calificación dada a una acción común y corriente, no a una estrella del crecimiento turbocargada.

Esto podría reflejar escepticismo sobre si la compañía puede reemplazar al iPhone con un nuevo producto popular. El Apple Watch quizá no sea suficiente. Sin embargo, los inversionistas también podrían estar reconociendo un antiguo problema: Las compañías no pueden crecer por siempre al tipo de ritmo que Apple ha estado haciéndolo.

En su libro The Second Curve (Random House, 2015), el gurú de la administración Charles Handy relata haber visto una gráfica en la oficina de IBM que mostraba el PIB estadounidense en una línea y los ingresos de la compañía en otra. Se proyectaba que la segunda eventualmente rebasaría a la primera. Handy supuso que la gráfica era una broma, pero los ejecutivos de la llamada Big Blue eran serios. Nada es más peligroso que la tendencia a extrapolar de una tendencia reciente.

En cierto momento, una compañía dominará tanto su mercado que un crecimiento adicional se vuelve imposible. Sus ejecutivos podrían volverse complacientes y no reconocer la amenaza de nuevos productos o servicios. Piense en cómo Nokia dominaba el mercado de los teléfono móviles, solo para ser tomado con la guardia baja por el primer ascenso de Blackberry primero y luego de Apple y Samsung. Se requiere una enorme cantidad de fuerza de voluntad para responder a un mercado en evolución reutilizando tu propio producto. Pocos ejecutivos han podido manejarlo.

Otra opción es que una gran compañía use su efectivo o acciones para diversificarse hacia otros sectores, pero la historia sugiere que este enfoque solo tiene una probabilidad de éxito limitada. La administración regularmente gasta demasiado dinero en adquisiciones y demasiado tiempo tratando de integrar a las nuevas empresas en el grupo fusionado. Incluso General Electric, el único sobreviviente de la lista original de compañías que conformaban el Índice Industrial Dow Jones en 1896 – tristemente, National Lead y Tennessee Coal & Ion ya no están con nosotros – ha cometido errores en su estrategia de diversificación. Recuerde a Kidder Peabody, el banco de inversión que se vio forzado a vender a mediados de los 90 después de grandes pérdidas en operaciones de bonos.

Las predicciones

Parece haber una tendencia innata a que los gigantes del mercado tengan un desempeño menor. Entre 1983 y 2005, el título de la compañía más grande en el S&P 500 se intercambió entre IBM, Exxon Mobil, GE y Microsoft. En los 10 años antes de que cada una se convirtiera en una compañía dominante, estas acciones lograron un rendimiento promedio de 1,282 por ciento con un rendimiento de 302 por ciento para el S&P 500 durante el mismo periodo. En los 10 años después de que alcanzaron la cima, sin embargo, el rendimiento promedio de las empresas dominantes fue de sólo 125 por ciento, comparado con 199 por ciento para el S&P 500.

La explicación más sencilla es que las compañías se vuelven “acciones populares” debido a una combinación de rápido crecimiento en las utilidades y un modelo de negocios ampliamente admirado. Esto lleva a los inversionistas a conceder a la compañía una calificación prémium, elevando su valor de mercado. Para esa etapa, sin embargo, la compañía es vulnerable a la decepción: Su crecimiento de las utilidades flaqueará o aparecerán dudas sobre su potencial a largo plazo. Las predicciones de las utilidades serán reducidas, o el múltiplo que los inversionistas están dispuestos a pagar por esas utilidades caerá.

Ya que Apple no tiene una calificación tan alta actualmente, los inversionistas evidentemente dudan sobre sus perspectivas de crecimiento a largo plazo. Después de todo, incluso para mantener su reciente ritmo de ventas, tendrá que vender 3,000 millones de iPhones durante los próximos 10 años. Si las acciones replicaran el rendimiento total de 125 por ciento promedio de anteriores empresas dominantes, su valor de mercado tendría que llegar a 1.4 billones de dólares para 2025.

Quizá todos estén usando los Apple Watch y conduciendo autos Apple para entonces. Sin embargo, la historia, y el mercado accionario, sugieren que no.

Fuente: The Economist

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