Un portavoz del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL) anunció el domingo la restauración del califato, una institución que se fundó en el siglo VII y que tras numerosas vicisitudes desapareció hace noventa años. El flamante califa es Abu Bakr al Bagdadi, líder de EIIL, la organización yihadista que en poco tiempo ha conquistado vastas regiones de Irak y Siria, principalmente en zonas desérticas.
El comunicado del EIIL informa de que la Shura ha decidido el “qiyam al jilafa al islamiya“, literalmente “el establecimiento del califato islámico”. Shura se traduce como “consejo consultivo” y está integrada por notables distinguidos que teóricamente están capacitados para elegir al máximo líder musulmán. El comunicado insta a todas las organizaciones musulmanas a que se sometan al nuevo “sucesor” de Mahoma.
El califato es una institución mítica en la conciencia de los sunníes y el elusivo Abu Bakr al Bagdadi también se ha convertido en el último lustro en un personaje legendario y admirado en ciertos ambientes del mundo islámico, desde Indonesia a Mauritania, de quien apenas se conocen unos pocos datos más o menos fiables y de quien circulan un par de borrosas fotografías autentificadas por Estados Unidos.
De hecho, esos pocos y confusos datos no contrastados han sido filtrados por Washington, que ofrece una recompensa de diez millones de dólares por cualquier información que conduzca al califa, vivo o muerto.
El nombre real de Bagdadi es Abdallah Ibrahim y nació en 1971 en Samarra, a unos 70 kilómetros al norte de Bagdad, en una familia sunní de inclinaciones religiosas. Bajo el gobierno de Saddam Hussein fue un ciudadano más que cursó una carrera y se doctoró en estudios islámicos en una universidad de la capital.
Su actividad de yihadista no comenzó hasta la invasión americana de 2003, momento en el que Bagdadi era imán de una mezquita. A raíz de la invasión tomó las armas y se enroló en Al Qaeda. Poco después fue detenido por los americanos en el infame Campo de Bucca, donde fue prisionero más de cinco años.
Fueron los iraquíes los que le pusieron en libertad en 2009, cuando los americanos les pasaron el control del campo, y entonces reanudó su meteórica carrera. Un coronel americano ha dicho que cuando Bagdadi fue liberado dijo: “Nos veremos en Nueva York, muchachos”.
Bagdadi desempeñó posiciones muy destacadas en organizaciones vinculadas a Al Qaeda que principalmente, pero no solo, combatían a la población civil chií, causando cientos o miles de muertos. En 2010, el Estado Islámico en Irak, precursor del EIIL, que ya dirigía Bagdadi, se responsabilizó de 60 atentados con explosivos cometidos en un solo día.
En abril de 2013 se anunció la creación del EIIL. Bagdadi vio una gran oportunidad en las revueltas contra el régimen sirio y el desmoronamiento baazista y el EIIL ocupó en poco tiempo amplias zonas del norte y este del país estableciendo su capital en la ciudad de Raqqa y aplicando estrictamente la sharia o ley islámica.
La organización que lidera Bagdadi no hace ascos a la matanzas masivas de chiíes y de sunníes desafectos, amputa las manos de los ladrones, prohíbe el alcohol y el tabaco, impone una indumentaria “modesta” a las mujeres así como las normas más estrictas derivadas de la sharia.
Hace solo unas semanas el foco del EIIL se volvió a Irak, ocupando en apenas unos días amplias regiones sunníes del norte y el oeste, incluida Mosul, con dos millones de habitantes. En las nuevas circunstancias, con una extensa zona bajo su control en los dos países, el EIIL no ha dudado en restaurar el califato.
La imagen de Bagdadi que transmiten los medios de comunicación árabes y occidentales es la de un hombre estratégicamente muy capaz y cruel, a quien, a diferencia de otros líderes yihadistas, no le gusta aparecer en público, ni mucho menos hacer comunicados de video o de audio amenazando a Occidente, sino que se ha rodeado de hombres que cumplen a la perfección esa función mediante acciones y sin la parafernalia mediática de Al Qaeda.
Su organización es rigurosa pero al mismo tiempo flexible; no tan rígida como Al Qaeda y otros grupos yihadistas con los que comparte objetivos, lo que ha contribuido a su prestigio entre los yihadistas de todo el mundo musulmán y occidental, quienes encuentran al EIIL más atractivo, dinámico y práctico, y menos “burocrático” que Al Qaeda.
El objetivo de toda la violencia del EIIL, tanto de la indiscriminada como de la discriminada, es crear la confusión por medio de atentados y ataques con el fin de“despertar” a los sunníes y provocar una guerra civil que lleve al poder a los sunníes más radicales, considerando la aplicación rigurosa de la sharia como única opción. La restauración del califato es un paso más en esa dirección.
Ahora hay que ver cómo reaccionan los sunníes en general y los grupos yihadistas en particular, es decir, si aceptan el nuevo califato y se subordinan a su califa. En el caso de Al Qaeda todo parece indicar que su líder, Ayman al Zawahiri, no pasará por el aro. Zawahiri ha desautorizado a Bagdadi en más de una ocasión, por ejemplo en febrero de este año, cuando le ordenó que abandonara Siria y luchara solo en Irak.
El EIIL cuenta con unas milicias limitadas. Algunos analistas han señalado que no tiene más de 6.000 hombres en Siria y otros tantos en Irak, aunque es cierto que conforme han ido avanzando hacia Bagdad se les han sumado yihadistas y milicianos de diversa índole, pues de otra manera las últimas conquistas habrían sido imposibles.
Algunos musulmanes han querido ver un simbolismo en el nombre de Abu Bakr al Bagdadi puesto que Abu Bakr fue el primer califa o sucesor de Mahoma cuando este murió, y también fue elegido mediante el procedimiento de la Shura, que se considera el procedimiento propio del islam, en lugar de la democracia.